264. Vino blanco después del vino tinto

La lógica de sabores, intensidad y servicio siempre dirá que es necesario servir el vino blanco antes del tinto. Sin embargo, nos topamos otra vez con el problema de las generalizaciones.

Hay tintos ligeros, etéreos, no necesariamente flojos, simplemente livianos y que pueden ir perfectamente con alguna entrada fría o tibia. Y es el que nos prepara para esos blancos opulentos, generalmente con paso por madera, grasos, perfumados, complejos, que necesitan un par de grados de temperatura más que las del servicio habitual (a veces 12, hasta 13 grados) para poder encontrarnos con todos sus matices mientras se acompaña igualmente con platos de sabores complejos.

Entre muchas otras buenas razones, servir blanco después del tinto, cuando los vinos y la comida lo amerita, regala esa carta de sorpresa, ese salir de la monotonía que tanto se agradece para no aburrir el paladar.

Además, ¿y si cerramos con un postre de chocolate y una copa de Brachetto d’Acqui, ese maravilloso espumoso tinto y dulce?

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Esnobismo gourmet
La vuelta al 2017 en 365 notas sobre vinos

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