Año y medio: Un sueño al cuadrado

Juan Aguilera
7 min readSep 17, 2023

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“Mañana, quién sabe. Pero por primera vez desde el accidente siento que ya verdaderamente se asoma ‘el otro lado’ con un radiante cielo azul. Estoy muy feliz, agradecido, y emocionado de lo que está por venir.”

- JD, Post-Op: Ahora sí, del otro lado.

Llegó ese mañana, y el ‘quién sabe’ resultó ser de las montañas rusas más difíciles y retadoras del proceso. Yo no sabía, y menos esperaba lo que estaba por venir.

La “última” cirugía a principios de Junio, resultó no ser la última. Unos días después de mi optimista artículo Post-Op: Ahora sí, del otro lado, regresé al hospital para una cita de revisión con el médico. Inicialmente, la rodilla recién operada había mostrado gran evolución positiva, todo indicaba que íbamos por buen camino. Se acercaba el día de quitar los puntos, y contaba los minutos para poder bañarme sin la enorme bolsa de plástico que cubría las recientes heridas quirúrgicas.

En los días previos a la cita, se comenzó a inflamar poco a poco la rodilla. En 48h, aumentó considerablemente el dolor, y se esfumó la capacidad de flexión. De repente, se asomaba nuevamente la posibilidad de uno de mis mayores miedos: una infección.

Pensarán: “equis, agua oxigenada, una semanita de antibióticos y listo”. Pero no. Una infección en la rodilla, tan cerca del reconstruido fémur izquierdo es extremadamente riesgosa. Cuando una infección llega al hueso, se llama Osteomielitis. Una (casi nada esquizofrénica) búsqueda en WebMD explica:

What is osteomyelitis?
Osteomyelitis is a bone infection caused by bacteria or fungi. It causes painful swelling of bone marrow, the soft tissue inside your bones. Without treatment, swelling from this bone infection can cut off blood supply to your bone, causing bone to die.

Una infección en mi rodilla izquierda, tan cerca del fémur reconstruido, evolucionada en osteomielitis, sería extremadamente riesgosa de tratar, y muy probablemente hubiera resultado en amputación.

Luego de más de un año de infinito dolor, esfuerzo, terapias, y little wins, ¡Todavía podía perder la pierna! La rodilla, cada vez más inflamada, palpitaba en sintonía al ritmo cardiaco, con el ‘knock…knock’ constante de una puerta que tocaba abrir, sin saber que deparaba el otro lado.

Llegué a mi cita de revisión, y el doctor comenzó por el tobillo. Quitó los puntos, y la herida estaba en excelentes condiciones. “¡Wow, buenísimo!”, dice el doc. Claro que en mi cabeza, hace días me perseguía el concepto de la futilidad de un tobillo curado en una pierna potencialmente amputable.

Luego, llegó la hora de responderle al palpitante “knock-knock” de la rodilla. La herida inflamada, sensible al mínimo roce, había atrapado un par de los puntos con su hinchazón. Sudando por fuera y gritando por dentro (y probablemente por fuera también), salió el último punto, abrazado por sangre negra, coagulada.

Who’s there? “Ajá!, parece que tenemos un hematoma”, dice el Dr., o sea, un morado enorme. Lejos de lo ideal, pero extremadamente mejor escenario que la infección/amputación potencial. Con el procedimiento quirúrgico, algún vaso capilar de la zona quedó afectado, lentamente goteando sangre que se fue coagulando, resultando en la inflamación.

Reader discretion advised

Los siguientes minutos fueron extremadamente dolorosos, y al mismo tiempo satisfactorios. Aprovechando las aperturas resultantes de los puntos recién extraídos, el Dr. procedió a exprimir el hematoma de mi rodilla cual si fuera una espinilla. En vez de pus, salían proyectiles de oscura y gelatinosa sangre coagulada, con una consistencia muy similar a (you guessed it!), morcilla.

Reader discretion ends

Todo parecía indicar que no había infección. Pero para estar completamente seguros, habría que abrir esa puerta. Unas horas después, estaba entrando nuevamente de emergencia en quirófano para la octava cirugía desde el accidente (última-última v8 final final.pdf), una limpieza quirúrgica para terminar de retirar el hematoma, y eliminar la potencialidad de cualquier ‘bicho’ infeccioso que pudiera existir. Al cerrar nuevamente la herida, quedaron esta vez unos parches de presión inversa que hacían succión constante, evitando la reincidencia del hematoma.

Dos lentos días de hospital después (no sé cómo aguanté un mes el año pasado), me dieron de alta nuevamente, para continuar con reposo absoluto en casa.

Y todavía no había pasado lo más difícil.

El reposo absoluto

El reposo absoluto es un arma de doble filo. Por un lado, es absolutamente necesario para que el cuerpo enfoque sus recursos en la sanación requerida. Por el otro, es extremadamente aburrido y debilitante. If you don’t use it, you lose it. Día tras día, veía y sentía como los little wins que tanto esfuerzo me habían costado se iban desvaneciendo.

De poder moverme libremente en casa antes de las recientes cirugías, ya no podía recorrer los tres metros entre mi cama y el baño sin apoyo. Tuve que desempolvar la andadera que llevaba meses retirada. Por la constante horizontalidad fui perdiendo (otra vez) toda mi fuerza. Cuando se supone que ya estaba “del otro lado”, regresaron los dolores de espalda, piernas, cabeza, y cuello.

Fue como haber pasado los checkpoints del juego más difícil de tu vida, sin opción de ‘save’, y regresando al nivel de seis meses atrás.

Este reposo absoluto fue muy diferente al de los primeros meses. Al principio, justo después del accidente, tenía tanto dolor durante el reposo, que la mayoría de mi mente y energía estaban dedicados a llegar al día siguiente. Esta vez, empecé sintiéndome mejor y poco a poco empeorando (vs. Poco a poco mejorando), lo que significaba que tenía más espacio mental para pensar, pensar, pensar.

¿Saben que es mucho más deprimente que la poca recurrencia de Little Wins? La desaparición de los mismos. En unas cortas semanas, pasé del oasis de agradecimiento y satisfacción de estar ‘del otro lado’, a una depresión alimentada por creciente debilidad física, disminución de movilidad, y aumento de dolor, sin poder moverme de la cama o hacer fisioterapias, por miedo a otra complicación. Sentía como que me habían vuelto a atropellar.

Dos semanas después de la última-última cirugía, algunos de los cultivos recolectados dieron positivos a una infección bacterial. Si no me hubieran operado nuevamente para la remoción del hematoma y limpieza quirúrgica, las bacterias que ya estaban presentes hubieran resultado en infección. Me tocaría tragarme unas semanas más de baños con bolsa, pero con pierna.

Pasé semanas encerrado, enojado, sin ganas de ver o hablar con nadie, repartiendo mi atención entre la tele y el insípido techo blanco de mi cuarto, esperando el green light para retomar el juego en el checkpoint de hace (ahora siete) meses.

En esos días estuve pensando en los sueños. Ese mundo imaginario e incontrolable, en el que estás en lugares que no existen, y permean incoherentes momentos enraizados en pensamientos aleatorios de los días anteriores. Recuerdo con cariño mis sueños de los primeros meses después del accidente.

Al principio de la recuperación, dormir era el único escape a mi realidad de dolor constante. Con los ojos bailando en REM, y la cabeza pegada a la almohada, en mis sueños visitaba este maravilloso mundo imaginario. Mientras dormía caminaba por parques, rodaba en bici por la montaña, corría por la arena y nadaba en el mar. A veces, se escapaba una patadita de ese mundo imaginario al real, despertándome de golpe al sentir nuevamente esas punzadas de dolor tangible del mundo externo.

Poco a poco, se fueron haciendo más esporádicos estos sueños aventureros. De repente, mis sueños más recurrentes eran paseando en silla de ruedas y caminando con muletas. Muchas veces fui espectador de mi propio mundo imaginario, sentado en una esquina de la sala viendo a los demás caminar, pasear, correr y bailar. De repente, mis sueños ya no eran el mismo escape.

Después de tanto tiempo inmóvil, la base de este mundo imaginario cambió de puesto, sentándose en la esquina de la mesa para elevar la pierna en otra silla sin estorbar demasiado. De tanto estar sentado y acostado en el mundo externo, dejé de caminar y correr en el mundo de los sueños.

De repente, mi mayor sueño ya no era sólo caminar, correr, saltar, nadar, rodar y surfear como antes. Ahora, tengo un sueño al cuadrado, en el que sueño con soñar nuevamente estas aventuras. Y la mejor manera de volver a soñarlas, es volver a vivirlas.

Después de un mes en cama con sueños vacíos, se acabó el reposo absoluto. Me quitaron los puntos, esta vez sin inflamación, hematomas, o riesgo de infecciones. Comenzaron nuevamente las fisioterapias, y logré llegar a Caracas para el matrimonio de uno de mis mejores amigos de la infancia. En casa, rodeado de amigos y familia, se volvía a asomar el sol del otro lado de la tormenta.

Regresé al mar, y retomé las caminatas (con muletas) por el parque.

Sin ‘kneetar’, el ritmo de recuperación es exponencialmente más rápido. Tras dos meses, me encontraba de vuelta en ese ‘checkpoint’ que no había guardado. Los siete meses ‘retrocedidos’, se habían recuperado en tan solo ocho semanas. Luego de ese punto, cada día es lo mejor que he estado después del accidente. Los avances son tangibles en cada paso, semana tras semana, y los milestones que tanto añoraba han ido abriendo su camino.

Tras más de un año y medio de recuperación, finalmente pude ver un atardecer desde Punta Cometa (mi primer hike!), subir escalones con los dos pies, y con lágrimas de felicidad y leve PTSD en las esquinas, dar una vuelta en bicicleta por primera vez. Si, todavía mE dUeLe, pero cada vez menos.

La andadera evolucionó nuevamente a perchero, y cada día va más peso en mis pies que en las muletas. Han sido unos meses muy difíciles, pero de grandes aprendizajes. De volver a empezar y seguir empujando para salir adelante. De recordar lo que vale estar ‘del otro lado’, y la importancia de la paciencia, resiliencia, y apreciación de cada día.

Por ahora, se acabaron las cirugías y vienen meses de mucha terapia y reconstrucción muscular, para poder finalmente soltar las muletas, y aprovechar al máximo el mundo externo, nutriendo de aventuras el de los sueños.

zzzzzzz,

JD

el primer hike, caminando hacia el atardecer de Punta Cometa, Oaxaca

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Juan Aguilera

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