Pangea y la ruta del dinero

Somos Jóvenes
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10 min readJul 13, 2019

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Ilustración: Karla Gómez.

Por María Lucía Expósito, Alba León Infante, Darío Alejandro Escobar y Dariel Pradas

Acabarán como acaban todos: jadeantes, sin experiencia y aún con ganas de jugar.

El joven adulto corre a conectarse al servidor del videojuego World of Warcraft (WoW), a sudar el estrés que de lunes a viernes, incluyendo sábados alternos, acumula cada mes. No obstante, decide antes entrar al foro de Wifinet: una conversación romántica dejada a medias debe retomarse.

El joven adulto se impacienta, frota su sien, reinicia la computadora y se pregunta qué sucede con el maldito enlace hacia el nodo de Wifinet. Apenas puede navegar dentro de la red local, la del barrio.

Automáticamente comienza a escribir en su celular el número del administrador de subnodo, hasta que se percata de que hace 48 horas debió tributar su “aporte” a la Street Network (SNet); por norma, desconectan de la red a los morosos hasta que pagan su deuda. Resopla y termina de marcar el teléfono del administrador: “Al mediodía pasaré por tu casa a saldar cuentas”, promete.

En otro rincón de la red, como tantas veces antes, un paladín se bate contra un no-muerto en duelo oficial y vence nuevamente el cadáver viviente. El usuario que controla al caballero está perdiendo las esperanzas: ni desechando su vida en los videojuegos llegará a ganar esa batalla.

Mas una reciente noticia lo ha alentado. Según escuchó, existe en el mundo “real” un lugar donde comprar una armadura virtual capaz de facilitarle la victoria. Tiene un precio, claro, pero incluso así vale la pena. El gamer agarra los dólares que le remesó su madre desde Estados Unidos y parte en busca del vendedor del puñado de píxeles.

Mientras, en el “parque wifi”, una señorita refunfuña por el sol, la aglomeración de gente y la falta de asientos. “¡Ojalá tuviera Internet en casa!”, suspira, pero el servicio de conexión Nauta Hogar que brinda ETECSA todavía no se oferta en su localidad.

Por susurros se entera de un tipo que, a cambio de unos fajos, puede conseguir que la mundial red de redes toque a su puerta. “Esta misma tarde lo veré”, se jura.

Una armazón metálica de 25 metros de altura se impone sobre la azotea de un edificio de tres pisos. Hasta con miopía se perciben los routers ensamblados a esta y, quienes conocen de tecnologías, identifican allí una torre de telecomunicaciones. Sin embargo, solo un usuario de SNet sabe que se trata de uno de los nodos que contribuyen a conectar a más de veinte mil personas en La Habana, en una red invisible para muchos, pero de la que se chismorrea por doquier.

Las miradas del joven adulto, el gamer y la señorita convergen ante la hipnótica estructura de la torre. Del edificio, a contraluz, enigmáticamente sale el administrador del nodo.

SNet satisface cualquier demanda de sus usuarios, siempre y cuando estos sepan dónde buscar y cómo pagar.

Parque wifi en La Habana. Foto: Alba León.

Receta de autofinanciamiento

Alexander González y Ricardo Valdés son usuarios de SNet con dinámicas totalmente incompatibles. Alexander sigue jugando Dota y chateando durante sus fines de semana, mientras Ricardo continúa usando la plataforma Notigol para estar al tanto de los acontecimientos futbolísticos.

Además de cursar la misma carrera universitaria, ambos poseen otra cosa en común: tienen que tributar “voluntariamente” 25 pesos cubanos (CUP) todos los meses para acceder a la red.

La información del impuesto –llamado “aporte”– la confirma Randy Téllez, uno de los administradores del subnodo de Comunidad Sur, que abarca las localidades de Managua y Frank País.

Según Randy, hace alrededor de dos años se instauró el aporte en el reglamento de SNet como requisito indispensable para conectarse. No debe exceder los 25 CUP, a menos que ocurra algún inesperado percance sobre los equipos. Ese dinero recaudado no se utilizará para lucro personal, ni siquiera pagar un salario a los técnicos; solo en la infraestructura de SNet. Pero las dudas han hecho que muchos usuarios se cuestionen el destino de esos montos.

El administrador del subnodo, a su vez, debe donar un porcentaje de los ingresos –Randy, por ejemplo, tributa la mitad– a su superior, el administrador de zona y, bajo la misma lógica, este último dispensa otra cantidad al organizador general del pilar.

– El aporte “voluntario”, que es la palabra más bella para decirle, vino a sustituir las llamadas “poninas”. Ahora, cuando los equipos se rompen, supuestamente ya no se hace una ponina porque hay un fondo –afirma Yosbel Rodríguez, administrador de la página de SNet en Facebook–. Toda empresa requiere una economía. Y aunque SNet no es una empresa ni una organización no gubernamental funciona de forma análoga.

Acomodado en el sofá de su casa de Jaimanitas, Ángel Esteban Díaz (DaVinci), máximo representante del pilar Republic of Gamers (RoG), cuenta sus experiencias al respecto:

– Al principio de todo, yo costeaba esto hasta donde podía. Mi trabajo como pintor de automóviles me lo permitía. Antes, se resolvía con un “servidorcito” con cuatro gigabytes de memoria RAM y un enrutador barato, pero la cantidad de usuarios empezó a crecer demasiado y ya no lo podía mantener.

Entonces, refiere DaVinci, surgieron las recaudaciones como receta de autofinanciamiento. Luego se puso en práctica el aporte voluntario, a pesar de no estar plasmado en el reglamento oficial de SNet. Cada pilar, nodo o subnodo fijó tarifas distintas.

En 2016, los capitanes de SNet se reunieron para discutir el tema del aporte, y decidieron extenderlo a toda la red con un precio fijo e incluirlo en el reglamento.

–Si seguíamos independientes, cada cual recogiendo lo que quería por la necesidad o interés propio, la gente migraría hacia el nodo que tuviera menos costo. Así evitábamos también que se fueran a donde no se cobra nada –revela DaVinci.

NeKroZ (David Iglesias), uno de los técnicos de RoG, explica que a quienes no pagan el aporte se les niega el enlace a otros nodos que no sean el local. Por tanto, no pueden navegar en toda la extensión de SNet.

David Iglesias (NeKroZ). Foto: Alba Léon.

Muchos administradores aseguran que los servicios son gratis. Lo que se cobra al usuario es el uso de la infraestructura, dicen. Pero ya se murmura sobre ofertas cuyos precios hacen temblar hasta las más robustas billeteras.

De Paganini al Chacal

Paganini es el seudónimo con el que protegeremos la identidad de uno de los usuarios que abona el servicio de Internet en su casa mediante SNet. Como la distribución de ese servicio –y mucho más su comercialización– es ilegal, Paganini prefirió el anonimato: teme que le quiten el acceso a la plataforma y prefiere ser cauteloso ante alguna reacción negativa de los administradores.

El internauta, oriundo del pilar Cerro Cerrado, declara que a diferencia de lo que se cree, SNet es, en primer lugar, una gran tienda donde, además, se puede jugar. Lleva más de cuatro años conectado a la red de La Habana. En el inicio no había tantas plataformas y prácticamente todo el tráfico se utilizaba para los videojuegos. Aquella fantasía no duró mucho: pronto surgieron más servicios y se empezó a cobrar por una gran cantidad de ellos.

Según Paganini, si transas con el admin puedes descargar el “paquete semanal”, una compilación de audiovisuales, softwares y otros contenidos informáticos soportados y reproducidos en discos externos. A cambio, tributas a la red cien CUP mensuales, independientes del aporte. Antes — dice– era gratis y ahora, con suerte, se encuentra más barato en otros nodos. Y si además quieres Internet, cuesta al mes trescientos CUP solo por el derecho a acceder desde la casa: una vez conectado, para navegar por el ciberespacio, tienes que disponer del dinero de tu cuenta de usuario Nauta.

Más irónico le resulta que los mismos responsables de la venta del servicio de Internet son quienes denuncian en foros estas prácticas, las cuales ya sabemos están absolutamente satanizadas en los papiros que contienen el reglamento de SNet.

Randy, el de Comunidad Sur, quien además es programador, explica dos maneras de distribuir Internet a través de las redes de SNet, tomada de los parques wifi.

Está el modo Nat, que permite conectar a través de un IP (Protocolo de Internet, en español) a muchas personas y, al estilo de la aplicación Connectify permite que determinados usuarios naveguen por la cuenta del administrador. Entonces el ancho de banda que brinda ETECSA para una cuenta se comparte entre los otros usuarios conectados a esta.

La otra variante ocurre con los routers MikroTik que, con licencias de nivel 4 (de un total de seis niveles), facilitan configurar ese dispositivo de manera que se puedan crear puentes desde el parque wifi hacia el ordenador de un usuario de SNet. Con ese mecanismo, quienes pagan se conectarán directamente al portal Nauta y utilizarán su propia cuenta de usuario desde la comodidad de su hogar.

Indica Randy que un MikroTik viene con licencias gratuitas de hasta nivel 3, pero para realizar la maniobra en cuestión hacen falta unas de mayor nivel, prácticamente imposibles de conseguir debido a que Cuba está incluida en la lista de países con restricciones para adquirirla. Las pocas que circulan en La Habana, según escuchó, aparecieron por cierto mexicano que las suministró en su momento.

ETECSA es el único proveedor oficial que tiene la población cubana para llegar a Internet. Aymé González, directora de Protección al Consumidor y Atención a la Población de esta empresa, afirma que la creación de portales entre las zonas wifi y los usuarios de SNet degrada la calidad del servicio Nauta, en detrimento de quienes se conectan directamente desde el parque.

Aymé González. Foto: Dariel Pradas.

— Creo que SNet no debería aunarse a situaciones y estatus que, se sabe, no son los correctos, o que proceden del servicio que ha puesto ETECSA para la población –advierte González desde su despacho del edificio Beijing del Centro de Negocios de Miramar, donde radican las oficinas centrales de la telefónica.

Aún así, la funcionaria reconoce que la Street Network ha tenido una ética que ha permitido que muchas personas se sumen a ella.

“Esos son temas (la distribución ilícita de Internet) propiamente de los subnodos, porque los pilares no hacen esto”, asegura Yosbel, gestor de la página de SNet en Facebook.

Graduado de la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI), este experto confirma la complejidad para conseguir las licencias de alto nivel de los enrutadores MikroTik.

Cuando el nodo de Artemisa se constituyó en 2013, Yosbel fue uno de los propulsores principales de este proyecto que, tiempo después, extendió la red de La Habana unos 80 kilómetros hacia el oeste.

Aún recuerda la noche en que él y un compañero se trasladaron en bicicleta hacia una finca cercana a la UCI, en la periferia de la capital, con una laptop, un backup, un medidor y un rudimentario tubo. Querían averiguar si la señal de SNet llegaba hasta Artemisa.

Cubrir semejante distancia requería gran cantidad de equipos imposible de conseguir en esos momentos. Pero, obstinado, poco a poco levantó mástiles con “nanos” en alturas de fincas y lugares inhóspitos, hasta captar la primera señal del pilar Comunidad Sur.

En un evento que celebró la empresa letona MikroTik en Cuba, en 2016, Yosbel conoció a varios administradores de SNet y vio por primera vez al tan mencionado profesor mexicano, Alfonso Urbina Araux, entonces instructor para dicha empresa en tecnologías WISP (siglas en inglés de Proveedor de Servicio de Internet Inalámbrico).

Según su perfil en la red social LinkedIn, Araux, de formación electrónico, posee amplia experiencia en la implementación y despliegue de proyectos de redes alambradas e inalámbricas, así como en capacitación en el sistema operativo RouterOS de MikroTik.

Yosbel Rodriguez. Foto: Alba León.

Cuenta Yosbel que el experto cedió ocho de sus licencias no comerciales para este dispositivo a los pilares que existían en aquel momento.

– Esta licencia ha permitido mantener la configuración original y no tener que trastear el equipo –refiere el artemiseño nacido en San Antonio de los Baños–. Luego me comuniqué con él y me cedió una: es como un plus que ofrece esta corporación.

Debido a la sensibilidad del negocio de Internet, José Liván Maseda (Chacal), organizador general de GNTK (suena algo así como “genética”), señala que entre las vicisitudes que más afectan a su pilar se encuentra el tráfico de Wifi-ETECSA.

–Hay gente que lo hace para su propio consumo y otros para venderlo. Es muy difícil de controlar –medita Chacal–. La única medida es que cerca de donde yo estoy, ¡cero Nauta!

Balada inconclusa

Caminan hacia sus casas, satisfechos, ansiosos por llegar y encender sus computadoras. Después de arreglarse con el administrador, la señorita ya puede conectarse a Internet; el paladín resistir los conjuros del no-muerto, y el joven adulto buscar a la chica que lo “babea” en el foro de Wifinet.

Sin contratiempos, la señorita ingresa su cuenta Nauta en el portal cautivo y busca en Google Académico la bibliografía necesaria para su doctorado en Física. Mejor suerte no tiene el joven adulto, que todavía no logra acceder al foro; y el gamer, a cuyo caballero, aunque está mejor blindado y listo para la batalla, le es imposible hallar a su rival en el servidor del WoW. Los dos llaman nuevamente al administrador del nodo, quien no sabe responder qué rayos sucede.

Nadie sabe explicar qué falla en la red, hasta que en sus propias páginas de noticias ven un anuncio que frustraría los sueños de muchísimos usuarios: el 12 de noviembre de 2017, inexplicablemente, SNet se ha dividido.

–Fin de la segunda parte–

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