Sobre obispos y glifosato

Guillermo Peris
El blog de Melquíades

--

Esta mañana mi timeline de Twitter estaba inundado de indignación por las declaraciones del obispo de Córdoba en su carta semanal a la diócesis en las que afirmaba, entre otras lindezas, que un niño no puede nacer de un «aquelarre químico de laboratorio» y que el «abrazo amoroso» de los esposos no puede sustituirse por una «pipeta de laboratorio».

La alusión al aquelarre ha sido el centro de los chascarrillos y memes de las redes sociales. No era para menos.

Conozco a parejas que han podido tener hijos gracias a las técnicas de reproducción asistida y fecundación in vitro, así como a mujeres sin pareja que deseaban disfrutar de la maternidad. Estoy convencido de que a estas personas no les habrán gustado las palabras del obispo. Palabras que son el fruto de la ignorancia de no conocer el procedimiento clínico de la fertilización, de ignorar la felicidad que aporta a muchos hogares (algunos de ellos católicos) y también de despreciar como malévolos los avances científicos. Además de una buena dosis de sectarismo religioso, por supuesto.

La noticia anterior coincidía con la información de que Barcelona había prohibido el uso de glifosato como pesticida en los parques. De esto ya me avisaba ayer Pascual Requena:

Podéis leer la noticia ampliada aquí.

La polémica sobre el glifosato y su prohibición en parques ya surgió hace unas semanas y uno de los puntos de inicio fue justamente la ciudad en la que vivo, Castellón. En ese caso se aconsejó la sustitución del glifosato por ácido acético al 20%, es decir, un vinagre cuatro veces más concentrado que el de las ensaladas, que en algunos casos podría causar irritación de ojos y garganta, sobre todo en los niños que jueguen en los parques.

Este miedo al glifosato deriva de su calificación como probablemente carcinógenico por la OMS (grupo 2A de la IARC), lo cual lo sitúa al mismo nivel que el mate caliente o ejercer de peluquero. Esta clasificación simplemente indica el tipo de estudios realizados que señalaría una posible asociación como carcinógeno, sin entrar a valorar la dosis de peligro y su capacidad carcinogénica. Para que te hagas una idea, el tabaco está en el Grupo 1 de la IARC al mismo nivel que la carne procesada, aunque su capacidad carcinogénica es muy distinta. No corresponde a este artículo explicar por qué no debemos temer esta declaración de la IARC, pero si te interesa puedes leer más información aquí. Además, recientemente la agencia europea de seguridad alimentaria (EFSA) redactó un informe en el que declaraba que, con las evidencias obtenidas hasta el momento, no podía afirmarse que el glifosato fuera peligroso.

Aunque parezca que las noticias sobre la declaración del obispo y la prohibición del glifosato para su uso en parques no están relacionadas, creo que sí existe un vínculo de unión: el sectarismo religioso, la falacia «natural=bueno» y el miedo a los avances tecnológicos.

Los movimientos ecologistas, en algunos aspectos semejantes a una religión como la que encabeza el obispo de Córdoba, han tomado la batalla contra el glifosato como bandera, y están consiguiendo que se prohíba su uso en algunas ciudades, sin tener en cuenta criterios científicos ni consultar a expertos.

Se da la paradoja de que habrá muchas personas que se indignarán con las declaraciones del obispo y se alegrarán por la prohibición del glifosato, sobre todo en ciertos sectores de la izquierda que combinan un ecologismo mal entendido con ateísmo. Y en el fondo los orígenes de ambas noticias son los mismos:

  • Miedo a los avances tecnológicos: como ya conté en otro artículo existe en la sociedad un miedo y precaución excesiva hacia las mejoras científicas. Miedo que deriva de la falta de educación científica y de una mala comunicación de los científicos a la sociedad, y que impide a ésta avanzar.
  • Falacia «natural=bueno»: Al igual que el obispo piensa que es antinatural tener hijos por procedimientos que no impliquen únicamente la cópula entre un hombre y una mujer, muchas personas creen (sin base científica) que lo que proporciona la naturaleza es intrínsecamente bueno, mientras que los productos químicos sintetizados por el hombre son perjudiciales per se. Habría que preguntarles cómo creen que se obtiene el ácido acético, por cierto
  • Sectarismo religioso: Sí, una parte de los grupos ecologistas se han convertido en meras religiones a las que se debe seguir sin cuestionarse la validez de sus afirmaciones. Igual que ocurre con la propia iglesia, que alude siempre a la fe como justificación de la existencia de dios. En el caso de estos grupos ecologistas, se permiten difundir mentiras sobre, por ejemplo, organismos modificados genéticamente/transgénicos para presionar sobre su prohibición, pese a las evidencias de que no suponen ningún peligro para la salud y que implican beneficios para la población y para el propio agricultor. Hasta algún miembro fundador de uno de estos grupos ecologistas se ha desvinculado de ellos y denunciado su sectarismo.

Por eso me resulta curiosa la actitud de los que critican las declaraciones del obispo de Córdoba y, al mismo tiempo, aplauden la decisión del ayuntamiento de Barcelona de prohibir el glifosato: en el fondo, su actitud y la del propio obispo no resulta tan distantes.

Si os ha gustado os animo a que lo compartáis con quien queráis. Y podéis hacer clic en el corazoncito que hay bajo estas líneas.

--

--

Guillermo Peris
El blog de Melquíades

Aprendiendo a divulgar ciencia y desmontar pseudociencias. A veces escribo cuentos. Y a veces bailo. Cientifista (eso me dicen).