Feliz de a partes

Vera Ricerca
El juego del paquete
5 min readJul 31, 2019
Imagen de autoría propia

¿Reservar nuestro cuerpo, alma y corazón para cuando aparezca la persona que haga feliz a cada uno de ellos? ¿o ir siendo feliz de a partes, a veces dándole prioridad más a uno que a otro? En eso pienso mientras bajo en el ascensor a abrirle al Hombre Infinito, que, según él, viene a tomar te a casa. Un miércoles. A las nueve de la noche.

Se que con él soy feliz un rato. Podría decir que los porcentajes de felicidad serían:

Cuerpo: 80%

Alma: 35%

Corazón: 52%

A través del vidrio, mientras pongo la llave en la cerradura, veo que trae entre las manos una caja de la infusión que hoy nos convoca.

Ya sin vidrio de por medio, nos damos esos abrazos profundos que suceden cuando nos vemos. Esos abrazos que se dan los amigos a los que les gusta más que darse abrazos.

Pongo el agua a hervir y nos sentamos con nuestros te a charlar en el sillón. Pasamos horas hablando, poniéndonos al día de lo que pasó en nuestras vidas durante el último año.

Me cuenta que vive con un amigo desde que se separo de la ex, porque cuando volvió con ella dejó el departamento en el que vivía solo y cuando volvió a separarse, no tenía dónde ir.

— Y tu hija cómo tomó las idas y vueltas de sus padres?

No se por qué me meto en ese tema pero lo primero que pensé es en esa preadolescente tratando de adaptarse a los vaivenes de sus padres.

— Ella es una genia, se adapta a todo!

Él sigue hablando pero yo, por unos instantes, me quedo pensando en esa niña sobreadaptada que quizás no se de permiso para expresar cuánto le afectan las cosas.

Me cuenta de su trabajo y yo del mío. Lo noto cambiado, más conectado con sus sentimientos, más abierto a decir lo qué le pasa y lo que le gustaría cambiar en él. Me pone contenta verlo así. Porque lo quiero, es mi amigo y quiero que esté bien. Y lo mejor es que no vinculo nada de eso conmigo ni con un posible futuro juntos. Me pone bien por él y nada más.

Le cuento que estoy averiguando para congelar óvulos y abre grande los ojos. Me pregunta en qué consiste el tratamiento y a medida que avanzo con los detalles su cara se va deformando.

— Que valiente que te animes a todos eso, te felicito.

— Gracias. No se si es valentía, siento que es una oportunidad que tengo que aprovechar y si incluye andar pinchándose… y bue, tendré que hacerlo!

La playlist que estamos escuchando se termina y me levanto para buscar otra. Él se levanta a los pocos segundos y me abraza desde atrás. Me besa dulcemente el cuello y con una mano acaricia mi cabeza.

Las ganas de besarnos desde que nos vemos, la química infinita, todo eso sigue intacto. Nuestros cuerpos se conocen tanto que parece que no necesitaran ni de nuestro alma ni de nuestro corazón para complementarse a la perfección. Y no está mal esto de ahorrar recursos cuando no son tan necesarios.

La cama se vuelve nuestro nuevo punto de encuentro, ahora para dialogar y ponernos al día sin hablar.

El deseo se vuelve llama y el fuego arde hasta extinguirse y dejarnos abrazados entre las sábanas.

Mi teléfono suena y me levanto a buscarlo. Me sorprende lo tarde que es y también que recibí varios mensajes de Adrián, un caballero con el que hice match hace un rato en Happn.

Vuelvo a la habitación y hago un comentario con el fin de dar por finalizada la velada:

— Podés creer que ya es la 1:40! Y mañana me levanto a las 7…

Luego de mi sutileza, el Hombre infinito se levanta inmediatamente y se va vistiendo camino al living.

Bajo a abrirle y me besa con una dulzura pausada y dedicada. De vuelta en el ascensor, leo con atención los mensajes de Adrián:

— Hola Vera! Espero no despertarte con estos mensajes tardíos. Estaba en un campeonato de golf y recién termina. Ahora volviendo a casa y pensando qué puedo cocinarme para cenar. Bueno, espero que podamos hablar un día de estos. Te mando un beso.

¿Campeonato de golf? Ese si que es un rubro que no tengo en mi haber. Ni huevos ni canastas golfistas he conocido. En principio me provoca aburrimiento (o vejez) pero no quiero ser prejuiciosa.

Me voy a dormir sin contestarle pero planeando hacerlo mañana.

La mañana laboral me absorbe y cuando paro para almorzar le escribo al golfista.

Apenas lo saludo me responde y hablamos un rato animadamente.

Adrián es amable, parece tranquilo y educado. Tiene 45 años, dos hijos y se divorció hace 4 años. Es abogado, otro rubro inédito para mí. Me río por dentro cuando me dice a qué se dedica porque mis amigas siempre me dicen que siempre salgo con “creativos” y que tendría que probar con profesiones más tradicionales, a ver si cambia en algo.

Ok, golfista y abogado. Que no sea lo usual no quiere decir que no sea para mí. Sigo charlando y me cuenta que en dos días se va una semana de viaje a una convención de abogados en Los Ángeles y que le gustaría conocerme antes, si yo quiero.

La verdad que no puedo verlo en estos días y tampoco es que me desespera hacerlo. Tiene buena onda pero hablamos hace un ratito y todavía no me genera ganas de verlo. Si llegamos a seguir hablando cuando vuelve de su viaje, podemos arreglar para encontrarnos (La mala experiencia con Nicolás me dejó un poco traumada con los hombres que se van de viaje).

Le digo que no puedo y dice que lo dejamos para su vuelta entonces, que nos sigamos conociendo virtualmente hasta que podamos vernos.

Y parece que lo toma en serio porque los siguientes días me habla todos los días a las ocho de la noche para ver cómo estoy y qué tal mi día. No pregunta ni cuenta mucho más que eso. Mañana se va de viaje y me manda foto de la valija a medio hacer y de un traje que se lleva para la convención a la que va. ¿Divertido? No por ahora. Pero parece amable y bienintencionado (Ay,-Verita!-¿Estás-hablando-de-un-posible-chongo-o-de-un-bombero-voluntario?).

— Me vienen imágenes todo el tiempo de nuestra última noche.

El “rey del te” vuelve al ruedo. Inesperadamente, a pocos días de vernos, el Hombre Infinito tiene ganas de hablar, de recordar momentos vividos y, más inesperadamente!, de decir que tiene ganas de que vuelva a suceder pronto.

Le digo que me estoy quedando dormida y que mejor seguimos la conversación otro día. Hoy mi cuerpo, mi alma y mi corazón son felices yéndose a dormir solos.

Leé la historia anterior aquí
Leé la siguiente historia aquí

Soy Vera y publico esta y otras historias en mi blog El Juego del Paquete. Te invito a leerlas desde el comienzo, aquí.

--

--

Vera Ricerca
El juego del paquete

Soy feliz a pesar de saber que en el mundo hay reptiles, medias sucias y mermelada cítrica. Escribo en el blog El Juego del Paquete. elblogdevera@gmail.com