Organizado y poliamoroso

Vera Ricerca
El juego del paquete
6 min readAug 7, 2019

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Imagen de internet

Nunca hablé tanto de golf como esta semana. En realidad nunca había hablado de golf hasta que me crucé en Happn con Adrián y todo su fanatismo por este deporte.

Desde Los Ángeles, donde viajó por trabajo, me escribe todos los días a las ocho de la noche en punto. Me pregunta qué tal mi día y me cuenta del de él, que en general consiste en estar medio día en la convención de abogados, pasar la tarde jugando al golf y cenar con algún colega. De todo me manda fotos, incluso algunas donde están sus colegas y ni siquiera está él.

Si fuera por mí, hablaría directamente una vez que esté de vuelta pero tampoco me da para no contestarle así que opto por aprovechar la primera oportunidad que surge para decirle “Ah! Estás cenando? Disfrutá de la cena y hablamos en otro momento” o “Estoy llegando a lo de una amiga, seguí disfrutando de tu viaje”.

Mientras tanto, el huevo de la otra canasta, también conocido como El Hombre Infinito, parece entusiasmado porque esta vez no pase un año entre reencuentro y reencuentro, y propone vernos el fin de semana.

Le digo que lo espero en casa el viernes a la noche. Ya no lo espera mi corazón ni mis ilusiones. Lo espera mi casa, mi cama y mis muchas ganas de pasar un muy buen rato con él.

En la oficina tenemos una semana asombrosamente tranquila y Marcelo compra facturas para merendar. Con Elo le preguntamos por su nueva vida de separado y nos cuenta que está “a full con Tinder como vos, Verita”.

— Epa, Marce! Y cómo te viene tratando el macabro y maravilloso mundo de las apps de citas???

— Y… yo soy de otra época! Me resulta muy raro todo, y se ve cada cosa ahí adentro!!!

Se entusiasma mostrándonos algunos perfiles bizarros de mujeres, que no difieren mucho de los perfiles bizarros de hombres. Hay solo una característica que distingue a los perfiles femeninos: la selfie con beso puchero.

— Con esta chica, por ejemplo, salí dos veces, me caía muy bien y pensé que le pasaba lo mismo conmigo pero cuando le hablé para volver a vernos no me contestó más.

— No te puedo creer Marce! La gente hace eso??? IN CRE I BLE

— Jaja, no lo cargues con tu vasssta experiencia, Verita, dejalo que haga su propio camino.

— Ay, Elo, vos porque sos un extraño caso de éxito de las apps de citas! Mirá, Marce, mi consejo es que como premisa no te tomes demasiado en serio lo que te suceda en Tinder. Y si de casualidad encontrás alguien interesante y ambos tienen ganas de conocerse, genial! Pero no navegues por ahí buscando al amor de tu vida.

— Quién te ha visto y quién te ve, amiguita?!,-grita Elo mientras con una mano me acaricia la espalda y con la otra se come una medialuna.

— Y bueno chicos, alguna vez tenía que aprender. O al menos siento que estoy aprendiendo…

— Y este viernes tenés alta joda! Contale a Marce!

— Ay Elo, no te podés quedar calladita no? Jaja. Nada, Marce, me veo con un chongo eterno que tengo.

— Bien ahí! Y qué van a hacer? Le vas a cocinar algo rico?

— Ni loca Marce! Mirá, por ejemplo esa es otra cosa que aprendí. Para mí cocinar es un acto de amor que no hago por cualquiera y la verdad que prefiero hacerlo por alguien que lo merece, o que al menos no esté un día sí y 100 no.

— Parece que cocinar fuese más acto de entrega para vos que tener sexo!

Dice Marce entre indignado y asombrado y, cuando estoy por contestarle, me suena el teléfono y veo que es Adrián que me manda un mensaje:

— Mensajito del chongo eterno que se va a morir de hambre???

Pregunta curioso e irónico Marcelo pero le digo que es mi mamá y me levanto para hacerme otro café.

Viernes cita con el chongo eterno, alias el Hombre Infinito, y sábado cita con el golfista. Así viene mi fin de semana, inesperadamente organizado y poliamoroso.

Al mediodía del viernes el Hombre Infinito empieza a calentar motores comentando todo lo que le gustaría que hagamos a la noche, sobre todo mientras ya no estemos vestidos. Él promete traer un vino y yo, tener buenos números de delivery.

No puedo con mi genio y cuando salgo del trabajo compro algunas cosas para armar una picadita a modo de aperitivo pre cena.

Mientras dejo las cosas en la cocina recibo un mensaje de audio de él de tres minutos de duración.

Empiezo a escucharlo y sus palabras se traducen en mi cabeza todas iguales:

BLA

BLA

BLA

BLA

BLA

BLA

BLA

BLA

BLA

BLA

TENGO QUE CANCELAR LO DE HOY.

En resumen, lo acaba de llamar la ex porque le salió un viaje urgente por trabajo y tiene que irse ya ya ya y la hija tiene que quedarse ya ya ya con él durante todo el fin de semana.

“Te juro que me quiero matar”

“No sabés las ganas que tenía de comerte a besos”

“Apenas podamos reprogramemos, por favor!”

Y otras miles de frases me llegan por mensajitos durante toda la noche.

Yo solo me consuelo por no haber cocinado y por tener una picadita que acompaña mi estadía en el sillón mientras miro una serie sueca sobre familias ensambladas.

A las ocho de la noche, llega puntual un mensaje de Adrián avisando que ya está en Buenos Aires, que tiene ganas de conocerme y que yo elija el lugar donde quiera que cenemos mañana.

Desde mi mullida base de operaciones de esta noche, googleo nuevos bares por Palermo y le propongo uno que parece lo suficientemente íntimo como para tener una cita y lo suficientemente iluminado como para no incomodarse si la cita no va bien.

Me quedo dormida en medio de deseos de dulces sueños de parte de ambos y termino acurrucada a la par del gato.

Por la tarde del sábado recibo un mensaje de audio de dos minutos de parte de Adrián. Lo escucho dispuesta a recibir la segunda cancelación consecutiva del fin de semana pero, para mi sorpresa, la cuestión es otra:

— Hola Vera, cómo estás? Quería pedirte un favor: estoy jugando al golf y voy a ir directo a nuestra cena así que voy a tener los palos en el baúl y la verdad es que no me gusta dejar el auto en esos estacionamientos donde hay que dejar la llave. Conozco un restaurant peruano suuuper lindo en el centro y al lado hay un estacionamiento donde te dan cochera fija y uno se lleva la llave. Te molestaría que vayamos ahí? A la vuelta te prometo que te llevo a tu casa.

El asombro le gana a la capacidad de distinguir si me molesta o no su propuesta (o más aún su argumentación). Sin pensarlo demasiado, y teniendo en cuenta que hace tiempo que quiero conocer ese restaurant que propone, respondo escueta:

— Dale Adrián, a las 21 hs estoy ahí.

¿Lograrán el golf y la abogacía cautivarme en ésta cálida noche de invierno?

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Soy Vera y publico esta y otras historias en mi blog El Juego del Paquete. Te invito a leerlas desde el comienzo, aquí.

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Vera Ricerca
El juego del paquete

Soy feliz a pesar de saber que en el mundo hay reptiles, medias sucias y mermelada cítrica. Escribo en el blog El Juego del Paquete. elblogdevera@gmail.com