Experiencias en el Valle Sagrado
Perú para viajeros, parte 9 de quiensabecuántas
Desde Cusco no sólo se va uno a Machu Picchu. En la antigua capital inca uno se encuentra al borde del Valle Sagrado, una amplia región que va desde Písac hasta Machu Picchu rodeando el curso del río Urubamba, también conocido como Vilcanota. Como indiqué en otra parte, hay un Boleto Turístico que, en su versión “integral”, da acceso a 14 puntos diferentes; cuesta S/130 (para no peruanos) y el mejor lugar para comprarlo es la Municipalidad del Cusco (sólo reciben soles en efectivo).
De estos lugares nosotros fuimos a Sacsayhuamán (caminando desde Cusco), a Ollantaytambo (como punto intermedio de nuestro viaje a Machu Picchu) y a Chinchero, Maras y Moray. Estos últimos se recorren en una excursión de medio día, que conseguimos a S/25 por cabeza. Hay decenas de agencias de turismo (algunas meros escritorios con un teléfono y un par de posters) que ofrecen la misma excursión. Si uno va con intención visible de comprar lo primero que encuentre, es probable que le cobren más. Hay que fingir que uno duda y llegado el caso regatear insinuando que ha visto lo mismo más barato.
Chinchero es una corta pero pintoresca parada en el camino. Es un pueblo pequeño pero pujante donde se está planeando construir un aeropuerto internacional para aliviar al de Cusco. Nos detuvimos allí porque hay un grupo de productores que crían alpacas, las esquilan, hilan la lana, la tiñen con tinturas naturales y hacen ropa de abrigo para vender. Una mujer del lugar, experta en lo suyo, demuestra parte del proceso para los visitantes y después invita a comprar. La ropa es de buena calidad y está bastante más barata que en Cusco. Lo rústico del lugar no es obstáculo para el cobro rápido con tarjetas de crédito, pero éste viene con recargo; en efectivo es más ágil y más barato. (Yo conseguí un pulóver grueso a sesenta soles; en Cusco algo comparable estaba a S/95. La baby alpaca es otro asunto: hablamos de por lo menos el doble de ese precio… que sigue siendo barato comparado con el de la ropa fina en Argentina.)
Después de Chinchero la excursión sigue hasta Maras, donde hay unas terrazas salineras muy fotogénicas. Al salir de allí, por supuesto, se pasa por un negocio que vende paquetitos de sal con condimentos. Mirando un poco se puede llevar uno algo de buen sabor peruano. (Nosotros nos llevamos tres paquetes pequeños de sal a S/10 en total. La sal de huacatay es muy buena, y también la de ají amarillo.)
Cerca de Maras está Moray, que es un “laboratorio agronómico” de los incas. Se trata de unas impresionantes terrazas circulares, como anfiteatros, donde los incas plantaban papas y otras cosas para aclimatarlas a diferentes alturas. El guía del lugar dará abundantes detalles sobre esto de manera que no voy a explayarme más.
Todo esto nos llevó la mañana; volvimos a Cusco pasando el mediodía, por una ruta muy bella, ya que el valle es casi todo verde y (al menos en abril) muy florido.
Ya comenté algo sobre Ollantaytambo al hablar sobre Machu Picchu. En Cusco se venden excursiones que van en el mismo día a Písac, Ollantaytambo y otros puntos del Valle Sagrado. No se pueden saltear puntos intermedios. Para cuando supimos esto, nosotros no sólo habíamos visitado ya Ollantaytambo sino que estábamos además muy cansados y resueltos a no embarcarnos otra vez en una excursión de día completo. De manera que renunciamos a ir a Písac.
Pero ¿vale la pena ir un día a Ollantaytambo? El pueblo es bastante pequeño, pero tiene callecitas antiguas y floridas que da gusto recorrer. Las ruinas, por supuesto, son lo más imponente. Hay terrazas (de contención, no para agricultura), colcas (depósitos) en las laderas de la montaña, y abajo, fuentes y acequias incas que aún funcionan, junto al rumor del río. No es Machu Picchu (hay menos edificios, no tan bien conservados, y no tan rodeados de verde exuberante) pero vale la pena pasarse un par de horas, especialmente para no perder el aliento en las escaleras. Además, hay amplio lugar para descansar después y comerse un sandwich a la sombra.
Para ir a Ollantaytambo sin excursión hay que acercarse, en Cusco, a la calle Pavitos (que tiene sólo dos cuadras de extensión), no muy lejos del centro aunque en una zona decididamente no turística. Se puede llegar yendo al sur tres cuadras por la Av. Grau, que nace en la Av. El Sol frente al Qorikancha. Apenas doblar la esquina es probable que uno sea asaltado (¡verbalmente!) por gente que quiere venderle un viaje. Todo a lo largo de la calle hay una infinidad de camionetas blancas que salen de Cusco a Ollantaytambo desde muy temprano por la mañana. No hay manera de pasarlas por alto. Hay que regatear el precio, o al menos simular que uno va a buscar una alternativa; lo acordado, aunque sea de palabra, se respeta. (A nosotros nos cobraron S/10.) El chofer de la camioneta es sólo un chofer, no un guía turístico: pondrá la música que quiera, al volumen que quiera, y levantará pasajeros extra, si tiene el más mínimo lugar libre, en la ruta.
Hay otros servicios de camionetas como éste que van hasta Písac (en realidad hasta Urubamba). En Cusco paran en otro lugar, en la calle Puputi (el camino más rápido es acercarse a San Blas, tomar por las calles Ruinas y luego Recoleta). El ambiente es igual al de la calle Pavitos. No mencioné esto antes porque aquí el trato no es tan bueno: es barato y rápido llegar al pueblo de Písac, pero las ruinas (que es lo que uno quiere visitar) están a gran altura y a varios kilómetros de ahí, por lo cual, a menos que uno tenga mucho estado físico, sólo podrá llegar en un taxi que consiga en el lugar, que naturalmente le cobrará lo que quiera y hasta un poco más por la molestia.
