Elecciones III: Gustavo Petro

Ricardo Taborda
6 min readApr 1, 2018

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Esta es la tercera parte de una revisión personal a los candidatos a la presidencia de Colombia. (Para quienes llegan tarde, les recomiendo leer los artículos anteriores sobre Ivan Duque y Sergio Fajardo.) La estructura se mantiene igual: lo que me gusta, lo que no me gusta, y una zona gris en medio. Las reglas también: una intención de objetividad, un deseo por resaltar lo bueno en las personas, y una obligación de plantear de manera transparente los riesgos o problemas.

Me gusta…

De Gustavo Petro, candidato del movimiento político Colombia Humana, me gusta el solo hecho de que hoy, en Colombia, alguien como él, pueda estar ahí, participar, y llegar vivo al día de las elecciones. Para una democracia históricamente marcada por hechos violentos, eso es un paso gigante. Sé que hay quienes ven en él a un antiguo militante del M-19, y se empecinan en pedalear eternamente en esa bicicleta estática. Yo no. Yo veo en Petro el resultado de haber cumplido lo pactado, y eso, independientemente de otras cosas, lo asimilo como algo positivo.

De Petro, la persona y el político, me gusta su capacidad de abordar los temas más complejos y más sensibles con una claridad retórica cristalina. Petro le explica los problemas que él identifica en Colombia a un auditorio lleno de estudiantes universitarios, con la misma claridad con la que lo hace ante los habitantes de un caserío campesino. Para quienes gustamos del ejercicio de la política como herramienta de convocatoria y creación de consenso, su manejo del escenario, del discurso, del debate, es de admirar—más allá de las coincidencias o desavenencias que cada quien pueda o no tener con el mensaje en sí.

A eso le sumo que no es únicamente un tema de forma, sino también de fondo. Mientras otros candidatos le dan vueltas a las preguntas, enredan al entrevistador y a la audiencia con complejidades, y terminan por decir que se requeriría más tiempo para explicar sus ideas, Petro se entusiasma con los temas difíciles, los aborda de frente y los explica de manera sucinta. En ese sentido, a Petro también se le debería abonar su consistencia temática. Si uno reconoce la coherencia de Alvaro Uribe respecto a temas como la seguridad y la inversión extranjera, y la coherencia de Sergio Fajardo respecto a la educación y la corrupción, a Petro hay entonces que reconocerle su coherencia respecto los temas de desigualdad.

En la zona gris…

La zona gris está donde las cosas buenas de Petro se juntan con las no tan buenas, y donde lo positivo se convierte en negativo—incluso sin que el candidato lo quiera. Pongo como ejemplo los temas de los que más le he escuchado hablar a Petro: la distribución de tierras productivas, los problemas con el sistema de salud, y los problemas con el sistema de pensiones. Estos problemas no los descubrió él. Son sabidos y de mucho tiempo atrás. Es más, si usted escucha a un candidato evadir la existencia de estos problemas, tenga la certeza de que ese candidato no está siendo transparente con used como votante.

También hay que ser transparentes con el hecho de que las soluciones propuestas ya son conocidas. He escuchado entrevistas con el candidato de derecha, el candidato de centro y con Petro (de la izquierda), y las propuestas que cada uno plantea no distan mucho entre sí. En el tema de tierras, por ejemplo, estas son: re-apropiación de terrenos ilícitamente adquiridos, restitución a víctimas despojadas de su propiedad en forma violenta o forzada, regulación a la especulación inversionista mediante impuestos, y reactivación de la agricultura por medio de incentivos. Hoy, en medio de la campaña, se buscan las diferencias en los detalles, pero las ideas siguen siendo las mismas y lo han sido ya por mucho tiempo (no en vano, coinciden en parte con los programas inconclusos que en sus respectivos momentos impulsaron ministros de agricultura como Andrés Felipe Arias y Juan Camilo Restrepo, ambos miembros del Partido Conservador, ambos habiendo servido bajo presidentes que surgieron del Partido Liberal.)

¿Cuál es el problema entonces cuando Petro se refiere a temas como este? Pues justamente que sea él quien lo haga, porque en la política colombiana Petro es el equivalente al Coco “que viene y te comerá.” La verdad es que no hay Coco. Es un cuento. Una figura retórica para que durmamos ignorantes de lo que pasa en la noche (nada distinto a lo que pasa en el día). De la misma forma que no pasó lo que decían que iba a pasar en las elecciones de Marzo. De la misma manera que a Mockus no se le hubieran perdido ningunos huevitos (por el contrario, es posible que los hubiese administrado mejor). Ahí está la zona gris de Petro. En no poderse salir del rol que representa en el imaginario de un país que apenas está logrando superar una confrontación de décadas. Por tanto, cada vez que Petro se refiere a temas que es necesario abordar, alimenta el mito del disruptor del orden actual, del subversivo, del enemigo del establecimiento. Se convierte en una herramienta útil para la izquierda y la derecha, en defensor de los pobres y opresor de los ricos, y termina dividiendo en lugar de aglomerar.

Y no me gusta…

Y en la categoría de lo que no me gusta, dos cosas: que no sepa reconocer sus limitaciones, y que perpetúe la tradición de abuso del poder ejecutivo.

Respecto a lo primero, creo que un buen líder político debe saber reconocer sus fortalezas, al igual que sus debilidades, y en función de ello debe saber poner las unas al mejor uso del país y dejar a un lado las otras. De cuenta de ello hay que decir sin titubear que Petro cometió y comete un grave error al no saber reconocer que no es un buen administrador, y que su lugar en la política colombiana no está en la rama ejecutiva. Su paso por la alcaldía de Bogotá así lo demuestra. Tanto en los fracasos como en los logros. En el sonado caso de las basuras, con el afán de probar que el Estado puede hacer bien ciertas labores, terminó dándole la razón (sin tenerla en su totalidad) a quienes argumentan lo contrario. Entretanto, en otros aspectos donde tuvo éxito, como en los programas de asistencia a los sectores más necesitados, capitaliza con un discurso negativo en lugar de uno positivo.

Respecto a lo segundo, no me gusta de Petro que su convencimiento total sobre las propuestas que abandera, lo lleve a pasar por encima de los procedimientos y de la construcción de consenso. En ese sentido Petro no es muy diferente a Uribe o a Juan Manuel Santos. Uribe y sus funcionarios, convencidos de la necesidad de la re-elección, violentaron el proceso legislativo para aprobar la reforma constitucional. Santos y sus funcionarios, convencidos de la necesidad de llevar a buen término el proceso de paz, violentaron el resultado del referendo. ¿A dónde nos llevaría entonces un Presidente Petro con unos funcionarios convencidos de la necesidad de pasar una reforma agraria, o de modificar los sistemas de salud y de pensiones?

Como no creo en el cuento del Coco, me rehuso de coincidir con la gente que argumenta que nos llevaría a un lugar oscuro donde la propiedad privada se acabe, o la economía colapse. Esto es muy difícil en una estructura como la del Estado colombiano, especialmente dada la presencia de otros sectores políticos en las demás ramas del poder económico, legislativo y judicial, y a falta de una gallina de huevos de oro. A donde sí creo que nos llevaría sería a cuatro años de un gobierno sumido en un choque frontal con la rama legislativa, a un ahondamiento de la polarización, y a una paralización de las reformas necesarias para el país. En tal escenario, es de esperar que un presidente en su posición, opte por crecer el tamaño de la rama ejecutiva del Estado, cosa que no nos convendría dados nuestros altos niveles de corrupción.

Petro le haría mucho más bien al país si entendiera que su lugar está donde él es la mejor versión de sí mismo. Ese lugar es el Congreso. Petro le sería muchísimo más útil al país como senador, haciendo oposición o impulsando reformas. Si Petro se hubiera lanzado al senado en las más recientes elecciones, no tengo duda de que hubiera sido electo. De paso, habríamos asegurado un Congreso más balanceado, con Uribe a la cabeza de las voces tradicionales de derecha, Mockus a la cabeza de las voces de centro-derecha, Robledo a la cabeza de las voces de centro-izquierda, y Petro a la cabeza de las voces de izquierda. Hoy esas voces de la izquierda van a estar débilmente representadas o peor, mal representadas. Y aunque hay quienes quisieran ver un congreso con cero representantes de izquierda, eso no es bueno para ninguna democracia. Pero ese es el país que yo me imagino, y no el país en el que vivimos.

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Ricardo Taborda

Engineer. Scientist. Hopeless enthusiast. Practical idealist. Believer in the virtue of politics and education.