Matando al personaje

Se buscan historias reales, sin excesos de imaginación, para sentirse más yo

María Ripoll Cera
EÑES

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SS e* llama Autoficción y está pegando fuerte en la década de los selfies. Mi amigo Albert Violant encontró el término del género que me pide mi nueva novela, La tercera, y que me llena de dudas.

«El yo asalta la literatura», lo tituló Winston Manrique en El País:

«Los trazos principales de este retrato oral hablan de que se trata de libros con un tipo de argumento y de narración más acorde a estos tiempos de individualidad, del supuesto desprestigio de la ficción, de la avidez de los lectores por historias verídicas, de la necesidad del lector de que le reconstruyan el mundo y poder reconocerse en él, de lo difícil que es competir con tantas historias increíbles divulgadas por los medios de comunicación; y en España, por la desinhibición de hablar de sí mismos tras un pasado de miedos y de la pérdida de prejuicios sobre los géneros que cuentan vidas».

«No son autobiografías, no son diarios, no son memorias, no son actas notariales, no son biografías, no son ensayos novelados, no son novelas puras donde todo es imaginación. Pero también son todo eso. Es literatura».

¿Pero qué hacemos sin una furgoneta? Muérete de envidia con nuestrasescapadasenfurgo

Porque, por una parte, ¿para qué inventar personajes e historias cuando todo lo que me rodea es merecedor de serlo? Por ejemplo, estoy pensando en una autocaravana para mi protagonista —o sea, yo—, y empiezan a seguirme viajeros en autocaravana en Instagram. Me fijo en ellos, claro, antes probablemente ni les habría prestado atención. Y me quedo fascinada por lo que ha de ser meterse cada viernes en esa minicasa con ruedas e irse a donde te pide el cuerpo. Me gusta la filosofía de estos autocaravaneros de Instagram, sus comentarios a lo que viven, y deseo meterlos tal cual en la novela.

O quedo con mi amigo Raül que me cuenta largo rato cómo su proyecto de montar un chiringuito en una playa del sur con su pareja Celia, se ha ido transformando en una caravana de tapas —es un excelente cocinero—, en algún lugar de la costa. Es una preciosa historia que me gustaría incluir tal cual en la novela, desde mi punto de vista, añadiendo mis apreciaciones, los puntos calientes que me hacen reír o me emocionan.

Pase, señor Raül

Pero por otra parte, mirarse el ombligo dificulta la visión amplia. El primer capítulo de La tercera, que ya está escrito, se va a ir entero a la basura. Me he ceñido tanto a lo conocido que me he olvidado de palpitar.

Todos sabemos que la realidad nos adormece. Adocena, nubla, ofusca, altera… podrían ser otras formas de denominar a lo que la vida hace con nuestra capacidad para vivirla. Y sin embargo cada día está repleto de hechos extraordinarios. Cómo cambia la salida del sol los colores y la luz de nuestro alrededor. Lo bien que entra el desayuno en un estómago hambriento. La alegría de saludarse. La capacidad de mover el mundo con nuestro trabajo. La de disfrutar con el de otros, con el múltiple talento que hay, por ejemplo, en una obra de teatro. Podría ser una lista interminable…

Quiero esta magia en mis dedos para escribir la historia de La tercera que sé es simple y maravillosa, que la tenemos todos en nuestro interior. Quiero que mi historia fascinante se mezcle con las vuestras para explicarnos el mundo.

Me gustaría encajarlas tal cual. Que apareciera Raül en la novela y contara su aventura. Que pudiera incrustar mis averiguaciones sobre lo que va despertando mi curiosidad al hacerla. Como esta de la Autoficción.

Desearía contar en la novela con el Señor Lobo de Albert que soluciona problemas, o con un Señor eléctrico, el catalizador de maravillas de Ray Bradbury. E integrar a personas asombrosas de la vida real como el cliente de una tienda que hacía probar abrigos a la dependienta (puede haber tantas motivaciones en este hecho).

‘Mind the gap’

Pero no sé si sabré o si es posible. Si el hecho de intercalar información rompe el ritmo. Si hay alguna forma narrativa de introducirla. Si dejar hablar a personas reales a medida que van apareciendo aleja el efecto de universo cerrado y bien atado de una novela. Si alguna de ellas reclamará en algún momento convertirse en personaje, con autonomía respecto al original.

«La experiencia vital narrada por el autor no siempre resulta interesante para el lector», cita Winston en su artículo como gran peligro. Oscar Wilde tiene para ello una sarcástica frase: «las tragedias de los otros son siempre de una banalidad desesperante». Aquí está, hoy, mi reto.

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Este es el segundo capítulo de la serie «Road movie a los 50». Lee el primero.

¿Y yo qué hago en la novela?

* Letra S del Cartel para la muestra Lo escrito escrito está de TEOR/éTica, seleccionado para la Bienal del Cartel de México, en Experimenta.

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