¿Cuánto dura la felicidad?

Vera Ricerca
El juego del paquete
4 min readMay 10, 2017
Imagen de autoría propia

Desde que el Hombre Infinito tuvo la genial idea de proponer ir a sacar fotos juntos por el barrio, coordinar cuándo llevarla a cabo no fue fácil.

Finalmente quedamos en salir el sábado.

El lunes ya pongo la cámara sobre la mesa y todos los accesorios ordenados de mayor a menor tamaño (hay alguna necesidad para semejante TOC? Ninguna! Ésa es la antilógica de los TOCs!): Cámara, lentes, dos baterías, cuatro tarjetas de memoria de 32 G (Qué-van-a-fotografiar,-Vera?-La-muralla-china???). Listo, está todo!

Es martes y ya soy un manojo de ansiedad (Tranqui-que-así-no-llegás-al-sábado,-querida!). Ya siento que se olvidó de mí y de nuestra salida porque hace DIECISIETE HORAS que no hablamos y justo en ese instante apocalíptico me manda un mensaje lleno de ganas de mí. Gran alivio gran.

Un día voy a dar un curso de Cómo hacer que tu corazón pase de la angustia a la felicidad absoluta en un sólo latido y me voy a llenar de plata.

El miércoles me siento un poquito más cerca de tocar el cielo con las manos. Mientras tanto pongo a cargar las baterías de la cámara y limpio las lentes. Le mando una foto de lo que estoy haciendo y responde entusiasmado por nuestra próxima aventura. Me da felicidad sentir la intimidad y el cariño (palabra de dudoso gusto pero de difícil reemplazo) que hay entre los dos.

Es viernes y en medio de una reunión laboral en la qué debatimos cuánto presupuesto debemos destinar a los insumos de la cocina comunitaria, me llega un mensaje del Hombre Infinito. Cancela nuestro plan del sábado alegando que tiene un amigo muy deprimido y lo está ayudando.

Me consuelo pensando en qué buen amigo es y qué mal momento eligió el amigo para deprimirse.

A los pocos días propone que salgamos el domingo siguiente. (Vamos!-no-todo-está-perdido!).

Llega el día y no da señales de vida.

Si hasta el mediodía no me escribe lo hago yo -pienso.

Frustrada por tener que hacerlo, le escribo que todo bien si no puede o no quiere pero que avise, que hay confianza y no da dejarme plantada.

Pasan dos horas, cuatro, seis.

A las 19 hs aparece con un mensaje desconcertante:

Sigue escribiendo pero son sólo palabras que no hacen más que generarme una incógnita tras otra. ¿Quién es este nuevo hombre que parece tan distinto al que me reencontré? Siento que no hubo ningún indicio que me haga pensar que él estaba pasando un momento así (y con así trato de definir lo indefinible de la situación).

No entiendo bien qué le está pasando y tengo la dicotomía de querer ayudarlo y al mismo tiempo darme cuenta que ése no es mi rol (ni él parece estar interesado en que yo lo ocupe). ¿Será tan grave lo que le pasa?, o es la forma en que se lo toma lo que agranda todo?

Le sugiero no girar en falso sobre el dolor, buscar ayuda y tratar de avanzar. No dice mucho más que “gracias” y leo el escribiendo en el chat, que me da esperanzas de que esté redactando un No estoy en un buen momento pero me dan ganas de verte, tengo mejores y peores días pero quisiera que probemos compartir cosas juntos a ver qué pasa.

Pero esa frase nunca llega y tampoco otra. El escribiendo se esfuma en el eter dando por finalizada la charla.

Me invade súbitamente el silencio que me rodea. Tiene un peso que nunca antes le había percibido. ¿Cómo algo invisible puede tener semejante presencia? ¿Será producto de las transformaciones que suceden en el instante en que la felicidad se desvanece?

Pongo música para llenar el espacio con algo más que angustia; y el azar y los algoritmos macabros de internet me gritan a la cara una verdad que se volvió ineludible:

Lo peor del amor es cuando pasa,
cuando al punto final de los finales
no le quedan dos puntos suspensivos

Leé la primera parte del Hombre Infinito acá
Leé la segunda parte del Hombre Infinito acá
Leé la cuarta parte del Hombre Infinito acá

¿Querés saber quién soy y por qué escribo? Leé Yo soy Vera

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Vera Ricerca
El juego del paquete

Soy feliz a pesar de saber que en el mundo hay reptiles, medias sucias y mermelada cítrica. Escribo en el blog El Juego del Paquete. elblogdevera@gmail.com