Retratos de mi padre

Lecciones y Reflexiones de Paternidad

Didimo Grimaldo
Vestigium
7 min readSep 22, 2021

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Sonríe, que siempre apareces serio” me decía él cuando veía mis fotos. Tenía toda la razón, aunque nunca he logrado ese talento de generar una sonrisa instantánea y, a decir verdad, siempre he sido tímido ante las cámaras.

Dado que soy el genealogista del linaje desde 2009, también he digitalizado muchas fotos viejísimas. Como tal, mi trabajo es preservar la historia familiar antes que desaparezcan las personas que pueden dar fe de la misma. Igual sucede con aquellas viejas fotos que están a punto de desvanecerse y que intento salvar de las frías garras del olvido. Una de esas es la fotografía de mi padre, y de ahí el título del artículo. Esta es una historia personal, pero creo que en ella también encontrarán cosas de que reflexionar e incluso aprender.

Foto ©Familia Grimaldo de los archivos de Didimo Grimaldo

En este retrato debería tener unos 12 años y tampoco sonríe. Creo que en muchas cosas nos parecíamos. Y sin embargo al mismo tiempo éramos tan distintos. Su padre (mi abuelo) había nacido un 25 de diciembre, pero falleció cuando él tenía 21 años. Siempre tuve la impresión de que él nunca superó el suceso, y por tanto las Navidades eran tristes para él. Tampoco gustaba de que le regalaran algo, era como si no se sintiera merecedor del mismo ¡Y lo era! Casi no se permitía disfrutar de las Navidades más allá de estar con su familia. Resulta que yo tampoco soy fanático de regalos en Navidad y en mi cumpleaños.

Él aparece montado sobre un caballo blanco. Examinando la foto, podría asegurar que es en el patio de su hogar interiorano donde unos 125 años antes se declaró la independencia de España (1821). Es curioso que, cuando yo tenía más o menos la misma edad, ya radicado en la capital, él me regaló un caballo blanco parecido a este. Solo recuerdo haberlo montado una vez. Según él yo tenía miedo y por eso regaló el caballo. Claro está, siempre me reclamó el caballito blanco que me obsequió “por gusto”.

Fue el menor de siete hermanos y obtuvo un título universitario en Ingeniería Civil, pero trabajó desde joven. Su tatarabuelo paterno -de apellido Goytía- trajo la primera imprenta a Panamá en 1821. En esta se imprimiría un periódico pro independencia llamado “La Miscelánea del Istmo”.

Luego de graduarse de ingeniero civil trabajó en la construcción de puentes de la incipiente Carretera Interamericana. Cuando yo estaba por nacer, le otorgaron una beca para estudiar un postgrado en Ingeniería Sanitaria en Toulouse, Francia. Atrasó su viaje lo más que pudo porque yo todavía no quería salir del vientre materno. Apenas nací se tuvo que ir varios meses a la lejana Francia. En aquellos tiempos, pocos tenían la gran oportunidad de “cruzar el charco” o sea, de atravesar el Océano Atlántico. Ambos tuvimos la fortuna de hacerlo numerosas veces.

Su postgrado en Ingeniería Sanitaria no fue en vano porque después llegó a fungir por años como Director de Operaciones del Instituto de Acueductos y Alcantarillados Nacionales (I.D.A.A.N. por sus siglas en español). Pero antes de ese cargo uno de los presidentes de turno le ofreció el puesto de ministro, pero él lo rechazó porque no le interesaba nada que tuviera que ver con la política.

Fue procreador de cuatro vástagos, estricto, y tal vez en ocasiones severo, pero aquí estamos vivos, hechos y derechos a diferencia de la generación de cristal. Junto a nuestra madre nos enseñaron buenos valores morales y éticos; será por eso que detesto la corrupción. Sin embargo fue un excelente padre, esposo, tío y (bis)abuelo. Tuvimos caminos diferentes, pero él llegó a conseguir cosas que yo jamás lograré dadas las condiciones actuales. Cada generación tiene posibilidades y retos singulares.

Fue muy buen padre de una materia tradicional, a diferencia de muchos de los de hoy en día que creen que la felicidad y bienestar de sus hijos depende de un carro, un celular caro, etc.

Nos enseñó que del crédito ni de las apariencias se vive. Lo único que obtuvo a crédito fue la hipoteca de nuestro hogar. Ahorraba hasta poder comprar algo Cuando usaba la tarjeta de crédito cancelaba 100% para evitar pagar intereses. Gracias a eso nunca en mi vida he tenido problema con tarjetas de crédito. Cuando compraba auto nuevo era porque lo ameritaba, no para impresionar a ninguna persona. Él decía con toda razón que un carro se depreciaba en el momento en que te sentabas dentro.

Creo que lo único que no nos enseñó fue a invertir, y eso debido a que tuvo una mala experiencia con un funcionario corrupto. Pero eso no quiere decir que no fue bueno en finanzas personales.

Le encantaba la música y tocaba varios instrumentos. Incluso nos enseñó a mi hermana menor y a mí. Lo llenaba de vida y le quitaba el estrés. Recuerdo que cada vez que llegaba del trabajo se ponía a tocar el órgano un rato. Cuando abandonó sus instrumentos fue porque su cuerpo se lo impedía y la vida se le iba.

“Si no aprendes las cosas bien, el hueco del conocimiento se te hará cada vez más grande” — Miguel Grimaldo

La ventaja de un padre ingeniero es que siempre teníamos quien nos aclarara las dudas de matemáticas, física y química. Recuerdo que pintó una pared entera de la sala de estar en verde convirtiéndola en una pizarra. Ahí nos explicaba todo lo que tuviera que ver con números. Él nos recalcaba que lo que no aprendíamos bien en aritmética luego nos sería más difícil en geometría, después en trigonometría, física y cálculo. ¡Así era! Cada una de esas materias tiene de base la anterior y lo que comenzaba con un pequeño hoyo en el conocimiento se convertiría después en un cráter casi insalvable. A veces perdía la paciencia, pero lograba su cometido.

Incluso una vez salvó del fracaso escolar al hijo de la prima de una vecina nuestra y lo hizo sin interés. Jamás pidió dinero a cambio por trabajos en las que hoy en día muchos profesionales mendigan excesivas sumas. Lo irónico es que años más tarde, el padre de aquel joven salvado del fracaso estuvo en posición de devolver el favor y ayudarlo, más no lo hizo.

Tristes Eneros

Si bien me apoyó cuando yo a mis 26 años decidí dejar EEUU para ir a trabajar al otro lado del Océano Atlántico, él prefería que yo me hubiese quedado en Panamá.

Todos los eneros se nos repetía aquella situación que me recuerda una película en donde el protagonista revivía el mismo momento una y otra vez. Mi familia me despedía en el aeropuerto en mi partida al viejo mundo. Sí, era difícil dejar a mi familia. No me gustan las despedidas ni los entierros así que yo pretendía que era un vuelo más, que no me iba tan lejos. Él también pretendía guardar sus sentimientos pero se notaba que le era difícil. Y así nos despedíamos antes de que se hiciera más incómodo o emotivo.

El me decía “más vale ser cabeza de ratón que cola de león” pero, a decir verdad, Europa me dio trabajo y amistades por dos décadas a costo de estar “solo” en el viejo mundo. Mi país natal sin embargo nunca me ha ofrecido nada en el ámbito profesional.

Pero dados los tortuosos senderos del destino, regresé a mi país natal para disfrutar de los últimos 10 años de su vida; aunque el costo profesional fue muy alto.

Otras de sus tantas enseñanzas que recuerdo

“Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente”

Tal vez su enseñanza más cómica aunque parezca un tanto Panameña. Lo que quería decir es que debemos hacer valer nuestros derechos y no dejarnos pisotear por gente viva. Pero tampoco pecar de proceder a costa de otros. Por ejemplo, si tienes una idea y no te atreves a exponerla a algún interesado; sin embargo sí se la comentas a otra persona que entonces la presenta como idea suya.

“Para decir mentiras y comer pescado, hay que tener mucho cuidado” — Miguel Grimaldo

Nos las repetía de niños y se refería a que al final, la verdad siempre triunfa y puede que esa mentira que te parecía conveniente al principio acabe por tener severas consecuencias.

“El apuro trae cansancio”

En otras palabras, que la pereza no te domine. Intentar cortar esquinas para terminar algo más rápido de lo debido irremediablemente tendrá malos resultados. Por consecuencia lo más seguro tendrás que repetirlo para que quede bien y eso al fin y al cabo es esfuerzo extra que se pudo haber evitado.

La idea de éste artículo surgió cuando leí el excelente artículo de M. Figuera titulado “La foto de mi padre”. Hay tantas vidas y tantas decisiones que cada historia es única. Por qué no contar una breve memoria sobre tu progenitor? Y fue así como luego de un breve intercambio decidimos etiquetarlos con #MiPadre y que cada cual cuente su propia historia. Los invito a leer su historia y luego reflexionar.

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Didimo Grimaldo
Vestigium

Engineer by birth with an inquisitive mind, driven by logic & feeling. Worked for high tech companies in USA/Europe. Privacy advocate, & Whatsapp dissident.