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Tuve la oportunidad de ver a Wolox desde sus inicios, incluso antes de que esos siete amigos decidieran embarcarse en la aventura de concretar sus ideas. Así fue como ellos insistieron en armar su startup contra todo pronóstico. Cada año, buscan sin cesar, nuevas metas personales y profesionales.
Por eso, después de casi cuatro años, he podido observar todo el crecimiento que generó en mí compartir este camino con ellos. Agradezco la posibilidad de absorber y contagiar un poco de ese espíritu emprendedor que llevan en su ADN.
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Desde el punto de vista profesional, para un abogado es un privilegio poder trabajar con emprendedores. Un regalo que tiene importantes desafíos. En la escuela de leyes, una de las principales lecciones es cómo minimizar el riesgo y optimizar las condiciones de las operaciones. Es decir, la clave de la negociación radica en que nuestro cliente no arriesgue el pellejo y pueda cubrirse frente a futuras contingencias o reclamos.
Sin embargo, crecer al lado de un emprendedor te da una perspectiva totalmente diferente. A través de ellos conoces y vivís las ganas de dejarlo todo por ideas, de agregarle valor a la sociedad, de hacer con poco algo grande y de aportar el propio granito de arena al mundo. Tema aparte es el momento de elegir saltar al vacío.
Entonces, para un abogado cuyo principal objetivo es evitarle dolores de cabeza al cliente, trabajar con emprendedores deviene una osadía. Una turbulenta tarea en la que no se quieren perder las oportunidades de negocio pero, a la vez, hay que ajustarse a las condiciones que imponen los grandes monstruos del mercado contra los pequeños jugadores que buscan cubrir la pelota.
Pero en el trajín de esta aventura, un ecosistema como el emprendedor genera para el abogado un gran desafío: desarrollar su creatividad porque hace falta estar preparado, generar nuevas ideas y estudiar diferentes marcos contractuales para aprender de cada negocio que se esté tratando.
He llegado a la conclusión que para estar a la par de los héroes o kamikazes, el abogado necesita ponerse la camiseta de su equipo, creer en el proyecto y en sus posibilidades, acompañarlos legalmente asesorándolos para que protejan su activo más importante que es la motivación y la mente.
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Ser abogada de emprendedores es una experiencia parecida a aquella historia del bambú japonés que tarda siete años en crecer. Muchos de los que compran la semilla, la tiran porque piensan que no crecerá al no ver ningún signo de vida en esos años. Pero hay algunos, tal vez los más pacientes, tal vez los que entienden la esencia del bambú japonés, que son perseverantes y riegan la semilla hasta ver el bonito árbol que se forma.
Por eso, para acompañar a un emprendedor hace falta entender que son personas que siempre tendrán una zanahoria por la que correr en el horizonte, que habrán épocas de fuertes vientos y mareas, que hay riesgos que deben correrse y que hay momentos en que no pueden permitirse pensar en otras cosas. Pero en este camino, se aprende mucho y es gracias a los emprendedores que nos mantenemos frescos y eternamente jóvenes.
Escrito por Florencia Williams (florencia.williams@wolox.com.ar)