Diario de Cannes 2017 #4: los premios

Los Inrockuptibles
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4 min readJun 7, 2017

Ruben Ostlund se llevó la Palma de Oro en una edición marcada por la polémica y el cine aleccionador.

Por Diego Lerer

The Square, de Ruben Ostlund

La Palma de Oro del Cannes fue para The Square, de Ruben Ostlund, un film cuyo catálogo de maldades cometidos en nombre de la especie humana es relativamente pequeño si se lo compara a los de las películas de Michael Haneke, Yorgos Lanthimos, Andrei Zyvgantsiev y Lynne Ramsay, entre otros que pasaron por acá con películas de una apabullante crueldad. De todos modos, se trata de un film misántropo, pontificador, en el que el director se para como si fuera un cura antes de un sermón a intentar convencernos de que la raza humana es prácticamente insalvable.

A través de los muy diversos acontecimientos que tienen lugar en un Museo de Arte Moderno de Estocolmo –y en la vida personal de su muy atildado director– el realizador de Force Majeure nos pone de frente con la usual hipocresía de las altas burguesías con pretensiones culturales, quienes mantienen de la boca para afuera un discurso políticamente correcto y artísticamente inquieto, cuando en realidad lo único que desearían es salir a liquidar inmigrantes por las calles.

Se trata de una película elegantemente filmada y un tanto dispersa, pero con momentos de humor que alivianan el tono pontificador de la propuesta. Östlund sabe cuáles son los problemas de las sociedades europeas actuales, y por el módico precio de una entrada de cine está dispuesto a que el espectador los aprenda y, finalmente, se dé cuenta de que también los comete todo el tiempo. En una película que podría convertirse en una más ambiciosa e inquietante mirada sobre el mundo de la representación, el sueco elige la alegoría más básica. Y comete el mismo error de la mayoría de los misántropos del cine: no deja espacio alguno para ningún tipo de revelación o de aprendizaje.

Es tan programático todo lo que pasa en ella que casi nada sorprende. Solo basta suponer que lo peor que puede pasar en una situación es lo que finalmente va a pasar y lo más probable es que acertemos. No hay pliegues, contradicciones, ambigüedades. Está el idiota, el que no se da cuenta de nada, el tramposo, el falso, el narcisista, el vanidoso, el pretencioso, la arribista, el falso, y así. Nadie se salva en The Square. Y esa es casi la leyenda del festival: “nadie sobrevive en Cannes”. No es literal, claro, ya que aquí estamos. Pero los cineastas iluminados nos dicen que la mano va por ahí.

Lanthimos y Ramsay, dos cineastas que compartieron el premio al mejor guión –cuando en ambos casos los guiones son lo menos remarcables que tienen sus respectivas películas–, que se destacan por su trabajo de puesta en escena mucho más que por las historias que narran, van por caminos similares, aunque se podría decir que en el caso de la película la escocesa You Were Never Really Here al menos el personaje que interpreta Joaquin Phoenix, pese a ser un asesino, trabaja en función de lo que –cree– es la posibilidad de un futuro mejor, por más podredumbre que lo rodea.

Lanthimos, en tanto, pone a los personajes de The Killing of a Sacred Deer en una pecera y, como un niño pícaro, los hace pelearse entre sí mientras los mira desde afuera y se regodea. Al griego lo salva que su película se dispara cada vez más hacia el género, lo cual vuelve más justificables y tolerables las agresiones y la violencia entre todos sus protagonistas. Algo similar sucede en Loveless, de Zygvantsiev: cualquier gesto de comprensión, ayuda o solidaridad será aplastado por alguna agresión, ignorancia o pura maldad.

Los otros dos films premiados son miradas un poco más curiosas y ambiguas, menos simplistas conceptualmente. Sofia Coppola se hace cargo de los contradictorios deseos sexuales de sus protagonistas en The Beguiled, y si bien terminan cometiendo actos terribles lo hacen a partir de su propia confusión y de la mala canalización de sus deseos. El caso de 120 BPM, de Robin Campillo, la mejor película entre las premiadas, es único en ese grupo: una película humana, generosa, avasallante y que si bien está cargada de violencia, uno puede empatizar con la pelea de sus personajes.

La empatía raramente aparece en los otros films premiados. Pero, sí, en la de Hong Sangsoo (The Day After), en la de Noah Baumbach (The Meyerowitz Stories), mucho más aún en la de Todd Haynes (Wonderstruck) y hasta en el mundo oscuro y casi tenebroso de Good Time, de los hermanos Safdie. Obviamente, ninguna de esas películas recibió premio alguno. La empatía paga poco en las apuestas festivaleras.

> festival-cannes.com

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