Lenguaje claro y comunicación clara en las series políticas de ficción

El mensaje político evoluciona a la misma velocidad que nacen, crecen y se reproducen las nuevas aplicaciones sociales online. Tanto las redes sociales como los servicios de mensajería compiten para absorber la atención a través del agujero de ozono de la porosa atmósfera de la globalización. Orientan las conversaciones, intermedian con la información y los datos o, directamente, secuestran el tiempo libre con ese ultimátum continuo e infinito que son las notificaciones. En esta carrera al sprint, por el camino, como ya advirtió Nicholas Carr en ‘Superficiales’, se han reducido considerablemente tanto el umbral de atención como la capacidad de retención de la información. Se impone un mensaje accesible, corto y emocional, un meme que se disuelve en nada. Es como el suspiro de los decapitados de ‘La comemadre’, de Roque Larraquy, cuyas cabezas hablan hasta nueve segundos después de ser cortadas.

En la ficción política, hay muchos ejemplos, pero destaca el dramatismo y la eficacia del plano final de la cuarta temporada de House of Cards. Los Underwood, el matrimonio inquilino de la Casa Blanca, gestionan una crisis desde la ‘war room’ más famosa de la historia, en la que comparten espacio los presidentes de los Estados Unidos con sus consejeros políticos y militares. En un ambiente oscuro, con la neblina de una crisis terrorista que se gestiona con caos, testosterona y oportunismo, el liderazgo de los Underwood se impone a la catástrofe cuando ambos miran directamente a cámara y con una seguridad aplastante le dicen al espectador: “We don’t submit to terror, we make the terror (“No nos rendimos al terror, nosotros creamos el terror”)”. No hay dudas, lenguaje claro para que lo entienda todo el mundo.

El lenguaje claro pretende hacer comprensible cualquier mensaje que emite una Administración, un partido o una organización. La precursora en este movimiento es Chrissie Maher, quien plantó cara al Gobierno británico hasta que logró que se modificaran formularios y documentos para que fuesen accesibles y entendibles para toda la población. Antonio Martín, director de Cálamo y Cran, uno de los pioneros en la materia en España, señala que “el lenguaje claro es el paso esencial hacia la implantación real de una democracia donde todos podamos ejercer nuestros derechos sin trabas”. En este sentido, en España destaca el director de Archiletras, Arsenio Escolar, gran ‘evangelizador’ del movimiento con un manifiesto de lenguaje claro, que en los últimos años ha llevado este documento de mínimos a los despachos del poder político y económico de España. Si se cruza el Atlántico, es reseñable el delicado y persistente trabajo que se está haciendo en Buenos Aires, con distintas iniciativas universitarias y gubernamentales que cada vez acercan más la Administración al ciudadano. Cabe reseñar que el lenguaje claro es la base de la comunicación clara, una estrategia integral en la que también caben la visualización o la neurociencia, entre otros. Su principal impulsor es Mario Tascón, quien señala que “la comunicación clara consiste en que lo que tú cuentes se entienda y utilices todos los recursos posibles para lograrlo”. Su empresa (Prodigioso Volcán) colaboró con Demócrata en una campaña para pedir a los partidos que incluyeran el derecho a entender en su agenda política en las últimas elecciones legislativas en España (23J).

Con este contexto y esta doctrina, ¿son comprensibles las tramas de las series políticas para todos los públicos? La realidad es que hay una barrera de entrada que no es insalvable, pero que quizá hace que muchas tramas no sean accesibles al 100%. Sirva como excusa que, un elevado porcentaje de los espectadores de este género son muy ‘cafeteros’, es decir, que están a favor de obra puesto que son adictos a la actualidad política. Es un público que, probablemente, tenga un conocimiento medio de los términos y las estrategias que se emplean.

Ante el desconocimiento y la necesidad de llegar a la mayoría, destaca la propuesta de The New Pope, en la que el Papa se reúne con iconos de la cultura pop como Sharon Stone o Marilyn Manson para hablar en el mismo lenguaje que los consumidores de ocio y, de paso, ganarse la confianza de creyentes de todas las edades.

Habitualmente, los diálogos pretenden enganchar y, o explican demasiado rápido o directamente juegan la baza de la elipsis para ayudar a avanzar la trama sin la cortapisa de tener que detenerse a divulgar. Era muy habitual en El Ala Oeste de la Casa Blanca, donde un asunto se podía resolver dos o tres secuencias después sin entender muy bien el porqué. Seguro que Sorkin nos lo había explicado, pero no habíamos captado el subtexto. Sin embargo, el episodio avanzaba con ritmo e interés. Por no hablar de la pionera Yo, Claudio (1976), que exige de pausa y consulta en Wikipedia para captar lo sesudo del argumento y no perder hilo en la telaraña de relaciones entre los personajes.

Otro enemigo declarado del lenguaje claro son los conceptos abstractos (desestimiento republicano, moción de confianza…), las cifras multimillonarias o el abuso de siglas y acrónimos. En este último punto destaca el brillante guiño que se hace desde Baron Noir cuando el protagonista, en ese momento ministro de Trabajo, obliga a sus asesores a meter un euro en una caja cada vez que utilizan siglas para referirse a un colectivo.

¿Qué recursos utilizan las series políticas para hacerse comprensibles con lenguaje claro? Aquí van algunas ideas:

  • Los medios de comunicación como aliado para divulgar. Es una estrategia habitual. Los programas de la tele, fundamentalmente informativos, explican lo que ocurre. Se puede ver en series norteamericanas como Veep o Designated Survivor? o en europeas como Borgen o The Minister.
  • La empatía con la gente de la calle. El político o el candidato tiene que bajar a la fábrica o a la calle a contarle a los ciudadanos el porqué de las cosas. Phillippe Rickwaert (Baron Noir) lo hace con los obreros de Dunkerque. Sujeto, verbo, predicado. Lenguaje claro.
  • La simplificación del mensaje en un eslogan. Juan Carrasco (Vota Juan) es el apóstol del lenguaje claro bizarro. Cutre, pero efectivo.
  • La ruptura de la cuarta pared. Es un recurso muy habitual en House of Cards, cuando Frank Underwood se dirige directamente al espectador y comparte un gesto, una mirada o unas palabras aclaratorias, habitualmente irónicas, directamente con la audiencia.

El lenguaje claro y la comunicación clara han venido para quedarse tanto en la política como en las series de ficción. De hecho, ya estaban ahí, pero nadie les sacaba a bailar. La coincidencia generacional con la economía de la atención que imponen las aplicaciones sociales es una oportunidad para convertir el lado oscuro del progreso en el lado luminoso de la fuerza.

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