El acuerdo de los refugiados: la versión «racional»

Rafa Zamorano
Punto y coma
Published in
7 min readMar 19, 2016
El Roto, 17 de Septiembre de 2015; vía el País

AAyer finalizó la cumbre de la Unión Europea con Turquía para decidir, básicamente, cómo resolver el escabroso asunto de los refugiados. Imagino que la mayoría de lectores ya sabréis cuál ha sido el acuerdo alcanzado, pero, si no fuera el caso, podéis leer al respecto aquí, aquí o aquí, por poner algunos ejemplos.

En (muy) resumidas cuentas, el pacto consiste en esto:

  • Turquía reacogerá a todos los refugiados que hayan abandonado sus costas en dirección a Europa de forma ilegal.
  • Por cada inmigrante sirio que Europa envíe de vuelta a Turquía, deberá aceptar a un inmigrante sirio desde Turquía — aceptado a través de procedimientos legales.
  • A cambio, Turquía obtiene dinero, los ciudadanos turcos podrán entrar en la zona Schengen sin visado y se reavivará el diálogo sobre la entrada de Turquía en la UE.

Hay problemas prácticos en este acuerdo, y son relevantes. Por ejemplo: ¿qué pasa con todos los refugiados que no son sirios? Si bien es cierto que la mayoría de personas que han llegado a territorio Europeo escapan de ISIS y Al-Ásad y todo lo que sucede allí, también hay una cantidad enorme de iraquíes, afganos u otros inmigrantes, como muestra el gráfico de la BBC. Estas gentes también vinieron, presumiblemente, a través de Turquía y volverán allí. ¿Qué pasará con ellos?

Eurostat, via BBC

También existe un problema legal que la UE tendrá que, digamos, esquivar si quiere realmente implementar este acuerdo. Para poder «deportar» a los refugiados (porque, no nos engañemos, eso es exactamente lo que este acuerdo sugiere) tendría que considerarse a Turquía como un país «seguro». Turquía ahora mismo no cumple esos requisitos legales, y es posible que no los cumpla a corto plazo. Tampoco es que la legalidad sea algo preocupante para entidades tan poderosas como la UE, pero es otra consideración más en este asunto.

Más allá de eso, y como explora mi compañero Pablo Aguirre Herráinz en este artículo publicado en Punto & Coma hoy mismo, el asunto realmente importante y por el que este acuerdo está siendo y seguirá siendo criticado es por su, digamos, espíritu. O falta de espíritu. La deportación masiva de estos refugiados representa una traición a los valores europeos más fundamentales, a la esencia misma de lo que consideramos «Europa» y lo que Europa ha representado y sigue representando para el mundo. Miren, yo voy a decir esto alto y claro. Estos «refugiados» o «inmigrantes» al final son seres humanos que huyen de la barbarie; seres humanos como tú y como yo, que se podría decir. Para el que se sienta cómodo leyendo en inglés, esta serie de la genial página Humans of New York sobre los refugiados es maravillosa porque humaniza a esta gente, que al final busca escapar de una guerra que no tuvo nada que ver con ellos. Echar a esta gente, que necesita estabilidad y paz y huye de los monstruos de Oriente Medio, es asqueroso. Y ojalá no tuviéramos que hacerlo.

CComo todo en este mundo, sin embargo, la clave de este acuerdo se halla en la política. A todos — no, miento, a la mayoría — nos gustaría poder ayudar a los refugiados dejándolos entrar en Europa y asentarse aquí. Y a nivel económico y numérico no habría problema: hay grandes extensiones de tierra en Europa que están vacías. Si me apuras, y por poner un ejemplo, a Castilla no le vendría nada de mal tener a un par de miles de nuevos habitantes dispuestos a asentarse allí y labrarse un futuro. Y hay regiones como Castilla en cada país, áreas vacías de las que los jóvenes huyen para buscar salidas en las ciudades. Así que la capacidad en sí misma no es un problema.

El problema, insisto, es político; y más concretamente, el riesgo político de más radicalización. Europa ya lleva varios años convirtiéndose en un creciente nido de opiniones de extrema derecha: aquí en España hemos oído hablar de Le Pen en Francia, de Amanecer Dorado en Grecia y en menor medida de UKIP en el Reino Unido. Pero la extrema derecha está en el poder en partes de Europa Central (Hungría, Polonia) y, en mayor o en menor medida, campa a sus anchas en Escandinavia. Esto se refleja en la oposición de estos países a aceptar refugiados en el contexto actual.

La popularidad de la extrema derecha tiene mucho que ver con su rechazo a la inmigración. Asumámoslo: Europa en general tiene un problema con la integración de inmigrantes, especialmente de Oriente Medio o Asia. España, en este sentido, ha sido y sigue siendo prácticamente modélica: con nuestros más y nuestros menos, los inmigrantes que vienen a nuestro país se integran con relativa facilidad. Pero los guetos parisinos y belgas son ya famosos, al igual que las comunidades turcas en Alemania e indias y pakistaníes en el Reino Unido — y no hablamos precisamente de inmigrantes de primera generación. Hay una percepción en estos países de que estas comunidades están al margen del país; que, en otras palabras, preservan su forma de vida — incluyendo prácticas que rozan lo ilegal aquí — y simplemente llevaron a cabo un trasplante geográfico.

Lo erróneo aquí es asumir que eso es culpa de los inmigrantes; ese es el argumento «fácil». Al contrario: Europa tiene un problema integrando a inmigrantes, un problema que llevamos décadas teniendo y que no hemos sabido resolver. El quid de la cuestión es que este problema de integración ha llevado a un rechazo político relativamente extendido y a una hostilidad que en ciertos lugares de Europa es casi tangible.

Obviamente, tratar de abrazar una ola de refugiados como la que vivimos estos días en este contexto es peligroso — no sólo para Europa, que también, sino especialmente para los propios refugiados. Necesitábamos una alternativa.

AAquí es donde entra a escena el actor secundario de lujo de esta película: Turquía. La relevancia de Turquía para Europa es obvia, y no sólo a corto plazo: Turquía es el puente que une dos continentes, la llave que da acceso a Europa. Europa necesita poder contar con Turquía. Su rol en esta historia es muy prominente: prácticamente todos los refugiados asiáticos o de Oriente Medio han de pasar por Turquía, de una forma u otra. Parte de la relevancia de este pacto es que nos une más con Turquía — que en vez de echarles la culpa de todo lo malo y crear más animosidad, trabajaremos codo con codo para sacar esto adelante de la mejor manera posible. Al menos esa es la teoría.

Turquía ha sacado jugosas ventajas de este acuerdo, algunas de las cuales — hablo del permiso para ciudadanos turcos para viajar sin visado por la zona Schengen — van a escocer entre la derecha europea más cerrada. Pero a cambio, Europa va a obtener, se espera, un socio junto al que afrontar esta espinosa situación. Turquía, reitero, es necesaria. No podemos organizar esta ola de inmigrantes sin su ayuda; y si no la organizamos nos arriesgamos a que Europa se parta en cachitos y a que todo lo que Europa es y representa se evapore de verdad. Este pacto no es precisamente un ejemplo de los ideales europeos — más bien lo contrario — pero puede que ayude a que, a largo plazo, podamos ayudar a más refugiados dejando que los fuegos se apaguen gradualmente y eliminando el riesgo político de la reacción de la extrema derecha.

El Roto, 10 de Marzo de 2016; vía El País

NoNo nos engañemos: en este clima político, no podríamos haber lidiado con una ola de inmigrantes así. Aunque no olvidemos que esto no es una derrota absoluta. Europa va a seguir aceptando refugiados, y los va a seguir aceptando a un ritmo proporcional al de las deportaciones. Pero los va a aceptar de manera más organizada, limitando las consecuencias políticas y evitando darle argumentos sencillos a la extrema derecha que resquebrajen Europa. Este acuerdo, como dice The Economist, no es bonito ni es limpio. Es, de hecho, un desastre. Pero puede que sea la mejor alternativa a nuestra disposición.

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Rafa Zamorano escribe desde Escocia, donde reside desde hace seis años. Estudia Política Pública y escribe en el Libro de a Bordo desde hace más de diez años.

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Rafa Zamorano
Punto y coma

St Andrews alumn. Hoy día en Madrid. Editor de EÑES. Fundador de @PuntoyComaMed.