Yo soy la Vane y también Olimpia.

No, no de nombre; Olimpia es como mi alter ego.

Olimpia iba a ser el nombre que me iban a poner cuando nací. Nunca le pregunté a mi padre por qué lo había escogido, y mi madre no se acuerda, tanto no era el que había decidido ella.

Aquí me puse “La Vane” pero quizás sea Olimpia quien en realidad escribe. El hecho es que soy “dos en una” como las navajas suizas… ah no, esas son muchas en una. No, no, seguramente soy sólo dos personas o dos caracteres y temperamentos distintos, pero una sola.

En mi primer post escribí del tal Pepe el Grillo, sí, era él porque me habló bonito, fue mi psicólogo, no fue Olimpia; ella se presenta cuando yo no logro dar el paso, cuando me quedo congelada como un gato lampareado en la carretera. Y no habla como el Grillo, no es una voz, es una acción; sale así no más, tiene adrenalina en lugar de sangre.

Y en los momentos en que Olimpia sale, se apropia de mi pensamiento y siento la belleza de la decisión, de la seguridad, de no tener dudas. Hay quien la podría llamar ángel guardián, los más filosóficos, consciencia aunque yo creo que la respuesta es más mundana.

A los zurdos de hace algunos decenios se les “corregía” haciéndoles usar la mano derecha, perdiendo la atención y la destreza de la izquierda en vez de “redoblar” las habilidades.

Olimpia fue “corregida” par cumplir con los cánones de comportamiento y así nació La Vane. Pero hay una cosa que los adultos no pensaron cuando nos educaban a los zurdos y a Olimpia: que esa “rebeldía” se puede domar, pero la genética no se puede hacer desaparecer. Va a salir siempre; es como el agua que encuentra su viejo cauce después de virar su torrente original.

Así pues la Olimpia me impulsa, me anima, me provoca y cuando no reacciono, toma las riendas pero luego me las deja, de manera natural, es por eso que ya no se si soy yo o soy Olimpia la que ahora escribe, pero por ahora llámame solo Vane.