Afiche promocional de la película ‘Pura sangre’, de Luis Ospina, 1983

La sangre se despierta I

Julián González
EÑES
Published in
5 min readJun 21, 2014

--

Temía al Monstruo de los Mangones. La leyenda estaba tejida de cuatro lastres, cuatro retazos grandes y purulentos: racismo, impunidad de los poderosos, vampirismo y violencia de clase. El Monstruo de los Mangones, según la leyenda, era un hombre adinerado e influyente, un comerciante de origen antioqueño llamado Adolfo Aristizábal, dueño del famoso Hotel Aristi, en Cali. Su casa quinta, Santa María de los Farallones, ocupaba una extensa y elevada loma, adyacente al lugar donde hoy se encuentra la Universidad Libre, un mirador que ofrecía una visión sobrecogedora de la ciudad en crecimiento. En Cali, como se sabe, las lomas se las disputan, por igual, las familias más ricas y los sectores más desarrapados.

Se dice que aquejado por una enfermedad que le pudría la sangre se hacía transfundir regularmente usando la de niños a los que destripaba y desaparecía sin más. (Creo que este aspecto del relato, como suele ocurrir con las leyendas urbanas, consigue ocultar — usando un relato inverosímil — un hecho más horrible, crudo y real: probablemente la conducta de un predador sexual o un tenebroso torturador. Es tan enredado eso de extraer la sangre, luego transfundirse y desaparecer a la víctima que, por enmarañado, parece a las historias de ovnis que ayudan a ocultar asuntos más simples y directos — operaciones de reconocimiento tecnológico de territorios, ocultamiento de crisis sociales locales, anticipo de políticas de control y exterminio — . Si el propósito era obtener sangre para transfusión, lo lógico hubiera sido que, una vez atrapada la víctima apropiada, el vampiro se la guardara y procediera a extraer la sangre de manera recurrente, sin asesinarla. Por eso creo que el relato oculta algún tipo de pathos mucho más crudo y brutal, y más creíble).

De acuerdo con la leyenda, un ejército de colaboradores buscaba los niños adecuados en toda la región para alimentar al vampiro pálido y langaruto. Se lo acusa de haber desaparecido al menos 30 niños hacia finales de los 60 y comienzos de los 70. Su historia inspiró, en parte, Pura sangre, la película de Luis Ospina (1982).

Uno de los problemas de esta leyenda es que Adolfo Aristizábal Llanos, nacido el 11 de marzo de 1887, parece haber muerto en Panamá el 31 de diciembre de 1963. Y la estela de niñas y niños muertos y desaparecidos se prolongó hasta bien entrados los años 1970.

De hecho, yo tenía ocho años (1974) cuando esta historia tenebrosa todavía asechaba los días y noches de miles de niños como yo, en la ciudad. La versión que me contaron incluía un detalle adicional: Aristizábal prefería la sangre de los niños negros lo que me convertía en firme candidato de la molienda. Pasados los años, siendo adulto, conocí una versión que dice justamente todo lo contrario: los cazadores debían suministrarle sangre de niños sin trazas de herencia africana, pues el vampiro no quería contaminarse. Extraña mezcolanza de pureza racial y vampirismo: toda una vertiente de imaginarios por comprender.

Guiller Gallo, en su sitio web subraya lo siguiente: «Y el rumor sobre aquel empresario enfermo de leucemia, el señor Adolfo Aristizábal, o de cualquier enfermedad, quien requería constantes transfusiones, jamás de negros porque lo contaminaban. Y mira, vé, entendé pues cómo son las cosas: se cree y asegura que eso fue puro cuento chino, un cuento de ciudad, un relato inventado por la envidia de los otros empresarios vallecaucanos, estos o aquellos o algunos que querían cobrarle los éxitos al señor Aristizábal, por el hecho de ser paisa emprendedor, que por ser venido de otras tierras, y así difamaron a ese señor que tanto le dio a la ciudad, entre ellos el Hotel Aristi y el Teatro Aristi». También hay una versión divertida y burlona de la historia, contada por el poeta Jotamario Arbeláez, y publicada por el periódico El Tiempo en 2004.

Sin embargo, las leyendas y los mitos no terminan por ocultar el rastro de sangre y muerte tras los asesinatos reales. El mapa es ancho, extenso e incompleto, y probablemente la cifra de víctimas del Monstruo de los Mangones se queda corta: aunque algunos indican que hubo más de una treintena de niños y niñas muertas, no se suele incluirse en listados a los desaparecidos de municipios y localidades circunvecinas de Cali, donde también se esfumaron decenas de niños.

Mapa preliminar de víctimas del Monstruo de los Mangones. Disponible en https://bit.ly/3MMDZ5o

En 2014 comenzaron las tareas de remoción de tierras para desarrollar, en Santa María de los Farallones — propiedad de los jesuitas — un conjunto residencial: edificios de mucho valor, estrato 6, 7, 12 …, en fin estratosféricos.

La casa Santa María de los Farallones operó como lugar de encuentros, retiros espirituales y espacio de reuniones. Contaba entonces con una capilla, 32 habitaciones individuales, 10 habitaciones múltiples y salones equipados con tecnologías audiovisuales. Es un patrimonio arquitectónico de la ciudad.

Removiendo la tierra para construir el nuevo desarrollo urbanístico, los bulldozers dieron con los restos de cuerpos, osamentas y ropas de niños y mujeres. Trece, doce, una treintena de cadáveres. La cifra varía de rumor en rumor y, con los días, se acentuó el sigilo: estaba en juego no sólo una trenza de crímenes sepultados, sino el porvenir de un negocio multimillonario que podría complicarse. Y, como ayer, a los rumores le siguen silencios mascullados y, después una nueva leyenda, más grotesca, más estrambótica, más falsa, que, encandilando a las otras, oculta la sangre, los huesos, el dolor magullado de estos muertos de ayer y de mañana.

Cali, 20 de junio de 2014 (Actualización, 7 de junio de 2023).

Continúa en «La sangre se despierta II».

--

--

Julián González
EÑES

Diseñador de juegos de mesa, comunicador social y educador. Puede descargar gratis Todo está tan raro en el siguiente link: https://bit.ly/3BiGjMB