Mondongo en el MALBA: cuando el museo violenta, exotiza y aburre.

Kekena Corvalan
Sitio Leedor
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4 min readJun 27, 2024

Sacate la selfie en la villa miseria más segura, cara y exclusiva de Buenos Aires.

Aclaración: de Manifestación de Berni, y de la reelaboración que realiza el grupo Mondongo en la sala expositiva propiamente dicha, escribiré, si me parece importante o tengo tiempo para hacerlo, en otro texto.

Hace poco decíamos en este mismo medio que el arte contemporáneo se había vuelto más contemporario que nunca, en nuestra lectura sobre la 60 Biennale de Venezia. Estábamos instaladísimas pensando que lo habíamos visto todo. Pero creo que en realidad, esto recién empieza. Si allí hablábamos de arte booking / airbnb, hoy nos volvemos a preguntar sobre arte y gentrificación. Porque ya veníamos interrogándonos si el arte contemporáneo con su lógica de mercado, no continuaba y sostenía el impulso gentrificador instituido en todas las ciudades, es decir, si no convierten en un negocio espectacular, desterritorializado, a nuestras luchas y sentires en territorio al meterlas compulsivamente en los museos, el nuevo barrio que se crea para vivir la pobreza, la precariedad y la exclusión por un ratito y con todas las comodidades. Los feminismos, las organizaciones sociales, la mirada decolonial (aquí, reiteramos, somos anticoloniales, ni de ni post ni neo, anti), el mundo queer, son objeto de una gentrificación simbólica, con ausencia total de sus protagonistas más que en casos aislados y como ejemplo de éxito, talento y perseverancia individual (la artista trans que pinta y logra superarse y ser una artista, por ejemplo), y se vuelven discursos de repetición acrítica y extraida de sus contextos situados, encima, en la mayoría de los casos, llevadas adelante en el marco de prácticas laborales que nada tienen de amorosas. Muches hemos vivido en carne propia al curador/a que tiene un discurso, monta un relato y luego, agarrate, ni se te ocurra tenerlo como jefe/a porque vas a pasarlo muy muy mal.

Sí, como decimos últimamente: los museos también gentrifican. Pero aquí se da un paso más, porque esto ni siquiera es art washing: a la gentrificación simbólica le sumamos la gentrificación territorial. Te hago la casilla, amigue es all inclusive, y no creo que la hayan pagado a precio vil de villa. Debe haber salido sus buenos mangos. Se nota en la delicadeza de los materiales, cero nylon además.

Me encantaría leer en algún lado que esta instalación fue realizada de manera conjunta con organizaciones sociales. Me encantaría leer que lo recaudado por estxs artistas fue a parar a las organizaciones sociales, o sirve para financiar la campaña de Juan Grabois. Pero mi intuición dice que no, si me equivoco, me corrigen por favor. Mi intuición dice también que lo que se financia en este entorno son las campañas de otres personajes políticos, justamente, los de la vereda de enfrente.

Sí, lo que nos impacta ahora, es cómo esa gentrificación se hace desde el corazón mismo del dinero obtenido con la especulación inmobiliaria, es decir, la que sostiene el MALBA. Toda una discusión aparte que solo menciono es la que se dió en el origen mismo de su historia, por los terrenos donde se erige ese museo, discusión que aún está en redes sociales. Me interesa el hoy porque me parece que no es un hecho menor, que tiene que ver muchísimo con el arte, y una constante de este, lamentablemente, desalmado arte argentino, digo, que cuando se mete en el mercado, tan pequeño y casi inexistente, se vuelve ferozmente depredador. Fíjense que ya ni siquiera estoy pidiendo que les artistes se expresen contra estos modelos neoliberales y extractivistas, o que las asociaciones de críticos o curadores (disculpen, el exclusivo no es mío, es del nombre con el que se autodenominan) se pronuncien. Si algo aprendimos, ya con los años de macrismo, es a no pedirle nada a nadie. Somos nosotres, en nuestra fiesta, redsistiendo políticas. Sí amigues, POLÍTICAS. Yo hago política, vos hacés política, él y ella hacen política. Todxs hacemos política. Entonces, desde este lado, no tengo más que decir: son coherentes.

Algo sin embargo resalta la artificialidad del chaperío museal: la alfombra, regia, magnífica, del piso, azul prusia, tan cosmética, allí. Claro, es el chaperío de los artistas y las personas de bien.

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Kekena Corvalan
Sitio Leedor

Escritora, curadora y profesora feminista. Especialista en artes vitales, visuales, viajeras y domésticas. Ig @kekenacorvalan @nosotrasviajando @redtesoras