Makerspace en la biblioteca: innovación impulsada por la comunidad

Generando espacios de creación interdisciplinarios las personas se conectan a través del hacer. Estas conexiones fortalecen a la comunidad.

Valentín Muro
Maker Movement
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8 min readDec 7, 2013

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Durante el 2013 di clases en la cátedra Piscitelli de Datos en la carrera de comunicación (UBA). Con mi acercamiento por un lado desde lo técnico y por otro lado desde de las humanidades, mis temas giraron alrededor del estudio y uso crítico de la tecnología. En una clase en particular trabajamos la la importancia entender cómo funcionan las cosas y de animarse a hackear los objetos que nos rodean.

Al final de la clase, y animados por el tema, algunos estudiantes compartieron anécdotas sobre sus “hackeos”. Entre ellos, una chica levantó la mano y nos contó sobre cómo se animó a arreglar una canilla que goteaba luego de una búsqueda infructuosa por un plomero y de ver tutoriales en YouTube. Si algo quedaba claro de todas las anécdotas era que todos esos pequeños actos de ‘hágalo usted mismo’ dejaban una satisfacción diferente de cualquier otra.

Es alrededor de esa satisfacción que gira la cultura del hacer.

La cultura del hacer

Para ver de qué trata la cultura del hacer podemos recuperar aquella frase célebre de Marshall McLuhan: “El medio es el mensaje”.

Si bien abundan las interpretaciones, fundamentalmente apunta a que cuando aparece un nuevo medio, como la televisión, afecta la forma en que vivimos. Pero curiosamente, según McLuhan, no nos afecta tanto por el mensaje que transmite, sino por la forma en que las características mismas del medio nos hacen reacomodar nuestras actividades.

Sin duda, la televisión ayuda a definir cierta cultura del sentarse y escuchar: especialmente a partir de los años 50, el tiempo de ocio comenzó a consistir en quedarse adentro y mantenerse mucho tiempo frente a una pantalla. Sin ir más lejos, en 2010 en EEUU las personas vieron en promedio unas 4,5 hs de televisión por día.

Sin embargo, hay una tendencia opuesta, protagonizada por todo tipo de personas, que decide adquirir un rol más bien activo que pasivo. A esta tendencia la llamamos la cultura del hacer.

Por ejemplo, muchos docentes rechazan la cultura del sentarse y escuchar y se proponen, en cambio, ofrecerle a sus estudiantes desafíos que tengan mucho más que ver con el hacer. Por ejemplo, motivan a sus estudiantes para que trabajen juntos haciendo preguntas, explorando estrategias de investigación y creando sus propias soluciones. Lo que hacen es fomentar un acercamiento al aprendizaje más bien práctico y grupal.

Motivaciones para el hacer

¿Qué es lo que tiene de atractivo el hacer? ¿Qué es lo que nos motiva a hacer nuestros propios objetos y soluciones en vez de comprarlos?

Según Gauntlett (2011), el hacer en sí mismo nos genera placer, ideas y reflexiones y nos ayuda a cultivar cierta percepción de nosotros mismos que nos ubica como agentes creativos, personas que tienen un impacto en el mundo. Del hacer nos atrae poder ser parte del mundo y no sólo verlo pasar.

Después está nuestro gusto por participar de las conversaciones y en las comunidades o grupos que nos interesan.

Y por último está el reconocimiento; nos gusta sentir que somos vistos como alguien que tiene algo que aportar, algo que contar y que hay otros que lo reconocen.

En última instancia, el hacer nos atrae porque tiene que ver con la dignidad; con el reconocimiento que hacemos del impacto que podemos tener en el mundo.

Todo esto es muy fácil de ver en las comunidades en línea, pero también se puede ver en las comunidades en carne y hueso.

Con comunidades en línea me refiero generalmente a foros o grupos de discusión, y con las comunidades ‘físicas’ me refiero a clubes, talleres, o demás espacios sociales.

Y es central para entender el resurgimiento del hacer, del ‘hágalo usted mismo’, la aparición del movimiento maker, el papel central que cumplen las comunidades.

En estas comunidades de hacedores, de makers, de gente que hace cosas, lo más valioso es que para participar no importa el nivel de experiencia o habilidad.

Estas comunidades suelen ser muy unidas, y esto tiene que ver con el rol de los objetos como disparadores de conversación: es mucho más fácil hablar con alguien sobre lo que tenemos en frente, o sobre el proyecto que estamos haciendo que de cualquier otra cosa.

Las comunidades forman espacios culturales de integración; conectan a las personas a partir de sus intereses y de su motivación por realizar sus ideas.

“La creatividad es simplemente conectar cosas” — Steve Jobs

El hacer es conectar

En 2011, David Gauntlett publicó el libro “Making is Connecting”, donde señala que “el hacer es conectar” en al menos tres sentidos:

  1. Hacer es conectar, porque debemos conectar cosas entre sí. Para hacer algo nuevo tenemos que conectar entre sí materiales, ideas o ambos. La famosa frase de Steve Jobs alude justamente a eso: “La creatividad es simplemente conectar cosas”.
  2. El hacer es conectar porque los actos creativos suelen involucrar una dimensión social y nos conectan con otras personas.
  3. Y por último, haciendo cosas y compartiéndolas con el mundo es que aumentamos nuestro compromiso con la gente que nos rodea y el espacio que habitamos.

Las investigaciones acerca de la felicidad suelen indicar que la misma está directamente vinculada con nuestras relaciones sociales y nuestros vínculos con otros. Es por ello que no cuesta ver cómo después de todo el hacer nos hace felices.

También es claro que en gran parte el nuevo vigor que tiene el ‘hágalo usted mismo’ (DIY) responde entre otras cosas a la posibilidad que trajo la web 2.0 de que la gente pueda compartir sus intereses, por más específicos o extraños que fueran, y encontrar pares.

Lo que sucedió es que las comunidades en línea buscaron materializarse, y comenzaron a surgir espacios donde las personas se encontraban para hacer sus proyectos. Se trata del “hágalo usted mismo… con otros”.

Hay un tipo particular de espacio que está pensado para promover ese tipo de actividades. Estos espacios se conocen como hackerspaces o makerspaces.

Makerspace/Hackerspace

Si bien ambos espacios guardan un claro parentesco, podemos marcar algunas diferencias: mientras que el “hackeo” refiere a tomar un objeto o programa y darle un propósito distinto del original, modificarlo, el “making” tiene un poco más que ver con hacer objetos nuevos. De todas formas, la diferencia termina siendo algo arbitraria, aunque hay buenas opiniones como la que publicó MAKE hace unos pocos días.

¿Y qué es un makerspace?

Podría decirse que es un lugar donde la gente va para crear y colaborar, compartir herramientas, recursos y conocimiento.

La idea es que la gente pueda jugar, explorar y experimentar con objetivos personales o profesionales.

Es interesante notar que los makerspaces, más allá de las cuestiones técnicas, tienen un compromiso social muy importante: el de colaborar con la comunidad para explorar los talentos, habilidades y conocimientos de sus miembros.

La idea del makerspace es que tenga un carácter más bien local, casi barrial, y al enfocarse en responder a la comunidad se integra fácilmente a espacios preexistentes como los centros comunitarios y culturales, las bibliotecas populares, públicas y/o escolares, etcétera.

Respecto de estas últimas, amerita la indagación el quedarse con la biblioteca popular como espacio ideal para un makerspace. De todos modos, es imperante enfatizar que albergar espacios de creación en las bibliotecas públicas no es para reemplazarlas, sino para salvarlas.

No creo que hagan falta estadísticas para caer en la cuenta de que cada vez menos gente va a la biblioteca para buscar información. Y ni hablar de los estudiantes: ¿cuánta información está en las bibliotecas y no está en Google? Y si no está: ¿no se suelen conformar con lo más parecido que consigan?

Si la función de las bibliotecas como edificios que albergan libros empieza a perder valor, las bibliotecas mismas podrían perder valor. A partir de la propuesta de instalar espacios para hacedores en las bibliotecas, makerspaces, podría atraerse a personas que no las visitarían originalmente.

Inclusive, al tratarse de bibliotecas, otro asunto que vale la pena evaluar es la noción misma de alfabetismo.

La fabricación personal como alfabetismo

Por un infortunio histórico el alfabetismo quedó reducido a la lectoescritura, pero alude directamente a las herramientas que las personas deben tener para expresarse. Por eso es que se habla de ‘nuevos alfabetismos’ muchas veces incluyendo a las competencias digitales.

Pero las herramientas digitales ya no tienen que ver sólo con manipular bits, sino también con manipular átomos; de eso trata la fabricación personal. Y el aparato estrella de la fabricación personal es sin duda la impresora 3D, cuya presencia suele ser rasgo distintivo de los makerspaces.

Sólo como ejercicio pensemos el caso de la Ciudad de Buenos Aires: el presupuesto en 2013 para el programa de “promoción de la lectura” fue de $ARS 33.983.947, que sirve a unas 30 bibliotecas, es decir, poco más de 1 millón de pesos por biblioteca. Considerando que una impresora 3D cuesta entre 4 mil y 10 mil pesos, variando el grado de precisión y calidad, fácilmente cada biblioteca podría tener una sin suponer un gran costo.

Se me ocurre que las bibliotecas comenzarían a tener mayor actividad sólo por la visita de las personas que se acercarían a ver y usar la impresora 3d; y una vez que están dentro es sin duda mucho más fácil llegar a ellos.

De todos modos, las actividades pueden aludir también a la cultura impresa: ¿por qué no hacer talleres de autopublicación y encuadernado? ¿Talleres de escritura? ¿Actividades hiladas con las narrativas transmedia? ¿Por qué no jugar con las ideas mismas detrás del storytelling? Las posibilidades de albergar espacios de creación en bibliotecas públicas son apenas limitados por nuestra capacidad de reinvención.

Pero aunque se trate de reinvención, no se trata de reinventar la rueda: si bien los makerspaces tienen el brillo de lo nuevo, recuerdan a los clubes sociales de los barrios, o a los centros culturales, o los espacios extracurriculares de los colegios, y es a partir de ellos que pueden inspirarse.

De la innovación basada en la comunidad a la innovación impulsada por la comunidad

Más allá de si se fueran a instalarse makerspaces en las bibliotecas, el punto importante es que esos espacios deben existir para que la comunidad, los vecinos, puedan desarrollarse y desarrollar proyectos juntos.

Tal como dice el dicho: “los tiempos difíciles hacen a los grandes vecinos”. Los problemas de la comunidad son un gran disparador de la búsqueda comunitaria de soluciones.

Considerando que si hay algo que generan las ciudades son problemas que nos involucran a todos, es importante la presencia de espacios de innovación basados en la comunidad que los atiendan. Con esto me refiero a espacios que buscan enfrentar las problemáticas que los propios vecinos identifican en su vida cotidiana, en su inmediatez; problemáticas que no siempre son responsabilidad del estado, pero que están presentes.

El mito del pensador solitario que sostiene que existen los momentos Eureka donde surgen las grandes ideas es sólo eso, un mito. Por el contrario, la mayoría de las grandes innovaciones surgen del choque de ideas entre personas que interactúan, por lo general, cara a cara.

Para el florecimiento de la creatividad es indispensable el tipo de choque de perfiles que se da en los makerspaces y los espacios comunitarios de innovación en general. Cuando la perspectiva inesperada de otra persona nos hace enfrentar un problema de forma diferente se da cierto ‘clic’ y la innovación se hace posible.

El objetivo es no solo contar con innovación basada en la comunidad sino directamente innovación impulsada por la comunidad.

Sea en las bibliotecas públicas o en espacios auto gestionados, creo que debemos preocuparnos por generar espacios de creación interdisciplinarios donde las personas se conecten a través del hacer.

Las conexiones entre las personas fortalecen a la comunidad y, en última instancia, generan una ciudadanía más comprometida con su entorno inmediato.

En 2014 filmaremos un documental de código abierto que enlazando experiencias personales explorará la forma en que el hacer conecta a las personas entre sí y con su entorno. Podés leer más en hackumental.cc

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Valentín Muro
Maker Movement

Me dedico a entender cómo funcionan las cosas. Tengo un newsletter (comofuncionanlascos.as)