Las ‘losers’

Temporada 4 / ‘SKAM España’ (Begoña Álvarez Rojas, Movistar+, España, 2018–2020).

Jesús Villaverde Sánchez
OchoQuinceMag
7 min readOct 27, 2020

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ATENCIÓN: Este análisis contiene información y puede contener spoilers sobre la cuarta temporada de ‘SKAM España’.

Quizás no haya nada más poético que una derrota bien encajada. Por eso la adolescencia, vista con la perspectiva y el tiempo que otorga la madurez, es pura poesía. Un espacio corto, pero intenso, de tiempo, que nos configura, nos moldea y nos sacude con virulencia a casi cada paso que damos. Una época de nuestra vida en la que nos sentimos, como Amira, la protagonista de la cuarta temporada de SKAM España, encerrados en nosotros mismos, como si algo nos oprimiese y no nos dejase liberarnos ni siquiera de nuestras convicciones, que, por si fuera poco, comienzan a tambalearse al ritmo de nuestros pasos inciertos.

Todo este vaivén emocional queda reflejado perfectamente en los ocho episodios que componen esta cuarta entrega. Y lo hace de una manera sutil, elegantísima. La puesta en escena de la serie creada por Begoña Álvarez Rojas se pone al servicio de la narración y del personaje para ofrecer un marco de cohesión. La cámara se muestra nerviosa y titubeante en casi cada una de sus comparecencias; hay una constante dardenniana en la manera de perseguir a su protagonista desde la espalda y en ese continuo desenfoque sobre el fondo. El mensaje es claro y tangencial: Amira está avanzando, pero no sabe hacia dónde. Su futuro es un ente desenfocado sobre el que tendrá que ir abriendo la rueda del foco para ubicarse. De igual forma, las imágenes nos sitúan en el espacio íntimo de su personaje principal cuando, tras una serie de malas decisiones (derrotas, al fin y al cabo), el fotograma que nos devuelve la pantalla la enclaustra en el marco natural de una puerta mientras la banda sonora hace sonar la canción Aire de Ombligo: “a veces el mundo me atrapa, siento como todo se derrumba delante de mí y no puedo hacer nada”.

“Mi destino es el que yo decido, el que yo elijo para mí.”

Evidentemente, a Amira el mundo la atrapa, como nos apresa a todos y cada uno de nosotros. Y si nosotros nos sentimos solos, ella, además, se sabe diferente. Una diferencia que, a pesar de no ser mala por sí sola, ni mucho menos (debería de ser al contrario, por enriquecedora), Amira la siente como una punzada que la oprime el pecho cada vez que quiere situarse en el mismo plano que sus amigas. Su hiyab se erige como un símbolo que camina en dos direcciones: hacia la unicidad y la valentía, pero también hacia la separación y la soledad. Quizás, por este motivo, la secuencia que mejor defina todo el espíritu de esta cuarta temporada sea la de apertura. Amira viaja de regreso a casa, hace su camino habitual, mientras suena la versión de A quién le importa en la voz de Rozalén. En un momento del trayecto, en el móvil suena la llamada al rezo y la música se detiene de forma brusca. Amira mira el móvil y decide obviar la notificación, por lo que, tan abruptamente como se había ido, la música vuelve a sonar y ella observa, a través de la mampara del autobús, la mezquita de la M30, al fondo. Esta secuencia contiene todo (o casi todo) lo que va a remover durante su cuarta temporada SKAM España.

Todo parecen ser derrotas durante esta tanda de episodios: el racismo latente de un país que impide que una mujer musulmana ofrezca un discurso de graduación, las amenazas veladas que suponen las pintadas (“son chavalerías”, dirán algunos) sobre la felicitación de Ramadán en el instituto, la crisis que pasa la amistad con Cris, la torpeza a la hora de solucionar el bache con Dounia y su hermano Kasim, la relación intermitente y compleja que vive con su hermano Dani, incluso en el primer episodio somos testigos de cómo, mientras vuelve sola a casa tras una fiesta, es atracada por dos hombres que la roban y la regalan una sensación de impotencia e inseguridad en los demás que se adhiere a la que ya siente por sí sola. Derrotas y sufrimientos íntimos que Amira encaja con la deportividad de la resiliencia. La madurez era esto.

La amistad entre Cris y Amira, aunque con altibajos, ha vuelto a ser el vínculo más fuerte que ha tenido la protagonista de la cuarta temporada de ‘SKAM España’.

Por otro lado, narrativamente, cabe destacar, en lo referente a la mirada hacia el islam, que SKAM España ofrece una mirada diferente a los conflictos derivados de la religión y su aceptación (o no) social. Si la lógica histórica nos ha hecho ver que el conflicto residía en cómo la juventud trata de desvincularse de sus raíces mientras la familia obliga a que no salgan de su maceta; en este caso, la serie de Movistar+ aboga, podemos decir, por lo contrario. Es Amira la que quiere continuar vinculada a sus raíces, su religión y sus costumbres y su familia la que le dice, por activa y por pasiva (los planos a esta respuesta de su madre son incontables), que es ella la que tiene que decidir cómo quiere vivir su vida. Amira viste el hiyab porque así lo ha decidido, ella, libre, no por imposición de sus padres ni nadie. Igualmente, conserva sus costumbres (visita la mezquita, reza cinco veces al día y respeta el ayuno) por voluntad propia, en un acto que, de manera simbólica, aporta a la adolescencia un poder de decisión sobre lo que considera mejor para uno mismo. Una independencia.

La relación entre Dani y Amira ha sido otra de las columnas vertebrales en esta cuarta tanda de ‘SKAM España’.

Nuevamente, la puesta en escena, y en este caso, la dirección de actrices y la interpretación de las mismas, se colocan como un elemento primordial a la hora de relatar las vivencias de Amira y del resto de chicas. Un buen ejemplo de esto sería la constante mirada, intermitente y nerviosa, de Amira a Cris cuando está contando a las chicas que sale con Dani, su hermano. O la ruptura de la cuarta pared que tiene lugar, a través del espejo, cuando Amira se va a quitar el hiyab en su cuarto (una introspección que los directores prefieren, finalmente, dejar en su lugar: la intimidad del personaje). La importancia del gesto, y su belleza, conforman buena parte de esta cuarta entrega de SKAM España. Desde un pelo de Nora que, involuntariamente, se queda enganchado en la cara de Alejandro, como si no quisiesen separarse (4x02) hasta la ternura con la que Amira roza el rostro de Dani tras una de sus conversaciones (4x04). En este punto, además, es justo reivindicar el trabajo interpretativo de Hajar Brown. La actriz, como sus compañeras de reparto en temporadas anteriores, consigue dotar a su personaje de todo tipo de pliegues y hacer partícipe al espectador de su viaje. Sus ojos son una ventana al alma de una mujer que madura a base de incertidumbres. En la mirada de Amira caben mundos en decadencia, un sinfín de ciudades derruidas y cientos de universos que se apagan.

Lo que se apaga definitivamente es una serie que ha acompañado a un grupo de amigas que no se han necesitado nada más que a sí mismas para ser todo lo felices que pueden. Finalmente no hay viaje tras la EVAU. O quizás sería más correcto decir que no asisten a ese crucero que monta el resto del curso, pero sí hay viaje. Uno mucho más especial, íntimo, que las lleva a todas juntas a un adiós tan bello como triste, bello e idílico. Se pone el sol mientras ellas se dedican unas palabras (da la sensación de que, en este punto, estamos escuchando hablar a las actrices más que a sus personajes), se besan, se dan la mano, ríen, lloran… Se despiden, en definitiva, las unas de las otras. En un momento de este clip final, la propia Amira llega a romper la cuarta pared, otra vez, esta vez directamente, para lanzar un beso al espectador y hacerlo partícipe (porque lo ha sido: el transmedia de esta serie ha sido el más consciente de todas las ficciones españolas que se han realizado hasta hoy) de su despedida final. Mientras, en otro homenaje impagable a Pau Donés, suena su Eso que me das (“Gracias por estar”). Es en este momento cuando, involuntariamente, SKAM España se emparenta en su cierre con otra teleficción sobre (o desde) la adolescencia. Mientras Amira habla al resto (“ojalá existiese un aparatito para poder darle pausa a los momentos que molan; yo lo usaría para ahora: le daba al botón y para siempre” ) resuenan las palabras que decía Cassie en la noche del baile de graduación de Euphoria: “Quizás recordemos esta noche en el futuro como el último momento de la vida en el que se puede soñar”.

‘SKAM España’ se ha despedido con un viaje de las cinco amigas, las ‘losers’, que comenzaron la andadura hace dos años (más tarde se incorporó la Joana de Tamara Ronchese, que también merecería una mención de honor).

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Jesús Villaverde Sánchez
OchoQuinceMag

Periodista. Intento escribir retratos y fotografiar historias. Casi nunca lo consigo.