Mi tía Esmeralda tuvo una muerte sencilla y pacífica. Murió mientras dormía. Dicen que antes que su esposo se percatara que no respiraba, ella se quejó de frío en los pies, y se levantó a ponerse unas calcetas. Nada más.
Hora de meditar en calma, acaso tengo media hora para exorcizar mis pensamientos y dirigirlos hacia la muerte, misterio y origen de la vida, túnel hacia la eternidad o el encuentro con la verdad.
Desde que leí hace ya varios años el libro de Sherwin B. Nuland, Cómo morimos, quedó plasmado en mi mente que la muerte es el principal compromiso que tenemos desde que nacemos, no solo porque es un evento necesario, lógico y…