La sociedad, los políticos y el periodismo en Argentina

Análisis y crítica de lo que creemos ser, pero lamentablemente somos

Pablo Espindola
Vestigium
16 min readOct 22, 2020

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Famoso cuadro del pintor francés Eugène Delacroix “La Libertad guiando al pueblo” de 1830 modificado

El siguiente estudio pretende abordar cuestiones como la política y el rol del periodismo «medios de comunicación» en relación con la sociedad argentina.

Si bien el análisis es un compendio de nuestro comportamiento en sociedad, la crítica e invitación a la reflexión, se centraliza en mayor medida en el sector de la población que se viene manifestando en diferentes protestas en contra del gobierno y la cuarentena este año.

Realizo un recorte y estudio discursivo de este sector, demostrando la incompatibilidad de su accionar en cuanto a los valores que dicen poseer y aquello que defienden.

A través de diferentes conceptos como la ideología, la grieta, los medios de comunicación, las marchas, la historia, la justicia, los mitos y la política, concluyo y expongo que lo ideológico nos atraviesa y divide por encima de cualquier otra cuestión.

Pretender cerrar la grieta es una utopía, porque el enunciado en sí manifiesta un imposible. Las ideologías están en guerra, el mundo es conflicto y los intereses jamás irán de la mano porque interpelan a sectores diversos con propósitos heterogéneos. La grieta no se puede ni se va a cerrar porque en la apertura radica su naturaleza. La grieta es ideológica, habita y se manifiesta en cada sector social de manera diferente- y también diferente dentro de un mismo sector social-. Esto no implica que no podamos encontrar puntos de convivencia para tramitar la grieta lo mejor posible como sociedad. Ésta es nuestra deuda real.

En conclusión, con este análisis pretendo confirmar mi hipótesis de que la grieta es ideológica.

Dividido este estudio en cuatro capítulos, los mismos serán publicados semanalmente en https://medium.com/@surdelsur, comenzando hoy 22 de octubre de 2020 con el primero.

Capítulos:

I. La ideología

II. Análisis discursivo

III. La justicia y algunos mitos de nuestro país

IV. La política heredada

CAPÍTULO I: La ideología

Las personas tratan de reconfirmar lo que piensan, entonces buscan fuentes que coincidan con su ideología.

Si compartimos una misma mirada e idea del mundo con una persona y ésta obra mal, no nos importa, ya que a través de algún pretexto salimos a defenderla, porque implícitamente estamos defendiendo nuestra propia mirada e idea del mundo; nuestra ideología. Es un mecanismo automático que no tiene demasiados matices: defendemos a esa persona, o bien, en menor medida, esquivamos la mirada sobre la acción cometida y nos hacemos los distraídos, ya que, en este otro caso, no nos hacemos cargo de lo que sabemos que está mal o nos hace ruido, y en definitiva no lo reconocemos públicamente. Sin embargo, si alguien obra igual de mal, y con esa persona no compartimos ideología alguna, salimos a condenar y repudiarlo.

El desprecio al que no piensa como uno es un acto instintivo y patológico en nuestra sociedad. Proteger al que es como yo, sin importar si lo que hace está bien o mal, también.

Con los medios de comunicación sucede algo similar.

El subtítulo de este artículo refiere a la dinámica de cómo solemos manejarnos. Las fuentes que buscamos, leemos y adoptamos para nuestra vida (y en esto el algoritmo piensa muy bien por nosotros) hablan por nosotros. Es poco probable que un kirchnerista se informe a diario a través de medios como Clarín, La Nación o TN, del mismo modo que un macrista difícilmente se informe a través de C5N. Básicamente porque para cada sector esos medios carecen de legitimidad, y la legitimidad se vincula con la ideología que cada uno carga sobre su cabeza. Nos informamos con los medios que nos representan y obviamente nos interpelan.

Le creo al que piensa y actúa como yo, porque yo tengo la verdad.

No juzgamos los hechos sino las personas

La pasión emerge de nuestra subjetividad y triunfa al momento de analizar hechos y cuestiones, pero este análisis debería ser menos apresurado, más objetivo y racional. Esta especie de fuego que emana de nuestros intestinos imposibilita el espacio a la reflexión.

La sociedad argentina, motivada en parte por el periodismo que siempre representa y respalda algún tipo de interés particular «no existe el periodismo independiente y esto es un hecho irrefutable», se convirtió y dividió en diferentes hinchadas de fútbol, lo que hoy en día llamamos polarización social.

La futbolización de nuestra sociedad fagocitó el pensamiento crítico ciudadano. La pregunta es ¿cómo dejamos de ser fanáticos de fútbol para volver a ser ciudadanos pensantes, o al menos intentarlo?

Así como la cuestión de legitimidad en los medios opera con cierta lógica y se concatena con la/nuestra ideología, la pasión se mezcla y contamina el reducto de la coherencia, permitiendo apartar todo tipo de análisis y reflexión sobre los hechos, para convertirnos en meros agentes pasionales/irracionales, aplaudiendo de esta manera a los que son como yo y defenestrando aquellos que obran diferente a mí.

No importa la acción sino quién la comete.

Siempre que reflexiono este tipo de cuestiones me viene a la cabeza un ejemplo evidente de nuestra política actual que hizo mella en nuestra sociedad hace muy poco: La ley de blanqueo de capitales del kirchnerismo (2013) versus la ley del blanqueo de capitales del macrismo «Sinceramiento de capitales» (2016).

La Ley 26.860/2013 en su momento fue terriblemente repudiada por Macri y la oposición, sin embargo, una ley similar 27.260/2016 de aquella oposición, devenida en gobierno poco tiempo después, fue ampliamente celebrada.

Fuera de los gobiernos quisiera referirme al accionar de las personas ¿Es coherente como macrista u opositor al kirchnerismo repudiar la ley de blanqueo K, pero aplaudir una ley igual del partido que votaron, con el agravante de que esta última ley fue perforada por el decreto 1206/2016 habilitando a familiares de los funcionarios para que pudieran blanquear? Objetivamente no, no es coherente en absoluto.

No solo que la finalidad de estas leyes en el fondo se hicieron para blanquear, es decir justificar plata en negro (lavado de dinero), sino que la ley del macrismo redobló la apuesta y fue más impune aún. A través de un decreto del propio presidente habilitó que familiares, como su hermano, pudiesen blanquear, con la ley del 2013 esto estaba prohibido: “Que mi hermano haya blanqueado es un derecho que le daba la ley” argumentó sueltamente el expresidente… básicamente no, es un derecho que Macri le atribuyó por decreto sin pasar por el Congreso, una actitud muy poco democrática.

Del mismo modo que señalo esta incoherencia por parte del macrismo, y el sector que apoya ese modelo, del otro lado de la grieta, también quisiera señalar una discordancia; el respaldo que Hebe de Bonafini «cofundadora de Madres de Plaza de Mayo y activista esencial de los DDHH de nuestro país» hizo sobre César Milani, ex jefe del Ejército, acusado de crímenes de lesa humanidad durante la última dictadura militar. El apoyo carece de credibilidad hasta dentro del propio kirchnerismo.

Este tipo de ejemplos en Argentina abundan. Básicamente está mal y es repudiable si lo hace la persona que no quiero, pero el mismo hecho está bien si lo hace la persona que respaldo. Aquí radica nuestra principal incoherencia madre, que elementalmente se desprende de nuestra ideología.

Hablemos de las ideologías

La palabra ideología comprende muchas cosas, me remitiré aquí únicamente a lo que las ciencias sociales y la filosofía describen de ella.

Una vez un profesor de la facultad nos habilitó a pensar en la ideología como algo que se nos interpone frente a nuestros ojos, una especie de velo que se nos adelanta sin que podamos percibir la realidad tal cual es. A partir de allí, y después de haber estudiado decenas de teorías extensas de “ideología como un conjunto de ideas, emociones, praxis, sentimientos compartidos, etc”, es que realmente pude entender cómo funciona la ideología en el ser humano. Básicamente es una forma de ver y sentir el mundo, más aún, la ideología representa la relación que tenemos con el mundo.

La realidad no existe, ante un mismo hecho dos o más individuos procesarán ese hecho según la ideología que cada uno tenga. Siguiendo a Nietzsche “no hay hechos sólo interpretaciones”; lo que realmente nos confronta en este mundo es la interpretación que le damos a los hechos acorde a la ideología que tenemos. La verdad absoluta por fuera de las matemáticas no existe, solo existen verdades relativas. La verdad absoluta es una idea, más bien es un ideal al que todo hombre aspira «aquel mítico monolito de 2001: Odisea del espacio».

Todos estamos atravesados por lo ideológico, pero por ideologías diferentes. Si bien es cierto que un grupo de individuos puede estar atravesado por una misma ideología política, y cuando hablo de esto me refiero al conjunto de ideas, principios y doctrinas que engloban una preferencia o partido político (sin dudas que todos tenemos una preferencia política que nos hermana con otras personas), dentro de cada corriente ideológica existen cientos de diferencias como personas existentes en ese grupo. Porque justamente todos tenemos diferentes formas de percibir y relacionar las cosas. Es por ello que es preciso separar el concepto de ideología del de corrientes ideológicas.

En cuanto a ideología y democracia el filósofo español Antonio Molleda explica muy bien esta particular relación: “Cada ideología que proclama la virtud de la democracia toma elementos de la teoría democrática más compatible con sus propios ideales diferenciados y los incorpora. Por lo tanto, cada ideología considera la democracia de manera diferente”. Así de difícil e inestable es el mundo de las ideologías con el que convivimos a diario, nosotros y las instituciones. Es por ello que, la batalla ideológica en el seno social, es un concepto determinante para tener en cuenta a la hora de analizar la realidad que nos venden e imponen desde los diferentes medios de comunicación.

A continuación, es importante hacer un desarrollo de los conceptos de grieta y poder.

La grieta

El mundo jamás podrá ponerse de acuerdo porque las ideologías siempre estuvieron, están y estarán en guerra, por eso es imposible cerrar la grieta, es exigir que todos interpretemos al mundo de la misma manera.

La grieta no se puede cerrar, es ideológica. Como sociedad debemos intentar lograr un consenso acerca de qué tipo de país queremos y necesitamos, contemplando las diferentes miradas y abriendo un debate intelectual con la participación democrática de todos los partidos existentes en representación de los ciudadanos. Pero tenemos que entender que jamás nos pondremos de acuerdo; si no acordamos cuestiones básicas en nuestro seno familiar, mucho menos pretendamos que esto suceda a nivel país, por eso la importancia del consenso ciudadano.

Pretender cerrar la grieta es una utopía, porque el enunciado en sí manifiesta un imposible. Las ideologías están en guerra, el mundo es conflicto y los intereses jamás irán de la mano porque interpelan a sectores diversos con propósitos heterogéneos. La grieta no se puede ni se va a cerrar porque en la apertura radica su naturaleza. La grieta es ideológica, habita y se manifiesta en cada sector social de manera diferente- y también diferente dentro de un mismo sector social-. Esto no implica que no podamos encontrar puntos de convivencia para tramitar la grieta lo mejor posible como sociedad. Ésta es nuestra deuda real.

El poder

La verdad es una creación del poder y en esto el papel de los medio es fundamental.

En Argentina los principales medios de comunicación tienen el poder de imponer, y establecen un pensamiento «ideología dominante» sobre las masas, logrando imponer precisamente su verdad por sobre cualquier otra.

Estos medios manejan agendas a su modo y preferencia, con la finalidad de formar conciencia en la mayor parte de la sociedad argentina. Tienen el poder hegemónico de establecer su interpretación de los hechos como verdades absolutas.

Me aterra y entristece saber que en nuestro país la opinión pública carece de libertad genuina, ya que gran parte de la sociedad viste la camiseta de los principales medios de comunicación sin crítica, cuestionamientos o análisis previo de los hechos. Transcurrió un siglo de Harold Lasswell y su teoría de la aguja hipodérmica, así y todo, la sociedad en la que vivo me hace creer cada vez más que esta teoría tan refutada aún no fue derrumbada.

Estos principales medios a los que refiero son los beneficiados de la última dictadura argentina a esta parte, la historia de papel prensa y su posterior e irregular adquisición en manos de Clarín y La Nación dan cuenta de ello.

En síntesis, los principales medios de comunicación polarizan a la sociedad y crean hordas de fanáticos, asentando las bases morales de lo que está bien y lo que está mal: Grupo Clarín, Grupo La Nación, Grupo América, Indalo medios, por nombrar a los más grandes (ver mapa de medios de nuestro país).

“Los cuatro primeros grupos de medios acaparan más del 74% de los diarios, concentran el 56,7% de la audiencia en tv abierta y el 53% en radio en la Argentina. La mayoría de esos medios concentrados son oficialistas.” -Nota de abril 2019 cuando el oficialismo era el macrismo- Martín Becerra (investigador CONICET y profesor universitario argentino)

Los medios de comunicación cumplen un rol fundamental, básicamente interpelan y agitan a las masas para que nada cambie. De este modo, la historia de la humanidad se despliega en un a eterna lucha entre los sectores conservadores versus los sectores progresistas.

Con el paso del tiempo, y luego de grandes luchas y revoluciones, este último sector de a poco logra crear, instalar y fortalecer derechos que antes no existían «desde la Revolución francesa, el grito de Alcorta o mismo nuestra independencia como cuestiones macro; hasta el matrimonio igualitario o el derecho al aborto, por nombrar algunas reivindicaciones sociales micro sumamente importantes que aún hoy en pleno siglo XXI algunos discuten y se oponen», mientras que los conservadores, que ostentan e históricamente conservan el poder, pretenden que nada se modifique para no afectar ni perder sus intereses de clase dominante.

“Una política progresista tiene que ser de centroizquierda porque los de izquierda quieren más, y los demás quieren conservar. Me parece absurdo ser conservador en un país (Argentina) donde hay tan poco bueno por conservar y tanto por reformar”. Mario Bunge (filósofo, físico, epistemólogo e intelectual argentino)

Para los progresistas, independientemente de cualquier país o partido político, “donde hay una necesidad nace un derecho” «Eva Perón». Este concepto se enaltece más allá de la persona que lo dijo, ya que para los sectores progresistas esto se trata de una cuestión universal. Sin embargo, para los conservadores donde hay una necesidad que siga existiendo, total los derechos me pertenecen.

Si algo le reclamo con apremio al sistema capitalista, es que los derechos no son iguales para todos en la práctica. Esa mentira de “mis derechos terminan donde empiezan los derechos de los demás” no registra que el hombre es un ser ambicioso y que vivimos en un sistema incompleto, plagado de errores e inequidades por cuestiones de clases. Claramente los derechos de un pobre no son los mismos que los de un multimillonario, por más maquillaje y parches que el sistema coloque. Por eso el capitalismo es injusto, la humanidad ha progresado considerablemente sobre aquel feudalismo que terminó de derrumbarse con la Toma de la Bastilla en 1789, y bienaventurado que vivimos en un sistema muchísimo mejor al de hace doscientos años, pero no por ello debemos indicar que es perfecto cuando claramente no lo es, cuando posee millones de imperfecciones, al igual que el sistema comunista a su modo. No hay esclavitud, pero hay trabajo forzoso, infantil y jornadas no legisladas; no hay estamentos, pero hay clases sociales desiguales; no hay absolutismo, pero existe una plusvalía degenerada por parte de una oligarquía funesta; hay hambre, pobreza, mortalidad infantil, epidemias incontroladas e injusticias de todo tipo. La naturaleza del capitalismo radica en la desigualdad social, por eso nadie puede afirmar que es un sistema perfecto, esto es una débil falacia ¿Estamos mejor que hace doscientos años?, sin dudas, pero nos falta demasiado para superarnos como seres humanos.

La opinión pública en Argentina se manifiesta en las últimas marchas

Es importante destacar la función de los medios respecto a las últimas marchas y protestas que hubo en nuestro país en contra del gobierno. Antes, quisiera hacer una aclaración respecto a la incoherencia de los discursos que se desplegaron este último tiempo con relación a la libertad.

Considero que rotular de fascista o antidemocrático a un gobierno que, en plena pandemia, permitió con total independencia que el pueblo se manifieste y exprese las veces que consideran necesarias (25 de mayo/ 20 de junio/ 17 de agosto/ 26 de agosto/ 1 de septiembre/ 13 de septiembre/ 19 de septiembre/ 12 de octubre) sin censura ni represión, como debe ser, es de una incoherencia que roza lo absurdo.

Aquí nuevamente los medios de comunicación más importantes de nuestro país tienen algo de responsabilidad irresponsable. Por nombrar un ejemplo incisivo, el diario La Nación apoyó y promovió las marchas en pandemia, pero lo más interesante de esto no es que promueva la movilización de las personas en plena pandemia, sino que ya no se gastan en camuflar su ideología. Esto conlleva una pérdida de objetividad y profesionalismo absoluto, y para un medio de comunicación esto es una aberración.

Banderazo 17A. Horario y lugares de la manifestación” Esto no es otra cosa que el diario La Nación militando la marcha en una especia de festival Lollapalooza. Realmente es preocupante y aciago para la sociedad argentina ¿Puede un medio transcendental ser tan irresponsable y poco ético? Sí, puede. Una cosa es informar un hecho y otra muy diferente promoverlo y subjetivar la noticia mediante su editorial.

“Para ser periodista hace falta una base cultural importante, mucha práctica, y también mucha ética. Hay tantos malos periodistas que cuando no tienen noticias se las inventan/ Nos preocupa la crisis ética del periodismo escrito/ El empleo vicioso de las comillas en declaraciones falsas y las citas de fuentes de altos funcionarios que pidieron no revelar su nombre –y que en realidad no existen–, o la de supuestos observadores que todo lo saben y que nadie ve amparan toda clase de agravios impunes, porque nos atrincheramos en nuestro derecho de no revelar la fuente”. García Márquez (escritor y periodista colombiano)

La ética

Con relación al tema de la ética, soy de los que considera que el periodismo debería colegiarse. Es menester cortar de raíz las malas prácticas que como profesionales tenemos.

Si un ingeniero hace mal una obra pone en peligro su matrícula, lo mismo sucede con los médicos, abogados, psicólogos y decenas de profesiones más, pero en el caso del periodismo éste no está colegiado.

Es importante señalar el gris que tiñe al periodismo, ya que, según la región o el país, el periodismo en algunos lugares es una profesión y en otros un oficio. Según la periodista y reportera del periódico Milenio, Claudia Hidalgo Ríos: “Para garantizar los derechos de quienes se dedican a investigar e informar, hace falta empezar por lo básico: el periodismo no es un oficio, es una profesión y como cualquier otro trabajo, requiere, obligadamente, tener todas sus prerrogativas a salvo.

Probablemente sea un poco radical en este asunto que me incumbe por ser un comunicador social. Quiero dejar en claro que la finalidad no es suprimir la libertad de expresión, creo en la libertad de este derecho fundamental por sobre todas las cosas. Hablo de colegiar al periodismo para aquellos profesionales que ejercen el periodismo en medios chicos o grandes; la palabra de este especialista en el asunto no debe quedar impune y a merced de la ética, no es lo mismo que un NO periodista diga cualquier pavada en un medio de comunicación a que lo haga un profesional en la materia.

En nuestro país el periodismo se maneja de forma irresponsable, no trabaja sobre la ética, sino que esencialmente defiende los intereses de la corporación para la cual trabaja, y aquí la pérdida de objetividad, profesionalismo, análisis y hasta creación de las fake news (noticias falsas) que este siglo XXI nos tiene acostumbrado.

Cabe destacar que esto no sucede solamente en el ámbito de la política, basta ver la historia de Sergio Opatowski, el padrastro inocente de Ángeles Rawson y su caso. Los medios y esa ansiedad que los caracteriza salieron a condenar a Sergio sin pruebas suficientes. Quedó como el culpable del femicidio de su hijastra y la condena fue salvaje, pública y mediática. Finalmente, hoy se sabe que es inocente, pero ¿quién le quita el barro a esta persona?

Por el absurdo temor a cercenar la libertad de expresión, el periodismo se excusa de colegiarse. Los comunicadores sociales no contamos con un tribunal ético y esto es un error gravísimo. Debemos colegiar al principal causante de la polarización de nuestra sociedad, el daño que el periodismo causa es irreversible e irreparable.

En cuanto a las fake news, considero que no está mal cederle el terreno del control y la responsabilidad al G8 para que encuentre una forma de moderar esto. Estos países poseen mayores recursos y capacidades tecnológicas; nosotros debemos ocuparnos de nuestro gran problema local que es enmarcar al periodismo en la ética, hacerlo responsable de sus dichos y acciones independientemente de la ideología que tengan, así debe ser para todos.

Como comunicador social, es un debate que me permito introducir para profesionalizar nuestro ambiente.

“El auge de las noticias falsas ha supuesto, por lo tanto, un golpe a la calidad de la democracia, debido a la influencia de éstas en los procesos de elección de los candidatos y la desinformación que imprimen en la opinión pública respecto a los asuntos públicos. Una opinión pública bien formada, que disfrute de un pensamiento crítico y libre, es beneficiosa para la democracia (…) Este grupo se moverá más por argumentos racionales que sentimentales. Por el contrario, una opinión pública desinformada, cuya lógica se base en informaciones falsas y de fuente desconocida, tenderá a ser manejable por quienes dominen una retórica sentimental. En resumen, la calidad de la información que maneja la opinión pública repercutirá en la capacidad de la misma de formar un pensamiento crítico y libre. Las fake news se oponen a este principio, al primar los contenidos sensacionalistas sobre las noticias contrastadas y racionales. Una democracia sólida no se puede explicar sin una opinión pública bien informada, que fomente un debate rico y que dé lugar a políticas públicas que mejoren la calidad de vida de la ciudadanía”. (Estudio de Comunicación- Influencia de las noticias falsas en la opinión pública)

En Argentina las principales corporaciones mediáticas se concentran en tres grandes grupos de medios con una misma bajada ideológica, por consiguiente, la batalla ideológica está completamente perdida. Es luchar contra molinos de viento.

Conclusiones del Capítulo I

En conclusión, la sumatoria de los principales medios de comunicación (concentrados en grandes oligopolios) que instauran interpretaciones como verdades absolutas, la falta de análisis y objetividad de una parte del pueblo que se moviliza alterado con discursos híbridos y vehementes, el consumo masivo de fake news que no se chequean, la pasión por sobre la razón, y la incoherencia como método de movilización, caracterizan el discurso predominante de las personas que se manifestaron este año.

Antes de continuar, me veo en la obligación de tener que hacer una aclaración un poco obvia para aquellos que no me conocen. Considero que no está mal manifestarse sino todo lo contrario, es un hecho democrático y lo reivindico con fuerza, de hecho, estas manifestaciones son una forma de protesta y el derecho a la protesta está contemplado en nuestra Constitución Nacional como forma de libertad de expresión (art. 14 y 32) y en varios tratados internacionales. Es bueno tener esto fresco, ya que parte de este sector de la sociedad que hoy se manifiesta públicamente en contra de este gobierno legitimando su posición, desprecia las protestas de otro sector de la sociedad que reivindica otras cuestiones.

Lo que estoy cuestionando principalmente en este análisis son las motivaciones que hacen que un grupo de personas marche, y en menor medida, las formas en que se manifiestan y los discursos (mayoritariamente de odio) que allí se esbozan.

En el segundo capítulo, analizaré un segmento de los discursos de este sector de la sociedad argentina que se viene manifestando en diferentes protestas desde el comienzo de la cuarentena.

Para ver Capítulo II hacer click aquí

Por Pablo Espíndola, Lic. en Comunicación Social UBA

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Pablo Espindola
Vestigium

Lic. en Comunicación Social UBA. Nos delatamos en sueños. Soy lo que intento hacer con lo que aún están haciendo conmigo. Cualquier excusa es buena para un vino