Cómo Son Los Políticos.

Y como podríamos cambiarlo.

Santiago Siri
Política * Internet

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¿Viste todos los que empezaron a joder en Twitter haciendo chistes con una noticia sobre un suicidio? Tan conectados, y muy desconectados a la vez. Así son los políticos que elegimos: especuladores mediáticos. Solo ven oportunidad antes que realidad. “¿Como esto me afecta a mi?” es lo primero que piensan. Y así actúan, entrando bajo una lógica cultural televisiva permanente. Así es que nos fuimos devaluando. A tal punto nos gobierna el rating, que nuestro principal especialista en la materia se encuentra ensayando su salto a la política.

Hace poco conocí a un político (“de revista”). Lo único que me dijo fueron tres cosas:

1. “Yo, puedo ser uno de los cuatro futuros intendentes de esta ciudad”.

2. “Pasé de medir 20 puntos a más de 50”.

3. “Todo lo que logré en mi carrera política, lo logré sólo…. ¡Sólo eh!”

Ese último me pareció el más chocante: lo había dicho en frente de sus dos colaboradores más cercanos. Uno de ellos, un pibe de mi edad. Mi impresión es que le importaba más que nada desmarcarse de su propia figura paterna, encarnando precisamente eso: paternalismo. Nunca me habló sobre sus ideas para el país, a pesar de ocupar un rango de escala nacional. Alguno me justifica sus palabras diciéndome: “Quiso ser contundente. ¡A muchos motiva ver a alguien con esa ambición!”. A mi me desilusiona: No quiero darle de comer a eso. Un buen ego sabe identificar a otro. Y sinceramente creo que el ego es el bug.

También me planteo si corresponde contarlo. “Tenes que saber cuando jugar esa carta” me recomendó algún Maquiavelo. Pero si empiezo a callarme estas cosas, empiezo a especular. Aparentemente la política tiene ciertos códigos. Pero a mi me interesa cambiarle su código. No creo que la cosa así llegue muy lejos. Por eso también sé que no todos son así, y ni siquiera esta persona debe ser siempre así. A veces, esos demonios, son más frecuentes de lo que admitimos reconocer y aquella forma de hacer política puede emerger adentro nuestro. Mi amigo Tincho Yeza lo describe muy bien:

“Se instauró una ética fierita del poder, en donde lo importante ‘es el poder’ como una cosa en sí misma, que produce una adoración fetichista a su alrededor”

Muchas veces la política se enfoca en la evangelización de las ideas. Pero un sabio una vez me dijo que también era importante exorcisar los demonios. “La diferencia entre llevar hacía afuera y sacar desde adentro.” Por eso me incliné por escribir. Y publicar.

Hay algo impresionante respecto a la red: El mundo convive con una abundancia de información que crece exponencialmente. Y frente a ese nuevo contexto, las nuevas generaciones se acostumbran a la intuición de saber que al final, todo se sabe. Por eso, las sociedades que se rigen bajo el ethos occidental avanzan sistemáticamente sobre una ampliación de derechos. Como en Argentina donde un gay puede casarse o en Uruguay donde un porro fumarse. Y con internet, culturalmente nos llegó una libertad sensiblemente mayor (su pornografía deja constancia de eso y vale recordar el caso de Larry Flynt contra los Estados Unidos, donde la Corte Suprema falló a favor de la libertad de expresión).

Por todo eso: mantener secretos ya deja de ser una estrategia redituable si de construir poder se trata.

El software más usado del mundo (una forma de expresión de las ideas más populares), triunfa por abrir su código, la receta con que se lo cocina. Si usas Chrome, Android, WikiPedia o la World Wide Web, estas usando herramientas que fueron construidas colaborativamente alentando la copia, modificación y mejora pública de su contenido. Esa es una política que me gusta.

Y si algo me enorgullece del Partido de la Red, es que estamos generando copias, como esta que acaba de surgir en Chile:

Slogan, nombre y logo. Así son los memes. No, no tengo idea quiénes son.

Ver nuestras reacciones sociales en Twitter, debe empezar a ser también un espejo en el que nos podamos mirar. No estar siempre señalando a los jorgerriales de este mundo. Creo que eso va a madurarnos como sociedad, y dejar de buscar paternalismos en los que uno se permita descansar su propia irresponsabilidad.

Los tiranos lo saben.

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