La neurología del ego

Santiago Sarceda
soltando ideas
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5 min readOct 24, 2018

Alentado por mi práctica diaria de meditación, me interesé en intentar comprender qué es el “ego”, lo que me llevó a leer sobre neurología, psicología, física, filosofía y espiritualidad. Leyendo el libro How to Change Your Mind de Michael Pollan tuve la sensación de unir varios conceptos y comprender algo que cambió fundamentalmente mi forma de pensar en el ego, nuestro comportamiento y el funcionamiento neurológico del cerebro.

El ego es esa narrativa que hacemos constantemente de nosotros mismos, ¿pero de dónde nace? ¿Es una propiedad emergente de las redes neuronales del cerebro? ¿Por qué las prácticas filosóficas y espirituales milenarias buscan liberarse del ego?

El ego es lo que, narrativamente y con palabras, construye nuestra identidad separada. “Yo soy…” seguido de una infinidad de características moldeadeas por mi vida; mis padres, hermanos, amigos, maestros, colegios, mudanzas, accidentes, amores, emociones, traumas… Toda nuestra experiencia de vida se condensa y forma nuestro ego.

¿Pero dónde está el ego en el cerebro? No es mi objetivo escribir un artículo de divulgación científica, así que los detalles concretos y las citas las dejo para otro momento. Lo que sigue es una explicación de mi libre interpretación:

Conectoma de la Default Mode Network

El ego en el cerebro

Al nacer, el cerebro de cualquier niño no es una tabula rasa, ya que al menos tiene ciertos patrones neuronales que permiten el funcionamiento automático de su cuerpo biológico, pero no tiene ningún tipo de experiencia en cuanto a cómo es “ser humano”. Cómo mover su cuerpo, cómo hablar, cómo actuar cuando siente miedo, y cómo cuando está contento. Tampoco entiende qué es aceptado o no culturalmente por la sociedad en la que le tocará vivir. Nuestro cerebro está, en este sentido, totalmente vacío y receptivo.

Así recibimos una cantidad inimaginable de estímulos a través de nuestros sentidos; sonidos, imágenes, texturas, aromas, sabores. Todo es un caos. No tenemos aún etiquetas para determinar si algo es dulce o salado, rugoso o suave, lindo o feo, agudo o grave. La entropía (el grado de organización de un sistema) de la información en nuestro cerebro es alta (hay mucho desorden).

A medida que los patrones de información que detectamos comienzan a repetirse, las cadenas neuronales de nuestro cerebro comienzan a hacerse cada vez más fuertes, mielinizando sus conexiones y permitiendo que su activación resulte más fácil. De esta manera el cerebro busca reducir la entropía de la información que recibe, categorizando, etiquetando, nombrando y agrupando estímulos. Esto nos permite movernos por el mundo de una manera más previsible.

Esto es lo que hace nuestro cerebro durante los primeros años de vida. Una vez que tenemos alrededor de, digamos, 7 años, ese proceso llega al punto de separar muy bien todo aquello que sucede desde nuestra piel hacia afuera de lo que sucede desde nuestra piel hacia adentro; nos convertimos en un “yo” que está en un “mundo” que sucede afuera. Así nace nuestro ego.

El ego, entonces, no es más que una cadena de neuronas que resultan de un proceso de aprendizaje. Esta cadena de neuronas asocia sentimientos y estímulos primarios con ideas racionales complejas. Esta red de neuronas es conocida hoy como el Default Mode Network (Red Neuronal por Defecto); el nombre incluye el concepto de “por defecto” porque su descubrimiento –accidental– surgió de notar que cierta parte del cerebro se mantenía activa cada vez que un paciente o sujeto de un experimento dentro de una máquina de resonancia magnética funcional –FMRI– (a través de la cual podemos observar la actividad del cerebro) estaba recostado “sin hacer nada”. Es decir, cuando “no estamos haciendo nada” (i.e. cuando no estamos focalizando nuestra atención en una tarea específica), se enciende esta zona del cerebro.

La Default Mode Network –en adelante DMN–, luego de más investigaciones, se sabe que corresponde a:

La base neurológica del yo:

  • Información autobiográfica: Memorias de eventos de nuestra vida
  • Auto-referencia: Referido a rasgos y descripciones sobre nosotros
  • Emociones: Nuestro propio estado emocional

Nuestros pensamientos sobre otros:

  • Teoría de la Mente: Pensar sobre los pensamientos de otros y qué pueden o no querer
  • Emociones de otros: Entender las emociones de otras personas, empatizando con sus sentimientos
  • Razonamiento moral: Determinar los resultados justos o injustos de una acción
  • Evaluaciones sociales: Juicios sobre actitudes buenas o malas en ámbitos sociales
  • Categorías sociales: Reflexiones sobre características sociales de un grupo

Es decir, la DMN es la zona del cerebro que guarda todo nuestro conocimiento sobre nosotros mismos y sobre las reglas sociales del mundo exterior. Es todo lo aprendido durante nuestra vida; las creencias, valores e interpretaciones a través de las cuales filtramos e interpretamos nuestra realidad.

Esto nos puede resultar útil para movernos en el día a día sin estar completamente asombrados –como estaría un niño recién nacido– por cada cosa que veamos: si alguien me sonríe y me pregunta la hora por la calle, ya sé qué hacer; tengo una experiencia previa de vida que me permite funcionar eficazmente sin la necesidad de esforzarme mentalmente.

Pero así como nos resulta útil funcionalmente, el extremo de no salir nunca de esta red neuronal de experiencias pasadas puede llevarnos a cerrarnos a aceptar nuevas ideas. Muchas veces, durante el día y en momentos en los que “no estamos haciendo nada”, nos encontramos también “rumiando mentalmente”. Esta rumia es un proceso en el cual la DMN está totalmente activa pensando en nosotros y en situaciones de nuestra vida; por lo general las situaciones que repetimos una y otra vez en nuestra mente tienen que ver con problemas pasados o futuros potenciales. Esta rumia, producto de la activación constante de la DMN (nuestro ego), puede llegar a estar asociada a estados depresivos. Asimismo, la incapacidad de apagar la actividad en esta red puede generar problemas de déficit de atención, ya que no logramos dirigir la atención a actividades concretas durante el momento presente.

La meditación tiene como fin, literalmente, acallar la DMN: al notar el surgimiento de un pensamiento (sobre nosotros, sobre otras personas, sobre actividades que tenemos que hacer — todos pensamientos surgidos de esta red que históricamente determinamos como nuestro ego), la instrucción es dirigir nuestra atención al objeto determinado, como puede ser la respiración. De esta manera, redirigiendo nuestra atención cada vez que notamos la activación de la DMN, su actividad tiende a disminuir.

Las drogas psicodélicas, el tema central de estudio del libro How to Change Your Mind que me inspira a escribir esto, causan justamente una disminución significativa en la actividad de la DMN. Al “apagarse” esta red, se apaga nuestro ego, lo que da pie a experiencias perceptivas de unión con la totalidad del universo; de esta manera el cerebro influenciado por moléculas psicoactivas como LSD o DMT, se convierte por un momento en el cerebro de un niño, completamente abierto a recibir información sin filtros asociativos ni una sensación de un “yo” separado (ya que aún no tiene totalmente formada la DMN). Esto puede resultar útil para debilitar comportamientos obsesivos, tendencias depresivas, e incluso permitir la formación de nuevas sinapsis produciendo insights y nuevas ideas que serían incongruentes al modelo del mundo formado en la DMN y por ende serían inmediatamente rechazadas.

Estos nuevos descubrimientos nos ayudan a comprender con mayor precisión los correlatos neurológicos de distintas características de la psiquis humana que hasta el momento no podían corroborarse científicamente con evidencia.

Sin duda el estudio de la consciencia es la nueva frontera de la ciencia.

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Santiago Sarceda
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