336. Esos vinos de celebración

Cuando nació Manuel quise tener un vino para compartir con los amigos que lo fueran a conocer durante los primeros días tras su salida de la clínica y seleccioné un cabernet franc rosado porque, por una parte, tenía un precio que hacía manejable comprar una caja, además era el punto medio entre los amantes del tinto y del blanco y al ser elaborado con cabernet franc tenía junto con la acidez detalles que recordaban la potencia de la cepa vinificada en tinto. Al final poca gente fue con ánimo de vino así que terminamo tomándonos nosotros durante un par de meses las botellas.

Han pasado 8 años. Descubrir los vinos del Valle del Loira, Saumur, Chinon y Bourgueil me hizo apreciar de forma diferente la cabernet franc e incluso había olvidado aquél rosado hasta que la semana pasada me obsequiaron esta botella, producto de la curiosidad del más joven del clan de enólogos de la familia Michelini.

No fue solo descubrir un rosado con personalidad, con frescura y algo de fuerza y de compleja nariz sin también regresar a aquél otro rosado, uruguayo, la caja que fuimos consumiendo lentamente. Fue viajar, en secreto, en soledad y en silencio, en el tiempo.

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Esnobismo gourmet
La vuelta al 2017 en 365 notas sobre vinos

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