Otra asíntota de Schick

Pedro Barata
Tres de añadido
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5 min readJun 14, 2021

“Si Dios hubiese querido que jugáramos a fútbol en las nubes, tendría puesto césped ahí arriba” Brian Clough

Clough es una leyenda del fútbol británico, pero en Hampden Park nadie le parecía hacer caso. La vuelta de Escocia a las grandes citas llenó de entusiasmo un estadio que tantas veces es criticado en el país. “Es el peor campo en el que ya jugué”, dijo en tiempos Scott Brown, el mito del Celtic. Dicen que en Hampden hay menos ambiente que en Ibrox o Celtic Park y que se ve mal el juego en los fondos. Pero a la gente eso les daba igual. Cantaban y celebraban. Hace mucho que el fútbol no les daba razones para presumir de ser escoceses.

Volviendo a Clough, que es de esos personajes de los que uno puede intentar huir pero cuyo magnetismo siempre resiste, Escocia y República Checa no parecían pensar en sus palabras en el duelo de Glasgow. Balón arriba, disputa, segunda jugada. Un choque por aquí, un roce por allá. McTominay regateando a base de derrumbar rivales. En un dado momento, Ryan Christe hasta logró irse de dos rivales con calidad, pero su compañero O’Donnell entendió que aquello se saltaba el plan del partido y se puso en su camino, chocando con él y se perdió el peligro. Sólo en el primer tiempo se disputaron 70 duelos por el aire, 30 más que el segundo choque de esta Euro con más duelos cerca de las nubes. La zurda de Robertson era lo único que le daba aire al duelo.

¿Sólo? No. En la punta del ataque de República Checa estaba un chico que se acostumbró a estar bajo sospecha. Patrick Schick tiene talento, es guapo, no se tira al suelo. El pleno de las características para ser juzgado en el tribunal de los aficionados. Pero esos no duelen tanto como los de tu sangre…

De pequeño, a Schick no le gustaba que su padre le fuese ver jugar.

“Él se metía mucho en los partidos, y cuando algo iba mal ponía sus manos en la cara y hacía gestos con la cabeza. Yo me quedaba nervioso por eso. Cuando yo tenía 12 años, jugamos un torneo con el Sparta. Mi padre movió la cabeza y chilló algo. Entonces le encaré y le lancé una peineta”.

El partido en Glasgow no parecía estar para talentosos como Schick, pero el talento es como la vida: siempre encuentra un camino, como dirían en Jurassic Park. Y si el balón estaba en el aire, Patrick saltó para rematar de cabeza para el 0–1.

Escocia no se rendía y empujaba hacia la portería rival. Pero ya avisó Patrick que el talento siempre encuentra el camino.

Y de un balón perdido Schick hizo un golazo. Un disparo mágico, una vaselina con comba que pasó a la vez por encima y al lado de Marshall, impotente ante la clase rival. Un homenaje al gol de Poborski en 96 en la portería Zidane de 2002. En un partido que se jugaba por el aire, Schick sacó del aire uno de los mejores trozos de magia que veremos en este verano de interrail futbolero por Europa. La diana más lejana jamás marcada en una Euro.

A Patrick le gusta la belleza. Es bello jugando, aunque su carrera vaya yendo acelerando y frenando. Con luces y sombras. Como una asíntota, una “línea recta que se acerca indefinidamente a una curva, sin llegar nunca a encontrarla”. El gol de Schick fue una asíntota, como su carrera. Un viaje con comba entre el talento y la felicidad, la frustración y la pérdida, sin nunca terminar de llegar al paraíso.

Sí, yo tampoco sabía lo que era una asíntota hasta hace unos minutos. Gracias a Pipe Olcina y a Patrick Schick, dos zurdas con clase, por hacerme saberlo.

Escribió el gran poeta checo Ivan Wernisch, en su poema Invierno:

“Invierno

Yo seguía hablando de la mansión de invierno hasta que tú dijiste:
‘Llévame ahí’
Y yo empecé con escusas: te podrás
decepcionar,
queda en el medio de los campos y ahí gatos salvajes en
la floresta,
en las escaleras hay estatuas mostrando sus genitales con
ojas,
no te gustarán.
Pero tu adivinaste que yo lo había inventado todo, y dijieste:
‘ahora no creo que me gustase,
no me gustan los gatos y nadie nos estará pensando,
no te quedes pensando en ello’”

No sabemos si el padre de Schick le hizo leer Wernisch, pero, dentro de muchos años, dos estudiantes estarán en Praga intentando entender lo que es una asíntota. Enfadados, uno mirará al otro y dirá:

“Una vez un jugador marcó un gol para nosotros en una Euro desde la mitad de la cancha, en un disparo de primeras con comba que todo el mundo aplaudió”.

Y el otro le mirará y pensará que eso será un invento, como el jardín de invierno de Wernisch. Y seguirá intentando entender lo que es una asíntota, sin entender que en realidad la línea nunca tocará la curva.

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