El libro digital en América Latina representa una enorme oportunidad que no podemos dejar pasar
Esta semana tuve la posibilidad de estar presente y formar parte de la reunión ordinaria que realizó la CERLALC en Santiago de Chile con altos funcionarios de toda Iberoamérica, incluyendo 8 Ministros de Cultura de la región. El motivo fue la presentación del proyecto del Catálogo latinoamericano de la oferta editorial (cuyo documento elabore). Un proyecto sumamente ambicioso que de hacerse, significará un cambio muy importante para la dinámica del libro en la región. Al ser una reunión privada, no puedo contar muchos detalles más que los que la propia CERLALC vaya comunicando en sus canales públicos o a través de la prensa.
Pero si quería reflejar el foco que tuvo la reunión en toda su agenda, en todos los mandatarios, vinculado a la preocupación por la circulación del libro en America Latina. Las enormes distancias del continente (Argentina sola supone una extensión similar a toda Europa occidental), las deficiencias en los sistemas de transporte (con la casi inexistente red de ferrocarriles), y los enormes costos de logística que esto implica, la burocracia administrativa en los sistemas aduaneros, la escasez de librerías y bibliotecas en las ciudades distantes de las grandes capitales, todo ello supone en conjunto enormes dificultades que históricamente ha debido atravesar el sector editorial para poder potenciar la circulación del libro dentro de los propios países, en la región, y hacia afuera de la misma. En ese sentido, el otro proyecto presentado y discutido en la misma reunión, el Pacto Iberoamericano por la libre circulación del libro, busca dar esencialmente una respuesta a varios de estos aspectos, generando acuerdos multilaterales que permitan fomentar la circulación del libro y la bibliodiversidad.
Ahora bien, siempre fui de la idea de pensar que el libro digital supone una respuesta a muchos de estos enormes desafíos. Y no solo eso, representa una enorme oportunidad, única en la historia, de hacer que el libro circule realmente por todo el continente, y llegue a más lectores (más aún a quienes tradicionalmente han tenido poco acceso a bienes culturales). Cuando hablamos, por ejemplo, de las dificultades que implica llevar un libro de uno a otro extremo del continente, el libro digital puede ser la solución. Cuando nos referimos a los elevados tiempos y costos que implica exportar un libro desde América Latina hacia una librería en España, el libro digital puede ser la solución. Cuando hablamos de la escasez de librerías en muchas ciudades, y el poco espacio que en ella queda para libros que no sean los best sellers del momento, el libro digital puede ser la solución (cada smartphone puede convertirse virtualmente en una librería). Cuando hablamos de las complejidades en la cadena en materia administrativa e impositiva, el libro digital puede ser la solución. Pero a pesar de todo esto, el libro digital ha avanzado muy poco en la región.
Y la principal razón que encuentro es que año a año se digitalizan menos del 25% de las novedades que se publican. Con lo cual, en esencia, sucede algo muy elemental, y es que los lectores que quieran leer libros digitales no encuentran o tienen a disposición los contenidos que quisieran leer, aunque lo quisieran hacer. Y esto, como sabemos, supone (aunque no justifique) dejar un espacio enorme al desarrollo de la piratería. Es decir, la piratería no se desarrolla porque los editores digitalicen sus contenidos, sino todo lo contrario.
Este sería el primer foco. Ahora bien, ¿por qué el volumen de títulos que se digitalizan en la región es tan bajo? Las razones son varias. La que argumentan los mismos editores, esta vinculada con el negocio, y la imposibilidad de ver con claridad que el libro digital represente un ingreso similar o superior al que les significa la edición en papel en la actualidad. En los mercados “más desarrollados” (Estados Unidos o Inglaterra), el libro digital supone cerca del 20% del negocio total de la industria, en España el 10%, y en países como Argentina menos del 5%. Estas cifras no parecen muy esperanzadoras después de 10 años de haber surgido el Kindle. Claro, hay varias consideraciones para hacer al respecto.
- La primera es que en estas cifras se suele contemplar solo el modelo de negocio “tradicional”. Es decir, la venta de libros uno a uno, y no se incluye en ninguno de los análisis o diagnósticos del sector a otros modelos de negocio que posibilita el libro digital, y que se han desarrollado especialmente en los últimos 3 años, como son los sistemas por suscripción, la lectura por streaming, los sistemas de préstamos digitales, u otros modelos ad-hoc que suelen trabajar algunas editoriales en forma propia.
- La segunda es que los actores de peso más fuertes para el desarrollo del libro digital, como lo es Amazon, están prácticamente ausentes en América Latina. Si bien esta empresa tiene presencia ya desde hace varios años en México y en Brasil, en el resto de los países es prácticamente desconocida (…aún 🤔).
- Y el tercer factor que me parece importante es que se suele hacer más referencia a la compra que a los indicadores relativos a la lectura (cuando se habla de la poca penetración del libro digital). Y una gran ejemplo de ello es el Desafío Leer 20–20 (desafio.leer.org), plataforma que hemos desarrollado en Proyecto451 para la Fundación Leer, que en esencia es algo así como un Netflix de la lectura infantil, con una oferta de libros que va de 0 a 12 años, que los lectores pueden acceder en forma gratuita (sobre la que me he referido en este artículo). Con 7 meses desde su publicación, la plataforma ya lleva más de 350.000 libros leídos por más de 35.000 chicos, que han sido leídos desde más de 2.000 localidades diferentes de Argentina, lo que demuestra que la lectura digital tiene un potencial enorme en nuestros territorios, cuando se desarrolla una plataforma simple, clara y con una oferta de contenidos de mucha calidad. ¿O alguien podía imaginar que un chico de 4 años podía estar 20 a 30 minutos leyendo un libro en el smartphone de su papa (algo que vemos a cotidiano en esta plataforma)? Claro esta, al ser una plataforma gratuita, resulta difícil para un editor ver el modelo de negocio detrás (aunque estoy seguro que más de uno estaría dispuesto a pagar por acceder a una base de datos de 35.000 familias argentinas lectoras). Pero lo que me interesa señalar es que a esta altura debemos dejar a un costado las románticas miradas hacia el libro en papel, y acordar que la lectura digital supone traspasar las fronteras y los límites enormes del mundo físico. Y tal vez este es el aspecto más árido e incomodo de todos, ya que chocamos con la idea de que ésta es, ni más ni menos que una industria, y por lo tanto, debe tener un sustento económico para poder evolucionar en esta dirección, porque sino, no lo hará, por más bonito que todo parezca.
Las nuevas tecnologías imponen reflexionar de manera muy profunda sobre toda la cadena de valor del libro, desde el autor al lector. Nos hace pensar en la posibilidad de que un libro se escriba en simultáneo entre autores de México y Colombia, se edite en Argentina, se ilustre en Uruguay, y se distribuya al instante, tanto en formato digital como papel (bajo impresión por demanda) a todas partes del mundo. Acordando entonces que tiene un potencial enorme para la circulación del libro y la bibliodiversidad, y que permite superar todas las limitaciones que mencionamos anteriormente del mundo físico: ¿por qué no pensar colectivamente como industria en el desarrollo del libro digital en la región? ¿no sería mejor reflexionar sobre este camino, y trabajar en un modelo de negocio que permita el sustento para la industria, en vez de (o a la vez de) intentar resolver problemas de logística, impositivos o de cualquier otro orden? ¿y qué acerca de la impresión digital por demanda? ¿no convendría poner nuestros esfuerzos en mejorar y desarrollar esta tecnología para que cualquier libro pueda fabricarse en el mismo lugar en el que se compra y evitar las dificultades que supone la distribución? ¿no nos estamos perdiendo una enorme oportunidad? ¿debemos esperar a que actores tecnológicos definan el camino a seguir, y hasta entonces, no hacer absolutamente nada? ¿se requiere sí o sí del impulso y la asistencia estatal para que esto pueda ser una realidad?
Lo sé, muchas preguntas.