Un año sin presión

María Ripoll Cera
EÑES
Published in
4 min readAug 11, 2017

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¿Te crees que si no tuvieras presión en tu vida, vivirías de puta madre?

EEstudiar, emprender, trabajar, crear una familia, a veces, simplemente, desaparecen. Todos ellos. Cesa el ruido.

Lo que pensabas que daba sentido a tu vida, era perecedero.

No suele ser de golpe, claro. Empieza a menguar uno, vas haciendo con otro, desplazas el peso emocional a un tercero, que se vuelve muy importante.

Buscas sustitutos. Más deporte, cambiar de domicilio (te creas un proyecto ilusionante), gente nueva, moocs, innovas en la cocina…

En realidad, trabajas

Fabricas una nueva rueda de encadenamientos: como ya no tienes gastos familiares porque tus hijos han partido, necesitas menos dinero y trabajas menos. O empiezas a dar más valor a tu tiempo libre, que según en qué lo emplees puede llevarte a emprender, o puede convertirse en una fuente de ingresos (como el coche, la vivienda, la venta de objetos de segunda mano).

Te planteas estudiar temas alejados de tus intereses habituales, que han picado tu curiosidad a lo largo de la vida, como física cuántica o Bellas Artes. Algunos voluntariados, si te apuntas a uno de ellos, te forman también en nuevos ámbitos. Es el caso de Amics de la Gent Gran, del que me he hecho voluntaria porque añoro gente mayor en mi vida, mientras me sigo sintiendo más colega de mis hijos que esa madre a la que hay que visitar de vez en cuando (en esta área, por supuesto, urge crear nuevos hábitos).

¿Conoces los ‘packs’ temáticos de Investigación y Ciencia? ¡Buena forma de adentrarse en un tema!

Inevitablemente, te alejas —o te alejan— de ciertas personas. La intimidad se vuelve un lujo. Sales a hacer un café cada mañana como sustituto del saludo entre colegas de trabajo. Creas nuevas relaciones ligeras basadas en la mutua simpatía, no en el roce del tiempo. Los «pesos pesados» de la amistad siguen anclándote en tu historia personal, pero tienen sus propios tempos. Echas algunas cosas de menos.

En realidad, investigas nuevas líneas de acción para el futuro. Porque sospechas que si te quedas atrapado en este bucle de renacimiento, no harás más que caminar hacia la muerte. Y yo quiero morir pillada in fraganti. Somos seres que solo vivimos plenamente bajo presión, siento revelarte este descubrimiento.

Y reaprendes cosas olvidadas

Lo curioso es que no tienes sensación de estar construyendo, sino de fluir. Las cosas van sucediendo mientras nada te presiona: no tienes que cumplir expectativas de tus padres, ni que hacerte adulto, crearte una profesión o tener una familia. No tienes que demostrar tu profesionalidad, hacer planes para agosto, poner el árbol de Navidad.

El tiempo ha ido erosionando lo que sostienes.

Lo más difícil es no sentirse útil. Ya no eres el motor de tu familia, miembro necesario de un equipo de trabajo, generador de iniciativas divertidas en el grupo de amigos (en el que anda cada uno montando su propia etapa de cambio). Centrarse en uno mismo está además repleto de sentimientos de culpa. Y a veces, hasta es aburrido.

Un año ya sin presión me ha mostrado un tiempo sin marcar, que se ha hecho mío. Redescubierto —lo sabemos en la infancia— las acciones cotidianas, que son, muchas, fuentes de placer (¡era verdad lo que dicen tantos filósofos!, solo que hay que llegar a ello). Permitido vislumbrar qué soy yo cuando no soy profesional ni llevo una familia.

Ha abierto también abismos. ¿Cómo estar cerca de mis hijos sin invadir su independencia? No era consciente de cómo los necesito. ¿Cómo crear una red emocional suficiente con nuevos y viejos amigos? Cuántos vacíos hay en algunos encuentros. Sin presión, sin utilidad, ¿qué me mueve?

Este es el cuarto capítulo de la serie en Medium «Peaje urbano» y el primero de la serie «Viviendo hacia dentro».

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¿Cuál es la fórmula de tu vida?

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