¿Te vas a comer un rosco?

Cuando los modernos nos invitan a cambiar de hábitos… ¿ganamos o perdemos?

María Ripoll Cera
EÑES

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LLos estudiosos de los chimpancés andan muy contentos porque han sido testigos de un cambio cultural en nuestros predecesores a la hora de beber agua: en vez de hacerlo con una hoja, sumergen musgo en el río. Lo interesante es que el avance ha ido así: «El macho alfa innovó, su círculo lo adoptó como tendencia y las madres consolidaron la novedad como tradición».

Esto viene a cuento porque sin duda nosotros los homínidos estamos también en pleno cambio cultural: el de la alimentación. Yo pondría como macho alfa a los estudios de nutrición, que tienen ya una amplísima oferta mundial (y por lo tanto profesionales necesitados de demanda), y escuelas de prestigio como la Natural Gourmet Institute for Health and Culinary Arts de NYC.

«Qué putada nos haces mamá, esto es veneno», me dice mi hijo de 18 años ahora cuando hago un bizcocho. Después de haber quemado la etapa del botellón y la de los porros. Y no sé si es peor oírle decir esto o que yo me lo coma sin sentimiento de culpa alguno.

Imposible resistirse a las propuestas de grandes bloguers de cocina como Faz e Come

Cambios a nivel local

«Yo como cada día los 66 nutrientes que necesita el cuerpo», me dijo un cliente de la tienda de María, de la que prometí hablar en el capítulo anterior. Este local de un barrio de Badalona, Casa Güell por más señas, es uno de los nuevos comercios urbanos en que la atención de su propietaria es su gran valía. No vas allí por lo que vende —porque lo encuentras en otros sitios — , sino porque María te ofrece toda su atención, sus conocimientos de nutrición y su amistad. Porque la tienda te acoge como ella y porque sales de allí replanteándote cosas. Como dice ahora el marketing: no vas a comprar sino a vivir una experiencia.

Eso es lo que atrae a Joan, ese cliente de los 66 nutrientes que tan bien se alimenta, aprendido probablemente en sus años como ciclista profesional. Él, con su experiencia, podría haber sido macho alfa del nuevo boom (lleva a María libros sobre por ejemplo el daño del trigo en el cuerpo). Pero prefiere dedicar su vida a saborear grandes momentos del pasado. Un habano que aprendió a fumar como pocos saben ya, un café que elabora gota a gota... Y por las tardes, buena literatura (a la que de momento no le llega el cambio cultural pero que ya empieza a ser amenazada por la efectividad del Big Data). Joan va a la tienda, con su eterna gorra y camisetas con corbata, a por una buena charla. María, me temo que te toca a ti ser la macho alfa, ¿cómo lo llevas?

Veneno real fue lo que tomó otro cliente, o al menos eso pensaba. Varios eran los síntomas de que había sido envenenado. Y una turbia historia de una madrastra y un padre terminal así parecían confirmarlo. Venía a por Chlorella, un alga conocida por su capacidad para eliminar toxinas y metales pesados. Y venía bien informado. Entre María y él estipularon un plan de acción. Pues al parecer no puedes tomarla a saco: puede hacer descender los metales pesados a los órganos, agravando el problema. Muchos blogs la recomiendan para rejuvenecer la piel o mantenerse bien depurado. Fíate.

Qué verde es la nueva alimentación

La sabiduría de la gente

A esos chimpancés habría que decirles que es peligroso iniciar cambios culturales con la alimentación. Porque las redes sociales amplifican el círculo de adeptos hasta la idiotez más absoluta. Fíjate cuántos de ellos son de un día para otro alérgicos al gluten o desayunan por la mañana un tazón tricolor de yogur —azucarado e industrial — de soja, arándanos, comprados en caja de plástico, y semillas de chía —sin remojar— (véase Instagram). Créeme, es mejor que no les hagas mucho caso y vayas a la tienda de María. O que sigas iniciativas como etselquemenges.cat (¿recomiendas tú alguna?).

Todos los clientes llevan una historia bajo el brazo que te cuentan para pedirte unas pastillas. Para muchos, esa tienda personalizada de barrio es el sostén diario de alguien con quien hablar, que le llame por su nombre y le dé un poco de calor humano. A veces, pobre María, en exceso. Que todos sabemos lo generoso en palabras que puede llegar a ser algún jubilado aburrido.

De la mayoría, aprendes. Por qué come lo que come o para qué utiliza hierbas, cómo cuida su insomnio o controla su ansiedad. Apoyados por sus médicos (oficiales o de medicina natural) y sus conocimientos familiares. Porque hay tiendas que están a la altura de sus clientes.

De todos, disfrutas. De la abuela que se queja del morro fino de sus nietos, tan caros de alimentar. La clienta que se lleva una botella de cava todos los viernes. La que compra un dátil y dos ciruelas para hacer la comida del día. El que viene con el saxofón asomando del carrito de la compra. El cuarentón que ya solo cena tés para guardar la línea. Don Joaquim que todavía corre por las calles a sus ochenta y pico años…

¿Humo o tradición?

Hay madres (y afortunadamente padres) que ya están empezando a enseñar a comer a sus hijos con los nuevos dogmas alimentarios. ¿Lo convertirán en tradición?

Todo depende, seguramente, de su pericia como cocineras. La cocina saludable está creciendo en imaginación a pasos agigantados y puede ser realmente buena.

¿Pero no perderemos comer con el corazón, verdad?

De momento, mucho les cuesta a estos chicos ser «los raros» del colegio con su bocadillo de seitán en el patio. Aunque en realidad lo que debería asombrarnos es que alguien se lo coma de chopped.

Esta historia continúa con un cambio inesperado que me alejó de Badalona para lanzarme fuera de órbita. ¡Sigue leyendo!

Este es el tercer capítulo de la serie en Medium «Peaje urbano». Suscríbete para recibir en tu email el próximo capítulo mensual sobre una forma insospechada de conocer gente.

Y me encantará saber lo que piensas sobre los temas aquí trabajados.

Ey, nosotros somos modernos, ¿y tú?

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