Trump y la hipnosis

Carlos Vázquez
Punto y coma
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7 min readJan 20, 2017
Parodia de billete de 500 dólares de Trump. Fuente

La mitad de los estadounidenses, y se diría que todos los europeos, han retrocedido en el tiempo ochenta y siete años: para ellos hoy es 30 de Enero de 1930, el día en que Hitler fue nombrado canciller de Alemania.

Esta hipnosis es el resultado de una campaña en la que se ha manipulado apelando a los miedos más irracionales de los votantes y, de rebote, a los europeos nos han metido el miedo en el cuerpo porque sí.

Trump, candidato

Cuando el septuagenario de extraño color de piel y pelo ridículo anunció su candidatura a la nominación republicana casi nadie le auguró el menor éxito. ¡Qué menos! El individuo parece un villano de tebeo: demasiado caricaturesco para tomárselo en serio, pero visualmente entretenido. Donald Trump era Marvel donde el resto de políticos eran DC (al menos en su universo cinematográfico).

El hombre escaló posiciones en las encuestas hasta poder batirse con contendientes mucho más serios, mucho más DC. Y, como DC, poco definidos y con graves problemas para apelar a su público. Y es que el público republicano necesitaba que apelaran a él: estaba harto de ser señalado como el origen de todos los males de la nación, de ser llamado racista, xenófobo, escasamente inteligente, y de salir perdiendo en las adjudicaciones sociales por la llamada discriminación positiva, que beneficia especialmente la pobreza urbana negra frente a la pobreza rural blanca.

Trump caracterizado como un villano de Marvel. Fuente

Sí, Trump era pintoresco, y de tonos chillones, y su mensaje era simple: recuperaremos el trabajo. Lo recuperaremos de las compañías americanas que lo han deslocalizado a la India o a China; lo recuperaremos de los cuatrocientos mil mexicanos que cada año cruzan nuestras fronteras. Las soluciones que propuso serán erradas, pero Trump atacaba el fondo del problema: entendía a sus votantes mucho mejor que sus rivales.

Así, mientras Trump prometía devolver el trabajo a los americanos, los Ted Cruz de la vida proponían remodelaciones fiscales — ¡con lo complicado que suena eso! — . Lógicamente, en este mundo de opuestos, el de Trump sería encarnado por un Bernie Sanders igualmente populista pero con un problema matemático: el número de personas que quiere un salario mínimo de 15 dólares la hora es menor que el número de personas que quiere un trabajo a secas.

Trump también pudo contar con la publicidad gratuita que le ofrecieron los medios tradicionales, quienes «le hicieron la campaña» pensando así que colocaban en el bando republicano a un monigote capaz de perder incluso contra Hillary Clinton — una de las peores candidatas que jamás ha tenido el partido demócrata — . Por eso Trump no sólo ganó las primarias republicanas: también las ganó con la mayor eficiencia al obtener más de 18 delegados por cada millón de dólares de su campaña (en segundo puesto está Clinton con 7 delegados por millón, teniendo en cuenta además que el partido demócrata tiene casi el doble de delegados que el republicano, como adelanté aquí).

Trump, presidenciable

Cuando Trump ganó dicha nominación, muchos pensamos: «pues ya está decidido; parece que vamos a ver a la primera mujer presidente de Estados Unidos». El billonario podría ganar la candidatura de su partido, pero no tenía ninguna posibilidad de ganar la presidencia… ¿verdad?

A partir de este punto la campaña, ya agria de por sí, se convirtió en una guerra declarada por parte de los medios, los mismos que lo habían catapultado a su posición. Era la segunda parte del plan de «llevar a un palurdo a la cabeza del partido republicano para que nos sea fácil ganarle en las presidenciales». Así debieron de pensar los trabajadores de Times Warner, el conglomerado empresarial que aúna medios como la CNN, CNN+, HBO (Last week tonight), la revistas Times, People y Fortune, ¡DC comics! y la Warner Bros, y que están entre los principales donantes de Clinton de toda la vida.

Trump y Clinton como marionetas de Putin y Wall Street. Fuente.

La insistencia desmedida en que se atacó al candidato republicano pudo ocasionar incluso un efecto rebote. Muchos canales alternativos, hartos de la intoxicación irresponsable vertida día sí y día también, optaron por apoyar a Trump y contar la otra versión de cada historia que salpicaba al magnate. El ejemplo más importante que puedo señalar es el de Scott Adams, autor de Dilbert y teórico del poder de persuasión.

Hillary tampoco dio la talla al permanecer ausente durante importantes segmentos de la contienda, posiblemente debido a problemas de salud relacionados con unos coágulos que se le formaron en el cerebro en 2012, y cuyas consecuencias probablemente sean responsables de ataques como los de este vídeo:

Hillary sufre una convulsión en directo. Fuente.

En su extraordinario último anuncio de campaña — que será estudiado en el futuro como obra maestra de la persuasión — Trump hablaba de devolver el país, el trabajo y el control del gobierno a americanos. Efectivamente, en el minuto 1:07 aparece una negra contextualizada como «working class» (clase trabajadora); quizá esto pueda sorprender al ideologizado público europeo — de izquierdas y de derechas — que ha sido alimentado de no-noticias sobre cómo Trump es un racista y un misógino — pese a que puso a una mujer, Kellyanne Conway, a dirigir su campaña — . Sirva esta píldora como medio de deshipnotización (como diría Adams).

Último vídeo de campaña de Trump. Fuente.

Frente a este monstruo de la comunicación y de la emoción, Hillary basó su campaña en el importante hecho de ser una mujer… lo que nos lleva al siguiente punto.

Trump, presidente

Trump, durante su discurso de la victoria. Fuente.

Contra viento, marea y el sentido de voto de la mayoría de los propios electores — pero gracias al sistema electoral americano — , Trump ganó las elecciones del 8 de Noviembre del año pasado. Hoy se convierte en el cuadragésimo quinto presidente de los Estados Unidos, y en su primer presidente naranja.

Su primer mensaje tras conocer la victoria fue calificado por todos los comentaristas políticos como elegante, reconciliador y, en general, mucho más civilizado de lo que se podía asumir. Como era de esperar, los demócratas exigieron recuentos, pero perdieron algunos votos en el proceso.

Como presidente, Trump se enfrentará a la prensa — ya lo está haciendo, denegando preguntas a medios como la CNN que publican informes sin fuentes contra él — , a una economía que no termina de despegar, y al terror islamista con una situación internacional difícil. Me parece, sin embargo, que el mayor desafío de todos serán sus propias promesas electorales, especialmente la del muro que quiere construir a expensas de México.

En este sentido, el magnate no ha perdido tiempo en matizar muchas de sus proclamas electorales.

Contará con un extraño aliado: Putin, que es como decir Rusia.

Trump, mito

Regresando a la entrada del artículo, vivimos en Europa la hipnosis de que Trump es Hitler — figuradamente — . Como auténticos ignorantes que somos de la política americana, asociamos a Trump — y nuestros medios de comunicación no hacen nada por impedirlo — con la ultra derecha y, por tanto, le adjudicamos la categoría de racista, xenófobo, misógino y retrógrado.

Trump en uno de muchos montajes estrafalarios que han proliferado. Fuente.

Siempre que en veo algún gag pintando a Trump de racista contra un negro no puedo evitar reírme de lo catetos que somos, de lo mal que entendemos los problemas del otro lado del charco, y las pocas ganas que le echamos, también. Es fácil odiar a Trump.

Podemos esperar de su mandato una borrasca permanente de noticias absurdas sobre cómo Trump ha hecho un gesto racista, cómo ha hecho un gesto de extrema derecha, cómo ha ninguneado a las mujeres. De esas noticias muchas serán falsas y otras no. Mientras tanto el tiempo pasa y sus reformas de más calado pasarán inadvertidas a un público obsesionado por la noticia superficial y cegado por el sesgo de confirmación de su idea de que Trump es Hitler.

Pero es que para un aspirante republicano, si sus enemigos no le comparan a uno con Hitler, algo está haciendo mal.

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Carlos Vázquez trabaja como desarrollador web en Londres. Coautor del libro de relatos Uno más y lo dejo, escribe ficción desde hace más de diez años.

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Carlos Vázquez
Punto y coma

Doctor en Ingeniería Informática; escritor aficionado