Sarmiento, el gran estadista del agua y el desarrollo

Pablo Bereciartua
12 min readFeb 14, 2019

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Es muy interesante ver la gran actividad que realizó Sarmiento vinculada con el agua como política de desarrollo de nuestro país. También tomar noción de que muchas de esas ideas están aún vigentes y pueden potenciarse con las innovaciones, las nuevas tecnologías y las posibilidades del presente y el futuro que abre la actual Revolución 4.0 del conocimiento. A continuación, comparto un paneo de algunas de esas iniciativas de Sarmiento, su vigencia actual y su enorme proyección hacia el futuro.

Argirópolis, un país en la Cuenca del Plata

Sarmiento publicó el libro “Argirópolis” por primera vez en 1850, durante su estadía en Chile.

El proyecto de Argirópolis, término que en griego significa “ciudad de la plata”, consistía en el establecimiento de una nueva ciudad capital en la isla Martín García que sirviera de cabecera política y administrativa para los “Estados Confederados del Río de la Plata” o “Estados Unidos del Río de la Plata”. Abarcaría los territorios de la Confederación Argentina, la Banda Oriental del Uruguay y el Paraguay, en su punto de confluencia con la Cuenca del Plata.

Entre las consideraciones de Sarmiento, que concibió este proyecto en la década de 1850, se encontraban la pacificación de la región y la organización territorial de las naciones del Plata en torno a una nueva ciudad administrativamente independiente que no recogiera las rivalidades y luchas que se sucedieron desde las guerras de independencia y retardaron la organización institucional y el progreso económico de la región. Inspirado en el modelo de la ciudad de Washington y el Distrito de Columbia, Sarmiento proponía basar el poder central en un núcleo imparcial e independiente de las corrientes rivales y, además, localizarlo geográficamente en el punto de confluencia de la Cuenca del Plata. Eso resolvería en un plano de igualdad las pujas por la navegabilidad de los ríos interiores, a la vez que la ordenaría propiciando un fuerte incentivo al crecimiento y el desarrollo económico de la región.

Más allá de sus consideraciones geopolíticas, la idea detrás del proyecto era favorecer la creación de un corredor de comunicación, integración y comercio gracias a las vías fluviales de la cuenca, elementos que finalmente se verían reflejados -en menor escala y con diversos grados de efectividad y aprovechamiento según las épocas- en la hidrovía del Río Paraná y en los proyectos de integración regional como el Mercosur.

Vale la pena rescatar el proyecto sarmientino de Argirópolis, ya no como alternativa de organización político-administrativa, sino a los fines de dar cuenta de la necesidad de nuestro país de generar nuevos corredores de comunicación, integración y comercio. La hidrovía del Paraguay-Paraná-de la Plata no sólo es mejorable, sino replicable en otros potenciales corredores de salida de la producción de nuestro país.

La hidrovía del Paraná tiene un enorme potencial de crecimiento. Ya es actualmente el lugar de salida de más del 80% de las exportaciones argentinas y podría extenderse continuando su dragado hacia el norte de Rosario, incorporando lo que es hoy la expansión de la producción de la frontera agrícola en el noreste argentino, Bolivia, Paraguay y el sur de Brasil.

Se trata de un corredor productivo que ha crecido mucho en los últimos 20 años y continuará haciéndolo, por lo que la visión de Sarmiento no sólo es una realidad, sino que además será más significativa en los próximos años.

El Carapachay, un plan estratégico para el Delta del Paraná

Así se ve hoy la Casa Museo de Sarmiento, que vivió varios años en el Delta del Paraná.

A mediados de la década de 1850, Sarmiento centra su interés en el Delta del Paraná y, de hecho, adquiere un terreno a orillas del ahora denominado Río Sarmiento, donde todavía hoy se puede encontrar y visitar la Casa Museo que habitó varios años. Maravillado por la región, esbozó en varios artículos -que posteriormente serían recogidos en el libro El Carapachay- sus ideas sobre el potencial de desarrollo económico de la zona, con particular hincapié en las producciones frutihortícola y forestal.

Sarmiento buscó incentivar la colonización del Delta al punto de afirmar que las tierras en cuestión debían ser propiedad de sus actuales ocupantes o de aquellos que quisieran ocuparlas de manera permanente, en la misma línea que seguiría durante su presidencia en torno a la cuestión de la creación de colonias agrícolas.

En buena medida gracias al impulso sarmientino, en las décadas siguientes el Delta vería crecer fuertemente tanto su población como su producción de frutas, hortalizas, ganado vacuno y mimbre.

Hoy, con mayor conocimiento científico e histórico, podemos afirmar que la región del Delta del Paraná, con sus 14.000 km2 de superficie, ubicado en la zona donde se encuentra más del 60% de la población argentina y donde las proyecciones muestran que más va a crecer la población en los próximas décadas, sigue siendo susceptible de una mayor y mejor planificación tanto ambiental como logística y productiva: desde su rol de regulación medioambiental como humedal, hasta su participación fundamental en los corredores de transporte nacional e internacional y en los nodos productivos de la zona. La correcta planificación y combinación de estos elementos pueden hacer de la región un importante polo de crecimiento y desarrollo sustentable para nuestro país.

En el marco del Plan Nacional del Agua, se gestionó y se está instrumentando con el gobierno de los Países Bajos -nación experta en regulación y planificación de excesos hídricos y aprovechamiento productivo sustentable- un estudio integral del Delta del Paraná. Se han tomado criterios fundamentales de equilibrio entre lo urbano y lo natural, así como el uso responsable del suelo, la importancia de la urbanización sustentable e infraestructura inteligente, y la necesidad de promover el aprovechamiento agrícola sustentable, con cuidado de la ecología.

Asimismo, pensar estratégicamente el Delta del Paraná representa una oportunidad para reformular el vínculo con Uruguay potenciando una nueva zona logística e incluso para crear una reserva natural.

La estrategia de desarrollo en el centro de la Argentina y la adaptación al clima

Sarmiento planteó un proyecto de desarrollo productivo y turístico para el centro de la Argentina.

Hacia el final de su vida, Sarmiento conoció las lagunas de Mar Chiquita, de Gómez y del Carpincho y, favorablemente impresionado por ellas, presentó al por entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, Carlos D’Amico, un proyecto de desarrollo productivo y turístico para la zona. Proponía establecer una estación balnearia en Mar Chiquita que atrajera miles de turistas, quienes por entonces no encontraban este tipo de paseos o retiros en nuestro país.

En un ejemplo temprano de conservación del ambiente y adaptación de la actividad humana al medio natural, Sarmiento contemplaba para el proyecto la veda de la caza para proteger la fauna local (patos, cisnes, garzas, entre otras aves), además de un amplio plan de forestación e incluso de producción láctea.

El proyecto incluía un puerto de embarque, una escuela normal que además fuera quinta agronómica, actividades de navegación, natación, ejercicios gimnásticos, paseos en coche y a caballo, producción lechera y de “quesos y mantequillas”.

Este pequeño ejemplo de inspiración sarmientina nos sirve para pensar en la tan necesaria como postergada estrategia de desarrollo integral para la región centro de nuestro país, que combine de manera sustentable y ambientalmente responsable el impulso al crecimiento de las producciones agropecuarias con la inversión en infraestructura básica, urbana, logística. Así como también la adaptación de la región a la variabilidad climática y la mitigación de los efectos inevitables de este tipo de fenómenos.

El proyecto de la Hidrovía Continental es clave. Consiste en una canalización de 635 km desde el río Segundo, en la provincia de Córdoba, hasta la localidad de Catriló, en la provincia de La Pampa. Se trata de una iniciativa pensada para disminuir la vulnerabilidad y aumentar la resiliencia del gran centro productivo del territorio argentino a la variabilidad del cambio climático y para aumentar su capacidad de adaptación. Al mismo tiempo, está diseñada de tal manera que puede ser utilizada como una vía navegable de comunicación en el centro de la Argentina, generando oportunidades de desarrollo territorial y productivo en las próximas décadas.

En línea también con las tesis sarmientinas de Argirópolis y Carapachay, la Hidrovía Continental constituye un mecanismo de transferencia de agua de norte a sur, de modo tanto de incrementar el rendimiento agrícola de la parte sur mediante riego complementario, como de mitigar las inundaciones de la parte norte trasvasando excedentes de forma controlada.

Como esta transferencia se lleva a cabo por medio de una canalización, puede plantearse también su uso como vía navegable. Se podría generar, entonces, un corredor logístico multimodal que, en conjunto con la red vial y ferroviaria existente, establezca una salida alternativa a la de la Hidrovía del Paraná para los productos de exportación. Además, podrían darse las condiciones para el eventual asentamiento de centros de transferencia de carga que se conviertan en núcleos de desarrollo industrial y urbanístico. Lo que, en definitiva, demuestra el proyecto de la Hidrovía Continental es que un mejor desarrollo integral y sostenible del centro de la Argentina es posible, así como también lo es aprovechar el potencial de los puertos del Atlántico.

Salud pública: el impacto del agua y el saneamiento en las ciudades

Así era el Plan de Obras Sanitarias planteado por los los británicos J. Coghlan y John Bateman-.

A fines de la década de 1860, se desató la mayor epidemia de fiebre amarilla de la historia de nuestro país en la ciudad de Buenos Aires, enfermedad presumiblemente traída por los soldados que volvían de la guerra del Paraguay. Desde ya que la situación se vio agravada sensiblemente por las precarias condiciones de higiene y sanitarias que padecía gran parte de la ciudad, que además favorecían la reproducción del mosquito que transmitía la enfermedad, el Aedes aegypti.

El impacto de la epidemia fue tan brutal que entre muertes y emigración la ciudad perdió un 10% de su población. Pero todo ese asunto trajo como consecuencia, por impulso del entonces presidente Sarmiento, los primeros planes de saneamiento que estuvieron a cargo del ingeniero británico John Coghlan -y que luego continuaría John Bateman-.

El acierto de Sarmiento fue definir que la solución no pasaba por seguir construyendo hospitales, sino que lo importante era filtrar el agua, donde estaba el foco infeccioso. Escuchó a los médicos, tuvo en cuenta los descubrimientos del químico y bacteriólogo francés, Louis Pasteur, y centró su atención en tratar las aguas corrientes.

Los planes proponían la construcción de redes de agua corriente, cloacas y desagües pluviales, que incluyeron las obras de toma 600 metros río adentro y la planta de tratamiento e impulsión de Recoleta (en el edificio donde actualmente funciona el Museo de Bellas Artes). Cuando el sistema estuvo en funcionamiento, en 1869, Buenos Aires se convirtió en la primera ciudad de América con instalaciones de filtros para agua purificada.

Visité los planes originales de agua y saneamiento propuestos durante la presidencia de Sarmiento.

Cuando Sarmiento mandó a trazar el plan, la población de la ciudad era de 180 mil habitantes y este sistema de saneamiento había sido diseñado previendo que en los siguientes 20 años se duplicara la población, lo cual resultó ser una proyección demasiado conservadora. Para 1905, cuando se finalizó la ejecución de las obras del plan original, la ciudad alcanzaría el millón de habitantes por lo que aun con la importante ampliación de capacidades que supuso la red y sus instalaciones, el sistema de saneamiento de la ciudad continuaría siendo insuficiente, llevando en los primeros años del siglo XX a la creación del Plan Nacional de Saneamiento y de Obras Sanitarias de la Nación, las dos herramientas que serían instrumentales para el desarrollo de la infraestructura de agua y saneamiento de nuestro país.

Plan original de agua y saneamiento ideada para la Ciudad de Buenos Aires.

Por todo esto, no es descabellado plantear que Sarmiento es efectivamente el padre del saneamiento de la Argentina. Fue el responsable del impulso definitivo de la inversión en infraestructura básica de saneamiento, que luego se convertiría en una verdadera política de Estado, con continuidad a lo largo de las siguientes décadas. Los sucesivos gobiernos siguieron desarrollando el plan de Bateman ordenado por Sarmiento, que se terminó de implementar, con sus ampliaciones, hacia la década de 1930.

Lamentablemente, salvo algunas honrosas excepciones, la inversión en este tipo de infraestructura en la ciudad se vio interrumpida durante la mayor parte del siglo XX, incluso hasta principios del siglo XXI.

En 2016, el Plan Nacional de Agua Potable y Saneamiento volvió a plantear la necesidad de reforzar este tipo de inversión y su ejemplo más claro es la construcción del Sistema Riachuelo, actualmente en marcha y que al día de hoy se encuentra en un 50% de ejecución. Bien podría considerarse la continuación del plan maestro sarmientino para el saneamiento, y ya no solamente para la Ciudad, sino para la totalidad del Área Metropolitana de Buenos Aires, cuya cobertura continúa nacionalizada y abarca a una población de casi 14 millones de habitantes en 27 distritos sobre más de 3.300 km2.

En este siglo XXI, contando con más datos, conocimientos y herramientas tecnológicas, no sólo podemos validar a Sarmiento, quien durante la época de la epidemia sostenía que con una provisión suficiente de agua potable y una buena disposición de las aguas servidas no eran necesarios más hospitales, sino que además podemos afirmar que la salud es fundamental, pero también lo es la calidad de vida y la productividad de las personas, que claramente se ven mejoradas con este tipo de obras.

El desarrollo rural y la expansión de la frontera agrícola

Pocas semanas después de asumir su presidencia en 1868, Sarmiento convocó por decreto a la Primera Exposición Nacional Agrícola en Córdoba, que tuvo el propósito, felizmente logrado, de difundir entre los productores del país las técnicas y maquinarias más modernas para la producción agropecuaria de la época, entre las que se contaban sembradoras, arados, trilladoras, segadoras y cosechadoras; así se disparó el rendimiento económico y comercial del sector en las décadas siguientes, posibilitando el autoabastecimiento y la producción de excedentes para la exportación que llevaría entre fines de siglo XIX y comienzos del siglo XX al “granero del mundo”.

En este sentido, la propuesta sarmientina incluía la colonización agrícola, el reparto de la tierra a inspiración norteamericana para el asentamiento de pequeños productores para el desarrollo del “desierto”; la promoción de la cría y el manejo del ganado con su famosa exhortación “Cerquen, no sean bárbaros”. Además, propuso forestar la pampa y reemplazar el rancho por casas rurales y granjas.

La perspectiva de Sarmiento ya presentaba nociones de incentivo al aumento del valor agregado: asociar el campo a la industria para generar actividad económica, aumentar el valor de la tierra y poblar el interior del país. Recogiendo estos objetivos fue que impulsó el régimen legal de la tierra pública sobre el latifundio, minifundio y la fundación de colonias, que sería finalmente aprobado por el Congreso después de finalizado su mandato presidencial.

El tema de la expansión de la frontera agrícola es fundamental para la Argentina, así como la posibilidad de hacerlo a través de esquemas de inversión público-privada. En esta gestión se identificaron 49 proyectos en diferentes puntos del país que suman casi un millón de hectáreas que podrían sumarse a la producción. La iniciativa estratégica de los Bajos Submeridionales, por ejemplo, busca potenciar una zona clave del centro del país que es territorialmente significativa y se encuentra en la actualidad subexplotada.

Sarmiento y su vigencia en el Plan Nacional del Agua

Es interesante ver cómo muchas de estas iniciativas están vigentes hoy e incluso forman parte del Plan Nacional del Agua. Una vez más, Sarmiento nos sorprende por su sentido común, su vocación de hacer y su compromiso con el desarrollo de la Argentina.

El agua sigue siendo un recurso estratégico y una oportunidad para plantear un desarrollo económico sostenible en el siglo XXI, reformulando muchas de estas ideas en base a las nuevas tecnologías y las innovaciones que se desprenden de la Revolucion 4.0.

Sarmiento no eligió qué temas resolver, simplemente se hizo cargo de los problemas que afectaban al país en los tiempos de su presidencia. Nunca es sencillo sostener una visión a largo plazo, siempre hay adversidades, sobre todo en aquellos tiempos de guerras internas y enfrentamientos con los países limítrofes. Pero aún así lo logró: la “grieta” era en ese entonces entre el progreso y la falta de desarrollo. La clave es la continuidad: no solo hizo un buen diagnóstico sino que se sostuvo a lo largo del tiempo.

La Argentina necesita eso: planes estratégicos que continúen más allá del color político de los gobiernos, políticas públicas que propongan soluciones a las necesidades básicas y tengan un horizonte de futuro. En su época, la perspectiva de Sarmiento ya era superadora al pensar en invertir en infraestructura, desvelado por impulsar el desarrollo productivo de nuestro país. Hoy a nosotros nos desvela lo mismo: impulsar una estrategia de desarrollo integral y sostenible para la Argentina, que trascienda los gobiernos y genere mejores oportunidades para todos los argentinos.

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