¡Va de retro Internet! (Parte 1/3)

Una visión crítica de la evolución de la Internet desde la sociedad civil

Daniel Pimienta & Luis Germán Rodríguez Leal, junio 2020

pimienta@funredes.org & luisger.rodl@gmail.com

Este artículo está dedicado a los integrantes de la comunidad virtual MÍSTICA, que desapareció del ciberespacio en 2007, y a Michael Gurstein quien dedicó su vida a empoderar ciudadanos en las redes comunitarias y con quien compartimos partes de esa reflexión en los corredores de una reunión poco antes de su desaparición física en octubre 2017.

RESUMEN:

Partiendo de un análisis de las diferencias entre comunidades virtuales y redes sociales se desarrolla una descripción crítica de cómo la Internet ha evolucionado en los últimos 20 años hacia una situación marcada por el fin del diálogo y la promoción obsesiva de las visiones centradas en intereses egocéntricos. Se identifica la singularidad histórica a partir de la cual se desencadenó esta situación en la decisión de Google, a inicio de los años 2000, de hacer de la publicidad el foco de su estrategia de negocio y de cómo transformó, con la ayuda de las otras Gigantes Tecnológicas (GT), a los usuarios en usuarios-productos y luego en agentes de su propio mercadeo, mediante el uso de su egomación. Se indaga sobre el papel jugado por la sociedad civil especializada en los temas de sociedad global de la información, en donde ha presentado poca resistencia a los cambios surgidos en el camino. Además de representar un divorcio con las utopías iniciales compartidas, esta evolución es una amenaza con importantes repercusiones en el mundo no virtual que incluyen el debilitamiento de los fundamentos democráticos de nuestras sociedades. Después de mostrar algunas perspectivas distópicas, se proponen algunas pautas concretas de trabajo para cambiar el rumbo, destacando la medida más importante: la de declarar una emergencia digital que contemple programas masivos de educación para insertar a los ciudadanos en los desafíos éticos, potencialidades y riesgos de la sociedad global del conocimiento, y especialmente en lo que significa la alfabetización informacional.

Palabras claves: Internet, comunidad virtual, redes sociales, gigantes tecnológicas, ética, emergencia digital, alfabetización informacional, sociedad global del conocimiento, multi-stakeholder, egomación

Contenido

Introducción
El fin del diálogo
¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

La sociedad de la opinión y la “contaminación social” vía la Internet
El papel de la sociedad civil
Gobiernos o GT: el sesgo cognitivo
La emergencia digital
Conclusiones

(En esta parte del artículo se cubren los títulos señalados en negritas)

Aquí puede acceder a la Parte 2/3

Aquí puede acceder a la Parte 3/3

Introducción

Uno de los objetos virtuales más poderosos e interesantes y que surgió temprano en la historia de la Internet es la comunidad virtual. Un lugar[1] donde un grupo de personas que comparten un interés común o una temática precisa intercambian mensajes, generalmente en un ambiente de respeto mutuo. Existen reglas consensuadas que deben ser aceptadas por quienes ingresan y donde como regla general el anonimato no está permitido[2]. Algunas comunidades, también denominadas de aprendizaje, son terreno fértil para la creación colectiva de conocimiento. En ellas, a través de diálogos intensos, sostenidos con base en argumentos y en donde se promueven las reflexiones cruzadas, se estimula el enriquecimiento cognitivo de los participantes.

Actualmente se está ante un entorno digital, basado en la Internet, que incluye las llamadas redes sociales (RRSS) y el conjunto de aplicaciones que configuran un contexto con características opuestas a las anteriores. A grandes rasgos, al lado de los incuestionables beneficios que tiene como herramienta, se ha ido convirtiendo en un lugar para el irrespeto mutuo, para la diseminación de información falsa o tendenciosa, sin reglas claras para el desempeño de sus habitantes y, por consiguiente, es caldo de cultivo para el odio y el racismo.

Los autores de este trabajo fueron creadores y animadores de uno de esos espacios[3] donde se reunieron unas 500 personas, activistas y académicos principalmente, todas motivadas por el tema del impacto social de la Internet en América Latina y el Caribe. Funcionó, en el periodo 2000–2007, como espacio de reflexión y construcción colectiva de conocimiento. Al mismo tiempo, sirvió como espacio de experimentación avanzada sobre el mismo concepto de comunidades virtuales o de aprendizaje.

Ese grupo fue muy activo y tuvo influencia más allá de América Latina durante el proceso de la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información[4] (CMSI). De una de sus reuniones emergió la expresión “sociedades de los saberes compartidos” que se consideró más adecuada que “sociedad de la información”, por dos razones. Una fue resaltar la importancia de la comunicación para compartir y la otra fue para enfatizar la pluralidad de opciones posibles refiriéndola en plural. Hoy en día, el Internet blues que nos invade (ver Referencia [5]) nos podría llevar a degradar la situación actual como “sociedad de los saberes partidos”. En parte este documento podría ser una reacción, a veces molesta y deliberadamente exagerada, al dolor de ver idos los tiempos cuando se veía sentido al compartir en esos diálogos intensos, productivos y enriquecedores en muchas vertientes, profesionales y personales, emocionales y racionales. Existen aún realidades maravillosas y elementos para ser optimistas, sin embargo estamos convencidos de que es necesario afrontar el lado oscuro de la evolución de la Internet y entender que la deriva que se ha tomado no es la única opción posible: se debe evitar que la sinergia propia de la red original deje ahora todo el espacio al antagonismo. Se propone un esfuerzo masivo, articulado y urgente de educación, en lo relacionado con la información, la comunicación, el conocimiento y la ética.

La alfabetización informacional[5] es una emergencia internacional para poder empoderar a los usuarios, desarrolladores y emprendedores que conviven en el entorno digital. Los usuarios son los principales actores que, con su comportamiento, pueden y deben revertir la debacle que está en franco desarrollo.

El fin del diálogo

Si uno observa los comportamientos dominantes en la red, detecta lo que se podría llamar el fin del diálogo y la propensión a transformar el acto de comunicar en uno de sólo informar. El sentido básico de “comunicación”, como intercambio dialogante entre personas, se ha venido transformando en difusión (broadcasting en inglés), un acto de comunicar unidireccionalmente de uno a muchos. Cada usuario se comporta hoy en día predominantemente como “difusor”, en el sentido de diseñar y realizar su propia proyección en la red. Se tiende a favorecer una distribución de información que responde únicamente a los intereses propios del emisor. El factor extraordinario de serendipia que caracterizaba la Internet se va remplazado por una suerte de circulación elíptica y redundante de información en bucle. Ya las secuencias de intercambios entre personas (threads en inglés), que son auténticos diálogos, no son muy frecuentes; han sido reducidos a su mínima expresión con los “me gusta” o equivalentes propios de las RRSS y a su máxima expresión con un comentario, el cual raramente induce una cadena de respuestas, o bien en pronunciamientos. Esos últimos no son más que la difusión de opiniones definitivas, que no apelan al diálogo y truncan un potencial proceso colaborativo de construcción de nuevo conocimiento. Por esas razones estas plataformas están siendo abandonadas como un lugar para dilucidar diferencias o para construir consensos.

El diálogo ha sido remplazado por lo que vamos a denominar con un neologismo: la egomación[6]. La egomación incluye información que se puede calificar de trivial y sin carga de interés general salvo, como veremos luego, para quienes quieran mercadear algunos productos (ejemplos: mi estado actual de ánimo, lo que estoy comiendo, donde estoy, y demás “selfies”) junto a una proyección articulada de la persona, su yo virtual. Puede incluir pronunciamientos fundamentados en temas relevantes a los intereses de ese yo y creencias sobre cualquier tema y alguna que otra opinión. Es de notar que la egomación procesada por las Gigantes Tecnológicas (GT) para fines de negocio incluye una serie de elementos personales del usuario o que no expresa de manera explícita, tales como el contenido de sus comunicaciones (por ejemplo: chats y correos), los sitios donde navega y la búsqueda que solicita a motores. Desde luego, no es el propósito de este artículo el análisis detallado de lo que incorpora la egomación, aunque hay una fuerte sospecha que este análisis ha sido conducido en los laboratorios de investigación de las GT para mejor adecuar la oferta de publicidad a la demanda potencial de usuarios.

La egomación es, entonces, una suerte de predominio del yo junto a información vinculada a lo pertinente o relevante a ese yo. Cada persona tiende a estar más interesada en diseñar su egomación que en conocer la de los demás. Así que las condiciones no son muy propicias para el diálogo. El “cogito ergo sum” se reinterpretó en el mundo virtual en “egogito ergo sum” donde “egogitare” sería otro neologismo del latino para “fabricar su egomación” y la frase se reinterpreta entonces en “fabrico mi egomación en las RRSS entonces existo”.

La suma de las egomaciones es un ruido en términos de conocimiento, un ruido que las Gigantes Tecnológicas (GT) aprendieron a utilizar para sus beneficios. Y sigue siendo un ruido para la sociedad, por muy sonoro que sea, en contraste con la cantidad de información valiosa que el entorno digital de la sociedad global del conocimiento ha sabido reunir. Las plataformas digitales magnifican ese ruido, lo que acarrea repercusiones sociales insoslayables y podría tener como otra implicación que la neguentropía[7] total de la Internet haya comenzado a decrecer, por la culpa de la entropía creciente que representa ese ruido.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

¿Cómo se ha perdido el diálogo en el camino? ¿Por qué el común de los mortales se comporta como un agente de mercadeo de sí mismo? ¿Qué hace que una persona se crea con deber y derecho a opinar como “experto” de lo humano y lo divino y demasiadas veces lo hace sin tener argumentos suficientes sobre la temática que aborda? ¿Cómo el diálogo se transformó en el intercambio recursivo y dicotomizado de egomación?

Tenemos una teoría explicativa bastante sencilla para una primera aproximación a un fenómeno tan complejo como éste. Sí creemos que hay un “pecado original” que desencadenó una serie de eventos y cuya importancia es necesario comprender si uno desea entender cómo hemos llegado aquí. Fue la decisión del primero de los actores hiper-potentes que surgieron, Google, y que fue seguida por los demás, creando un patrón poderoso y aparentemente irreversible en el negocio virtual. El acto creó las condiciones para que las GT pudieran transformar a los usuarios en productos y rentabilizar de manera sostenible su negocio. Han logrado que los mismos usuarios asuman masiva y plenamente el papel de usuario-producto que las empresas les han asignados, convirtiéndolos (a través del uso de su egomación) en inconscientes agentes de mercadeo para beneficio de intereses ajenos.

¿Cuál fue esa decisión y en qué contexto ocurrió?

La Internet se construyó en los años 80s dentro del mundo de la academia y de grupos libertarios de la sociedad civil[8]. Su ADN era el proponerse compartir de forma gratuita, abierta e inclusiva. Estos rasgos, que condicionan su evolución en términos sociológicos, desencadenaron las múltiples y atractivas utopías que la acompañaron en sus primeras fases, mientras que representaron una dificultad mayor para sostener negocios rentables, aun tratándose de iniciativas valiosas y con posibilidades de éxito. Ejemplo notable en este sentido lo fue el motor de búsqueda AltaVista que hacía el trabajo con efectividad[9], sin violentar la privacidad de los usuarios, destronado por la joven empresa Google entre 2000 y 2003.

Luchar contra una cultura basada en la gratuidad era un reto imposible y solo pudo ser superado por la influencia de un actor de una potencia máxima que logró romper otro fundamento cultural profundo heredado de la academia y de la sociedad civil: no mezclar la publicidad con el quehacer profesional interhumano. En este contexto, para promocionarse hay que demostrar las competencias donando a la comunidad de usuarios algo del valor agregado que se presume; por ejemplo, creando una muestra de los servicios que se ofrecen de libre acceso[10].

Al inicio Google tenía dos opciones:

1) Romper la gratuidad y hacer pagar sus servicios a un precio justo.

2) Seguir con la gratuidad y encontrar otra vía indirecta para generar sus ingresos legítimos.

La opción (1) tenía la necesidad de esquemas financieros capaces de facturar sin dificultad céntimos o fracciones de céntimos. El aparato tecnológico tenía la capacidad de hacerlo; bien se podría haber facturado cada búsqueda o cada envió de correo electrónico en esas magnitudes. Los beneficios de la opción (1) hubiesen sido importantes:

· Se podían haber ajustado los parámetros de precio para que los servicios generen los mismos ingresos, eso sin que se convierta en un monto crítico para los usuarios[11];

· Hubiese significado una reducción significativa del spam en el correo electrónico, un parásito tóxico generado por la gratuidad;

· Hubiese representado una base sólida para una ecología de la información[12];

· Hubiese representado una base sólida para una economía de la información y un sustento para mayor coherencia a largo plazo[13] ;

· Hubiese mantenido intactos otros elementos claves de la cultura original de la Internet que tienen que ver con políticas de privacidad y protección contra publicidad indebida e indeseada.

Google seleccionó la opción (2) y no encontró resistencia por parte de la sociedad civil. Se cometió un terrible error histórico al no comprender que había llegado el momento de liberarse de uno de los principios originales para poder adaptar la Internet al mundo de los negocios de manera de hacer rentable el invertir para desplegar nuevos servicios. Con esa decisión Google abrió el mundo virtual al enorme mercado de la publicidad que terminara dominando[14].

Así se transformó a los usuarios en productos jugosos para el negocio, mediante la egomación que directa o indirectamente podían generar. La expresión popular en inglés “No hay almuerzo gratis” terminó golpeándonos en nuestra carne virtual viva, nuestros datos ya no nos pertenecían: Google se había apoderado de ellos y les sacaba buen provecho.

El destino estaba trazado:

· Google iba a conservar el historial de búsqueda de cada usuario y así saber más sobre cada uno de ellos que su sicólogo. Progresivamente, con un innegable talento técnico y prospectivo, propuso aplicaciones gratuitas muy efectivas que fueron adoptadas masivamente y que le permitieron complementar la captura de egomación en todas direcciones: el contenido de sus correos (1,5 billones de usuarios activos de Gmail en 2019[15]), los sitios visitados (80% de los sitios web usan Google Analytics para colectar datos de tráfico[16]), imágenes y videos registrados, todo complementado con el posicionamiento espacial (vía GPS) de los usuarios de celulares que usan el sistema operativo Android (88% de ellos[17]).

Alguien encontró fascinante el hecho de recibir en su correo personal publicidad sobre el carro de sus sueños justo en los días en que le comenta por correo a un amigo que estaba pensando cambiar de vehículo. ¡Que linda coincidencia pensó el ingenuo usuario, sin entender que su representación virtual era víctima en ese momento de una auténtica violación[18]!

Así llegamos, dos décadas después, al momento donde el perro de la Internet que decía en 1993 “¡En la Internet nadie sabe que soy un perro![19] ya no era anónimo. No solamente Google sabe que es un perro, sino que además sabe su raza, qué le gusta comer, su gusto por las perras, qué enfermedad posiblemente padece, cuándo irá al peluquero o a comprar un hueso. Google le reporta esa información, de alguna manera y mediante pago, a empresas que desean venderle algún hueso a este perro.

Coherente con sus principios de negocio, Google propuso a los proveedores de contenidos dejar espacio en sus sitios web para que se colocara, de manera dinámica, publicidad seleccionada acorde con su público objetivo. Según la intensidad del tráfico generado los productores recibirán una remuneración que podría llegar a cifras significativas. La motivación es doble: entrar en el negocio y lograr que el número de visitantes sea el más alto posible para maximizar las ganancias. Muchos actores del mundo digital, incluyendo de la sociedad civil, entraron en la danza que toma como meta primordial el aumentar el número de visitas.

Con el avance de esta dinámica, los usuarios, por activa o por pasiva, fueron nutriendo las inmensas bases de datos que las GT han construido sobre las personas, sus perfiles y los segmentos de mercado a los que pertenecen. Estas empresas con esa egomación tratada con herramientas asociadas a la Inteligencia Artificial (IA), big data, data science y otros desarrollos tecnológicos, han podido consolidar un esquema de negocios basado en la capacidad de predecir comportamientos de individuos y de grupos. Por esta vía llegó el capitalismo de vigilancia, sobre el que volveremos más adelante.

Algo que marcó los inicios de Google fue un aporte que luego se usaría para moldear la lógica del negocio en el mundo digital. El mundo de la academia mide el prestigio del investigador con el número de citaciones a sus publicaciones; indicador más determinante que el número de publicaciones. Google enriqueció el algoritmo con la valoración recursiva de las referencias (es más valorada una citación por una persona muy citada). Con ese algoritmo el orden de aparición de los resultados de una búsqueda cobra un sentido extraordinario y representa un hito determinante en la caracterización del funcionamiento de la Internet.

Cuando Google institucionalizó su modelo de negocios pervirtió la obra inicialmente concebida con mentalidad de acceso abierto al conocimiento. La distorsión directa entró por el esquema de pagos por publicidad colocando resultados de los sitios que pagan por encima en los resultados de las búsquedas. Indirectamente, el alejamiento del algoritmo inicial se materializó cuando se optó por presentar primero los sitios que generan los mayores beneficios publicitarios y al incorporar al modelo parámetros adicionales como el histórico de las búsquedas del usuario. Con esto crea una cápsula que describe con mayor precisión el segmento del mercado a que pertenece el usuario y contribuye a mantenerlo enclaustrado dentro de una burbuja, a pesar de la inmensidad de contenidos valiosos disponibles en la Web. Así se perpetró un auténtico crimen contra la humanidad en su manifestación virtual, crimen perfecto cuando los usuarios no van más allá de la primera pantalla de resultados de cada búsqueda. Esa tendencia a encerrar el usuario en un nicho de información cada día más estrecho (que se encuentra en la mayoría de las aplicaciones masivas) conduce a que, a pesar del crecimiento de la Web, el usuario promedio ve reducido su alcance efectivo; lo que termina siendo una paradójica negación de la misma esencia universalista de la Web y aísla al usuario en sus certidumbres en vez de confrontar la diversidad.

De paso, el número de ocurrencias de un término buscado, que era un dato objetivo y confiable y permitió valiosas pesquisas en la Web mediante los motores de búsqueda[20] se transformó en una burla.

Ahora lo más importante no es presentar contenidos de calidad sino alcanzar el mayor número de visitantes. Es decir, lograr el más alto nivel de fama virtual, no importa la excelencia de la propuesta o bajo cuál criterio se originó la visita. Esa evolución dio forma a la sociedad de la opinión.

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NOTAS:

[1] Frecuentemente gestionado mediante una lista de correos electrónicos, es decir una dirección electrónica que despacha correos a las direcciones suscritas.

[2] Por el contrario, a menudo se invita las personas suscritas a presentarse ante el grupo.

[3] MISTICA (Metodología e Impacto Social de las Tecnologías de Información y Comunicación en América Latina y el Caribe) cuyo sitio web sigue en gran parte preservado a pesar de que el proyecto y la institución que lo sustentaba cesaron sus operaciones: http://funredes.org/mistica. Ver Referencia [1] para más detalles.

[4] https://www.itu.int/net/wsis/index-es.html

[5] En la referencia [4] se ofrece una definición comentada de alfabetización informacional dentro de su contexto (brecha digital y sociedad de la información). Habría que complementar ese concepto con dos elementos que cada día parecen más necesarios: la necesidad de procurar un mínimo de herramientas cognitivas para la gestión de la complejidad y de las estadísticas, desde la educación básica, a todos los niveles y también hacia la ciudadanía en general.

[6] Esa nueva palabra no pretende tener sentido etimológico, solo se formó así por su parecido fonético a información (algo similar a la palabra “telemática” que sufrió el mismo defecto en su tiempo). En sentido más etimológico debería fusionar la raíz “info” con la condición narcisista. El inconveniente en ese sentido es que los fonemas tienen menos encanto para polemizar.

[7] La neguentropía, lo opuesto a la entropía, fue introducida por Léon Brillouin, en su obra “Science and Information Theory”, 1959. Extendió los trabajos de Claude Shannon (“A mathematical theory of communication”, 1948) para una definición física de la información, y ha servido de punto de inicio para varios pensadores posteriores en sus contribuciones a las teorías de sistemas o de la complejidad.

[8] El discurso oficial confunde la historia de Arpanet (y del protocolo Internet de comunicación TCP-IP) con la de la Internet. Eso oscurece una realidad mucho más compleja que no hay que interpretar con el único prisma de la tecnología. Los fundamentos culturales y sociológicos de Internet poco tienen que ver con Arpanet y su paternidad está más claramente ubicada en redes académicas, como Bitnet y redes libertarias, como Usenet. El hecho que finalmente hubo convergencia tecnológica hacia TCP-IP no debería confundir la red de redes con el protocolo técnico que la anima. Esa confusión entre Internet (el protocolo) y la Internet (la red de redes) la decretó abusivamente la Internet Society hace unos años. El hecho que los tecnólogos continúan teniendo el mayor control sobre la red de redes es cuestionable; de cierta manera ese grupo se ha convertido en una alcabala (gatekeeping) insólita (¿usted aceptaría que el arquitecto de su casa le diga cómo debe cocinar su almuerzo o pintar su dormitorio o que el constructor de su automóvil decida donde debe ir de vacaciones?) y es uno de los síntomas subyacentes de las derivas que vivimos. Los profesionales de la información (bibliotecarios, documentalistas y afines) deberían tener más influencia que los tecnólogos en una red donde la capa superior (contenidos y aplicaciones) termina siendo más importante que las capas inferiores de transporte. Por ejemplo, tendría todo el sentido que la IFLA (International Federation of Library Associations) tenga más dientes en las apuestas de la red que la ISOC, pero no es así y, mientras llega ese momento, la lucha para evitar las derivas indeseadas será complicada.

[9] Una búsqueda conservaba criterios absolutos de objetividad y de rigor científico y era totalmente independiente de la egomación.

[10] El maravilloso sitio Argus Clearinghouse, hoy desaparecido por no tener solución sostenible y cuya memoria ha sido preservada por otro extraordinario sitio, archive.org, es el mejor testimonio del inmenso capital humano que esa cultura logro organizar:

https://web.archive.org/web/20051029102009/http://www.clearinghouse.net/

[11] Algo como pagar una cuota moderada por cada 100 búsquedas o por 100 correos enviados.

[12] El uso sin regulación de los recursos de la Internet motiva un consumo de electricidad desenfrenado (principalmente en los centros de datos de las GT) que en 2007 representó un impacto en el calentamiento global comparable al del transporte aéreo (ver Referencia [2]) y hoy en día debe estar probablemente por encima. La tarificación podría haber jugado un papel natural de regulación reduciendo el tráfico no ético. Por otra parte, un esquema de tarifas convenientemente estructurado podría haber evitado la crisis aguda de financiamiento que sufren los medios tradicionales de información en la situación actual donde GoogleNews los utiliza despiadadamente y sin costo.

[13] La neguentropia subraya la naturaleza física del concepto de información (como entropía negativa). Su teoría fundamenta una ecuación que permite, en casos prácticos, medirla (en bits) utilizando las probabilidades de ocurrencia de los estados que caracterizan una información.

[14] Un mercado de 560 billones de US$ (2019) del cual más del 50% está en la Internet (https://www.statista.com/topics/990/global-advertising-market/) y del cual Google detiene 33% https://www.statista.com/statistics/193530/market-share-of-net-us-online-ad-revenues-of-google-since-2009/ )

[15] https://en.wikipedia.org/wiki/Gmail#cite_note-Petrova-1

[16] https://fr.wikipedia.org/wiki/Google_Analytics

[17] https://www.statista.com/statistics/266136/global-market-share-held-by-smartphone-operating-systems/

[18] Imagine lo que pasaría si el proveedor del correo postal abre y lee nuestras cartas. ¿Por qué entonces lo aceptamos del proveedor de correo electrónico?

[19] https://en.wikipedia.org/wiki/On_the_Internet,_nobody_knows_you%27re_a_dog

[20] Ver por ejemplo los primeros trabajos para medir el espacio de las lenguas en la Internet comparando cifras de ocurrencias en los motores, en http://funredes.org/lc

REFERENCIAS:

[1] — D. Pimienta, “At the Boundaries of Ethics and Cultures: Virtual Communities as an Open Ended Process Carrying the Will for Social Change (the “MISTICA” experience)” in the book “Localizing the Internet. Ethical Issues in Intercultural Perspective”, Capurro, R. & al. (Eds.). Schriftenreihe des ICIE Bd. 4, München: Fink Verlag, 2005

http://www.funredes.org/mistica/castellano/ciberoteca/tematica/icie (versión en español)

[2] — J. G. Koomey, “Estimating total power consumption by servers in the US and the world”, Stanford University, Feb. 2007

http://www-sop.inria.fr/mascotte/Contrats/DIMAGREEN/wiki/uploads/Main/svrpwrusecompletefinal.pdf

[3] — Y. Eshet-Alkalai, and E. Chajut, “Change over time in Digital Literacy”, Cyberpsychology & Behavior, Volume 12, Number X, 2009

[4] — D. Pimienta, “Digital divide, social divide, paradigmatic divide”, 1st edition of Journal of ICT and Human Development, 2009.

http://funredes.org/mistica/castellano/ciberoteca/tematica/brecha_paradigmatica.pdf

(versión en español)

[5] — Bernard Stiegler, “Le Blues du Net”, 2013, Blog “Réseaux” del periódico francés Le Monde.

https://web.archive.org/web/20131102102731/http://reseaux.blog.lemonde.fr/2013/09/29/blues-net-bernard-stiegler/

[6] — S. Zuboff, “The secrets of surveillance capitalism”, Frankfurter Allgemeine, March, 2016 -

http://www.faz.net/aktuell/feuilleton/debatten/the-digital-debate/shoshana-zuboff-secrets-of-surveillance-capitalism-14103616-p2.html

[7] — L.G. Rodríguez Leal. “La Disrupción de las Gigantes Tecnológicas — Emergencia Digital”, enero 2020.

https://www.academia.edu/41701222/La_Disrupcio_n_de_las_Gigantes_Tecnolo_gicas_-_Emergencia_Digital

[8] — H. Chneiweiss, Entrevista en la Recherche no557, mars 2020, page 70. (en francés)

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