El círc(ul)o: ver la guerra de los otros que son nosotros, para no ver las guerras de nosotros, que son las de otros

Julián González
EÑES
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4 min readJul 24, 2017

La conversación transcurre en un restaurante de comidas típicas, en Cali, Colombia, a las 9 de la noche del sábado 26 de noviembre de 2016. M.I.O., una joven y brillante documentalista nos cuenta los avatares del documental que está desarrollando desde hace algunos meses. Es inevitable. Trata de nuestra guerra o, mejor, de nuestras guerras colombianas actuales. Nos cuenta detalles del conmovedor testimonio de un joven que se hizo guerrillero a los 13 años huyendo de los abusos de su padre. Él y su hermana tuvieron que irse al monte para salvarse de la violencia paterna y de la pobreza. M.I.O. nos conmueve cuando nos explica que en su testimonio este joven, que ahora estudia en una universidad de Cali, describía cómo, en su pueblo, debía ir a la escuela con ropa raída y zapatos unas tallas más grande, quizá la herencia de algún niño mayor, lo que lo convertía en objeto de burla de sus compañeros. El chico le cuenta a M.I.O. que uno de los momentos más importantes de su vida en la guerrilla lo experimentó justo cuando recibió su uniforme y sus botas. Le ajustaban al cuerpo. Por primera vez tenía ropa que le quedaba, no estaba raída y lo envolvía bien.

Y entonces, cuando llegué a casa poco después de las 12 de la noche, y tras conversar con Rocío, la amada, me quedé dándole vueltas al asunto, a nuestra charla en el comederito, a las historias de M.I.O. sobre las historias de otros que han sobrevivido a la guerra colombiana reciente. Perdón, a las guerras. Y entendí dos cosas sencillas y, espero, cruciales.

Las dos guerras actuales

Hay dos guerras actuales. La guerra con armas de fuego y la guerra sin armas de fuego. Ambas matan y hieren a cientos de personas cada día en mi país. El problema clave no es la muerte, pues, como es obvio, todos vamos a morir alguna vez. El problema es qué le hace la manera en qué morimos al modo como vivimos, y qué le hace la muerte repentina a la vida. En primer lugar, toda muerte poda ramificaciones y posibilidades de vida.

La guerra armada mata y hiere, y consistentemente poda de manera racional e instrumental tramas potenciales de vida. El terror que siembra y la intimidación sirven para clausurar y abandonar tramas y vidas potenciales que los agentes del proyecto armado consideran inconvenientes y adversos. Por eso, las acciones de la guerra armada son todo menos irracionales. Son profundamente instrumentales y consideran una elevada valoración de la eficacia y los efectos inmediatos de la intervención sobre el curso del tiempo y el dominio y control de espacios concretos. En eso, los ejércitos legales, los ejércitos ilegales y las organizaciones delincuenciales se parecen. La acción armada se explica y justifica en términos de réditos tácticos y estratégicos muy concretos. Lo que nos parece demencial, irracional y abusivo a los desarmados, realmente no lo es para los armados. No quiere decir que no haya actos demenciales, sanguinarios y brutales. Pero están subordinados a propósitos y cálculos enteramente racionales.

Las otras guerras, las que no recurren a armas de fuego, suceden todos los días bajo diferentes figuras y formas de control de administraciones, burocracias y organizaciones corporativas. Igual, podan trayectorias de vida, matan y hieren gente, destruyen rutas. La desigual clasificación de las personas en el sistema escolar, la reducción y discriminación en los servicios de salud, las estructuras que limitan el acceso a los recursos financieros, el saqueo del erario público, los regresivos sistemas de impuestos, la desigual distribución de la riqueza que socialmente producimos, todas son formas de guerras sin armas de fuego. El estrés, la vida sin sentido, los accidentes de tránsito, las enfermedades psicosomáticas, las depresiones ruinosas, el deterioro de la calidad de vida y la erosión ambiental son algunos de los efectos concretos de esas guerras. Incluso los sectores integrados de la población las experimentamos cotidianamente. La inseguridad laboral es más honda y erosiva que la inseguridad delincuencial. Y la hostilidad laboral o escolar globales y generalizadas pueden ser tan predatorias como una sucesión de combates locales. Pero estas guerras que matan en silencio y suavemente, que se traducen en millones de muertes por enfermedades prevenibles y curables, o en desazón social y frustraciones regulares, engendran millones de sobrevivientes que oscilan entre la consciencia de una vida que calificamos como ahí vamos, llevándola como se pueda, y, por el otro lado, una andada de literatura coaching y de superación personal, que nos responsabiliza de nuestra falta de tono para el optimismo y de nuestra incapacidad de vivir intensamente. La administración de los efectos psíquicos de estas otras guerras se advierte, como síntoma, en el crecimiento de las diversas y eficientes formas de la industria del entretenimiento, incluido el poderoso turismo, que nos sacude y sustrae de nuestras pequeñas y frágiles vidas grises. La formidable industria de las drogas antidepresivas, ansiolíticas y los barbitúricos, la sociedad del espectáculo y el entretenimiento son el reverso de la insidiosa profundidad de las guerras sin armas, administradas por operadores y gestores de todo tipo.

Ver a los otros que, en últimas, son nosotros

El foco de algunas narrativas audiovisuales actuales en torno a la guerra de armas, sus agentes y sus víctimas, procura una suerte de acción galvanizadora y efectiva para los otros, los sobrevivientes de las otras guerras, más vergonzantes y calladas, las de la sociedad normal, la urbana, la atrincherada en unidades residenciales. La que puede salir a comprar el pan en las mañanas.

El documental de M.I.O. ofrece un atisbo estremecedor y vigorizante sobre esos otros sobrevivientes que se las tuvieron que ver con la otra guerra; un espejo reluciente en el que ver y respecto al cual consolarnos sobre el lamentable saldo de nuestras propias guerras chiquitas, las de todos los días.

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Julián González
EÑES
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Diseñador de juegos de mesa, comunicador social y educador. Puede descargar gratis Todo está tan raro en el siguiente link: https://bit.ly/3BiGjMB