Ser del Reino o Ver el Reino (parte 2)

Rodolfo Peña
Lumbrera
Published in
4 min readJan 13, 2020

En la Biblia encontramos que existen dos Reinos a los cuales podemos pertenecer: El Reino de Las Tinieblas y el Reino de Los Cielos. Cada uno de estos Reinos tiene sus propias características.

El Reino de las Tinieblas se caracteriza por la Injusticia, la Incredulidad, La Vanidad, La Codicia, La Perversión (2 Cor 6: 14–16). Adicionalmente, el Reino de Las Tinieblas tiene un departamento de marketing bastante activo y agresivo, y son expertos en publicidad engañosa.

Las promesas del Reino de las Tinieblas son falsas, ofrecen “beneficios” (si es que se le pueden llamar beneficios) temporales, bobos, infructuosos, que generan caos y vacío; en cambio las promesas del Reino de Los Cielos son firmes, no cambian, son eternas, nos traen paz y gozo (un tipo de alegría característica de este Reino).

Como se puede notar el Reino de las Tinieblas es totalmente opuesto al Reino de Los Cielos. Sin embargo, estos dos Reinos, de hecho, coexisten y se desarrollan simultáneamente, de la misma forma en que crece el Trigo y la Cizaña (Mateo 13: 24–30; 36–43). Pero, a pesar de que el Trigo y la Cizaña crecen juntos, es posible diferenciar el uno del otro.

Del mismo modo, quienes pertenecen al Reino de los Cielos pueden ser diferenciados de aquellos que pertenecen al Reino de las Tinieblas.

Jesús enseñó que, así hayan crecido juntos, los que pertenecen al Reino de los Cielos tienen unas características particulares que los hacen diferenciar de los ciudadanos de otro Reino.

Con base en lo anterior, podemos concluir lo siguiente:

  1. Un ciudadano del Reino de los Cielos poco a poco ajusta su comportamiento, su forma de pensar y su forma de vivir de acuerdo a lo que el Rey ha dispuesto (Mateo 7:21).
  2. Este Reino a pesar que se llama el Reino de Los Cielos, se manifiesta en la Tierra, y se manifiesta a través del comportamiento de sus ciudadanos. (Mateo 6: 10)

Después de haber presentado todas las aclaraciones y comentarios anteriores es necesario señalar algo muy importante respecto del Reino de los Cielos; y es que hay una gran diferencia entre Ver el Reino, Conocerlo, inclusive hablar bien del Reino y Pertenecer (Entrar) al Reino. Es decir, el hecho de que sepamos acerca del Reino y de que le hagamos publicidad no significa que seamos ciudadanos del Reino. Y debemos tener algo claro, no podemos tener los beneficios del Reino (los que mencionamos en la parte 1 de esta publicación) sino pertenecemos al Reino.

La Biblia enseña que los que han creído en las verdades del Reino, los que se han reconciliado con Dios a través de la Fe en Jesús (a quien Dios castigó por nuestras transgresiones contra Él) hemos sido rescatados del reino de la oscuridad para ser trasladados al reino del Hijo de Dios, quien compró nuestra libertad (Colosenses 1: 12–14).

Si alguno de los que está leyendo esto ha creído en la obra redentora que Dios hizo a través Jesús, y quiere ser parte del Reino de los Cielos, debe vivir como un ciudadano de ese Reino, debe diferenciarse (así como el Trigo se diferencia de la Cizaña); porque nuestra ciudadanía está en los Cielos, nuestro dios no puede ser nuestro propio apetito, no podemos enorgullecernos de lo que nos debería dar verguenza, nuestros pensamientos no deben estar limitados a nuestra vida terrenal (Filipenses 3: 18–20)

Un ciudadano del Reino de Dios no debe preocuparse por las cosas por las que se preocupan los demás (comida, bebida, ropa), tu Rey sabe que las necesitas y tu Rey te las dará (Mateo 6:33), porque el El Reino de Dios no es comida ni bebida, sino Justicia, Paz y Gozo (Romanos 14:17).

Un ciudadano del Reino de los Cielos tiene la misión de vivir y fomentar la Cultura del Reino de los Cielos aquí en la tierra y, por lo tanto, no se deja imponer la Cultura de las Tinieblas.

Quienes hemos creído, pertenecemos a un Reino y tenemos un Rey, y lo amamos y hacemos lo que él nos diga, porque Él nos Ama.

No dejemos que la propaganda de las Tinieblas nos engañe para que te quedes en su Reino, no nos dejemos meter los dedos en la boca. Salgamos corriendo hacia Jesús mientras podamos hacerlo (Isaías 55: 7–9).

Para finalizar esta publicación, plantearemos algunas preguntas y consideraciones:

  1. ¿Crees en este Reino que hemos presentado?
  2. ¿Te consideras un ciudadano de este Reino?
  3. ¿Quieres ser ciudadano de este Reino?
  4. ¿Crees que sería bueno ser ciudadano de este Reino?

Si aún no eres un ciudadano del Reino de Dios, te extiendo una invitación de parte del Rey para que te unas, no cuesta nada, ya el Rey pagó todo, solo necesitas conocer su Voluntad y vivirla, eso es todo. No se van a arrepentir, o es que acaso alguno de nosotros se ha arrepentido de hacer algo bueno?

Por otra lado, si tú crees que eres un ciudadano del Reino, revisa si estás viviendo como uno; si tu forma de vivir se diferencia y logra impactar a otros. Y si consideras que ser un ciudadano es algo bueno para ti, por qué no estás invitando a otros a venir?.

No dilatemos más el tiempo, hoy es el día indicado para aceptar la invitación a este Reino. El Rey los está esperando.

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Rodolfo Peña
Lumbrera

Sigo a Jesús • Miembro de IBDC • Consultor en PM&A • Colaborador en Lumbrera • Casado con Yoha • Papá de Vale • Tío de Liam