Un paseo ultradeformer, serie de Ezequiel Tronconi

Csaba Herke
Leedor
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4 min read4 days ago

Con un antecedente fuerte en Casa Vampiro (film y serie) de Taika Waititi y Jemaine Clement (Nueva Zelanda,2014) nos llega una serie (más) producida por la UN3 que ya llevan 130 aproximadamente. Directamente pensada y diseñada para el canal de la Universidad de Tres de Febrero, tiene el honor de haber sido parte de la selección oficial del festival alemán Die Seriale 2023.

Partamos de la base que siempre una producción de este tipo es bienvenida, tanto por la UNTREF como por la temática. Frente a un desfinanciamiento gubernamental de los espacios culturales, las universidades y escuelas de arte deberán suplir más enérgicamente (como puedan) la falta de propuestas desde el Estado, tanto de contenido como la de producir canales que puedan mostrar sus producciones.

Creada por Natalia Arleo y Cami Adaro Liloff, la serie, en ocho capítulos (espero que por ahora) se desenvuelve entre aciertos y errores buscando un lenguaje propio que no termina de encontrar. Con clichés como los de la Rural, el Uritorco o el fanzine perdido no logra cohesionar las partes, con ideas más para adolescentes que para un público general. Innova en cuestiones vampíricas, encuentra algunas perlas para agregar a ese universo como la ingesta de leche o la animación inicial y final que promete un surrealismo que después no se cumple, ya que la serie se mantiene dentro de los códigos standard del género comedia, en clave de terror adolescente.

Quizás uno de los problemas de estas producciones es que estamos demasiado atentos a lo que sucede en los epicentros y que cruzado con comentarios puramente localistas, extravían el sentido. Hay que estar demasiado atento, a algo que no lo debiera requerir, para separar la paja del trigo, algo parecido a lo que ya he comentado extensamente en Cuando acecha la maldad de Demian Rugna.

Merecen comentario dos o tres cosas: principalmente, los diálogos y la puesta: los diálogos sufren (no tanto como antes) un suerte de desajuste, entre lo que uno espera oir y lo que finalmente se escucha, esa maldita diferencia entre lo hablado y lo escrito, entre lo que está bien dicho y la lengua que se habla, problema quizás del bajo presupuesto, de no poner a prueba los diálogos, de transformarlos a las necesidades del tempo que finalmente tienen las escenas, cierta incomodidad de actores diciendo cosas que no parecen creer, cosa que tiene solución esperemos, en las próximas entregas.
Otro problema es el “arte”, y voy a mencionar algunas pocas del inicio porque sino la lista es larga; una es la locación, la sensación es que habiendo tecnología digital, la casa de los vampiros asimilados deja bastante que desear, lo que en un principio promete remontarnos fetivamente a “Los locos Adams” o “Monsters” tampoco lo cumple y se queda en una imagen que transmite más pereza que creatividad; por otro lado (cosa que sucede con enlatados internacionales también) a ciertos detalles y comentarios les falta un poco de investigación y puesta a punto, como son los guantes de Leonor, que son de jardinería o herrería, que antiguamente cuando no había otro tipo de guantes los usaban los motociclistas, principalmente por su aspecto de guante para arriar ganado, se manchan con mucha facilidad, los hubiesen lijado un poco para darles algo de credibilidad. De estos pequeños descuidos la serie arrastra muchos y finalmente algo que es más bien de época, la total falta de registro social que tiene la serie; podría estar tranquilamente filmada en Polonia o Tasmania, salvo por la referencia al Uritorco y la ranchera (el vehículo), que son francamente cuestiones locales que podrían haber enriquecido el relato y lo dejan naufragando, quizás por el temor de ser demasiado locales o querer mimetizarse demasiado con producciones extranjeras, cosa que es un tremendo error, porque si de algo no adolecen las producciones extranjeras es de tener un fuerte componente ideológico, cosa que siempre las lleva a tener un contexto muy preciso, incluso las mas pasatistas.

Finalmente, el clip animado de inicio y final que como dije prometen surrealismo al por mayor, me hizo recordar a esas peliculas como las de Chytilova, que sin preocuparse por vender o no vender nos entregaba un cine que nos obligaba y obliga una y otra vez a reverlo; las Majors y hoy los canales de streaming que están sufriendo un proceso de concentración (el siempre útil Marx) piden y reclaman producciones Light, de rápida digestión y con el menos daño emocional.
En estos días aciagos, me pregunto permanentemente si hay que hacer como Pompeya y colaborar con el Imperio o escuchar la alerta que Hannah Arendt nos hace llegar desde la Banalidad del mal, y que reza así: en los lugares donde se colaboró con las tropas de ocupación nazi, creyendo que así se iba a minimizar el daño, fueron los lugares donde, al revés de lo esperado, hubo más víctimas.
¿Qué cine estamos construyendo mirando hacia el futuro? Ya no digamos qué cine queremos sino pensemos, ¿qué cine vamos a tener colaborando o creyendo colaborar con las grandes distribuidoras?

Festejemos este tipo de producciones. Pero sólo siendo atentos a nosotros, vamos a crear verdaderas alternativas audiovisuales, no con objetivo de ganar tal o cual premio, porque eso significa que estamos bien asimilados, que cumplimos los deberes, que nos comportamos bien, sino para mantener viva la identidad que dio vida a esas producciones.

A partir del 10 de julio en la plataforma UN3.TV.

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