Aplastadas más de 84 vidas

Mariana
Punto y coma
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5 min readJul 15, 2016
Así, en letras CAPITULARES. Fuente.

Niza, Francia: 14 de julio de 2016, Día de la Bastilla

Hasta hace un tiempo no era muy dada a escribir sobre tragedias porque me parecía que era una forma de eternizarlas. Es decir, la «palabra», a fin de cuentas, se hizo para eso: hacer eternos los recuerdos y las imágenes que la mente no retiene por mucho tiempo. Ante tantas tragedias significativas, sin embargo, me parece que las «palabras», en esencia, no deben eternizar solo lo bonito que nos rodea. A pesar de que las malas noticias que rondan el mundo no hacen sino recordarme lo efímero que es la vida y lo inhumanos que los seres «pensantes» son capaces de ser, es imposible permitir olvidar la realidad que enfrenta la humanidad.

Y por eso aquí estoy nuevamente, escribiendo sobre otra tragedia que en inicio se piensa ajena, pero que al final termina siendo muy mía y muy de todos. Esta vez eternizo el terror que vive Niza, no porque quiera prolongar la tristeza, el mal sabor y los malos recuerdos, sino porque quiero dejar plasmadas para la historia dos realidades que deben quedar claras ante esta nueva tragedia. La primera es que al terrorismo no se le da la espalda, sino que, así como al toro, se «agarrara por los cuernos» y se enfrenta. Segundo, y con esto doy inicio a lo que hoy me trae aquí, es que el autor de este acto indiscriminado debe ser visto, ante todo, como lo que es: un humano.

El único rostro del terror

Un humano utiliza un camión para aplastar vidas

Un camión, el arma utilizada. Fuente.

Esta vez, decir que «se han llevado por delante» a más de 84 personas no sería una hipérbole. Es decir, es real, «muy real» y sobre todo, asombroso. Un «ser humano» ha atropellado despiadadamente a más de 84 personas que aguardaban en una acera del Paseo de los Ingleses para disfrutar de la vista de los fuegos artificiales y así culminar la celebración del Día de la Bastilla.

No logro desechar de mi cabeza la imagen en la que alguien se sienta, quizá con un café y una tostada en la mano, a planificar — como si planificara pasar una tarde en la playa— cómo será su movida terrorista. Porque tiene que haber sido elaborado de esta manera, si no peor. Alguien que premedita matar personas aplastándolas con un camión, como si le pasara por encima a cualquier desecho de basura olvidado en la calle, ha de tener los nervios de plomo.

El nombre. Fuente.

Las culpas, las religiones y la política es lo que viene ahora. «¿Y quién ha sido?». Qué más da. No se trata de ponerle un nombre o un rostro al autor de este atropello. Ha sido un humano, un ser pensante y muy capaz de discernir entre el bien y el mal y eso es lo que cuenta. Que sea un «humano», así como tú y como yo, es lo que nos da «algo más» en qué pensar: ¿Tendrá familia? ¿Hijos o esposa? ¿Siquiera alguien a quien no deseara nunca ver aplastado? Mi corazón ingenuo dice que sí, seguro que tenía a alguien en la vida, pero claro, mi vena objetiva, esa que lo ve todo sin involucrar nada, me dice que no. Ese «humano» que aplastó a más de 84 vidas en la noche de ayer era un ser vacío y solitario.

Aprender a vivir con el terror

A darle la cara a la realidad

Hay que aprender, sí. Fuente.

«Ningún país debería aprender a vivir con terrorismo», responde Tanya Burr a la afirmación de Manuel Valls, Primer Ministro de Francia. Si bien resignarse a vivir en un mundo perdido, lleno de odio y maldad suena a cobardía, «aprender a vivir con el terror» es necesario. No se trata de no luchar ni de dejar de promover una crianza de seres humanos mentalmente saludables, sino de no dejarnos caer ante el terror. «Vivir con terrorismo» se trata de continuar viviendo ante él, porque tener miedo, «vivir» con miedo, nos paraliza y nos limita.

El terrorismo y la maldad se encuentra en todos lados y llega a nuestras vidas de la forma más increíble e inesperada.

Siempre pensé —absurdamente— que vivir lejos de los lugares más sensibles a los actos terroristas era la solución para librarme de uno; ya saben, si estaba lejos de los países con deudas pendientes, económicas o morales, o ciudades abarrotadas de gente y culturalmente variadas, estaría a salvo. A partir de esta idea, sin embargo, surgieron interrogantes del tipo: «¿Quiere decir que nunca podré salir de mi país?», y la más importante: «¿Realmente me libro de morir en manos de un humano con mente desequilibrada limitando mis pasos?». La respuesta a esta última, que al final fue la más relevante, fue «no».

El terrorismo y la maldad se encuentran en todos lados y llega a nuestras vidas de la forma más increíble e inesperada. Aun habitando en la luna hay que estar conscientes de que, más allá de la religión o la política, el terrorismo es causado por un ser humano cualquiera que en algún punto de su vida ha perdido su norte y su sensibilidad. Estos actos sin corazón son una realidad y, más allá de darle la espalda, hay que enfrentarlos.

Finalmente, darle cara al miedo y al terror, incluso cuando se está aterrorizado, olvidarnos de echar culpas y buscar nombres, continuar la lucha por una humanidad saludable de mente y espíritu, de eso se trata. El 14 de julio de 2016 ha dejado de ser un día de celebración para los nizardos y para Francia entera.

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Mariana González (@MarianaGlez8) es editora autónoma. Es natural de Puerto Rico pero a día de hoy escribe desde cualquier café de Nueva York.

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Mariana
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Editora, de profesión y por necesidad (y siempre en el café más cercano)