Hasta que no lo vea no lo creo

Vera Ricerca
El juego del paquete
6 min readMay 23, 2018
Imagen de autoría propia

Es muy difícil describir qué hace que algunas personas nos caigan bien y nos den curiosidad ante el primer contacto, y otras no. En el caso de las apps de citas, el casting permanente de seres vivos nos hace ejercitar este instinto (?) que seguramente contiene altas dosis de injusticia y azar.

Mi último crush de Happn es de esos que nunca pensé que llegarían: Facundo es el estilo de hombre al que le pongo ❤ solo por gusto, porque no pienso que yo sea de las de su tipo. Él es todo lo que se usa ahora en lo que a hombres se refiere: barba tupida y jopo prolijo, tatuajes invadiendo brazos y espalda, viajes por el mundo y alguna actividad vinculada al universo de los medios de comunicación.

Al menos todo eso se deduce de su tentador perfil y aparentemente lo que ve en el mío también le atrae porque apenas coincidimos virtualmente, me saluda:

— Con esa altura casi casi que me alcanzás, muy bien!

— Jaja, bueno vos ganás centímetros con el jopo!

— Me descubriste ;)

Es un diálogo digno de Shakespeare? Claro que no. Pero me gusta que no haya empezado por el recurso gastadíiisimo del hola/Qué tal Vera?/Hola, todo bien?/Cómo estás? Parece que nos cruzamos ayer por Palermo y todos sus derivados. Rompió el hielo con algo concreto, le puso humor y cercanía. Sí, todo eso me transmite su primera línea y hace que quiera contestarle y saber más sobre él.

Me cuenta que está ordenando su casa mientras escucha a los Redondos, porque en un rato lo visitan sus sobrinos. Me gusta que me hable de una escena tan cotidiana y no quiera venderme que está saliendo a entrenar para un maratón de 42k o cambiandose para ir a un refugio de gente afectada por algún huracán. Me encanta la colaboración en grandes causas pero prefiero conocer a alguien por sus pequeños actos más cercanos a su realidad de todos los días.

Facundo tiene 41 años, estuvo en pareja hasta hace uno, no tiene hijos y trabaja como creativo publicitario. Qué más puedo pedir por ahora? Ah, sí, que la voz acompañe todo este perfil que pinta más rico que una chocotorta.

Hablamos un rato y decido mandarle un mensaje de audio, sólo para ver si me responde del mismo modo y puedo sacarme la duda.

Ahora todo es mensajes de voz. Me gusta como habla y lo que dice. Es divertido sin ser obvio. Se lo escucha seguro y ocurrente.

CONFIRMADO: todo lo virtualmente posible que conozco de Facundo es interesante y sexy.

Lo que NO me provocó Julio en dos salidas, lo logra Facundo a solo cincuenta minutos de haber empezado a hablar (Tranqui,-Verita!-No-empieces-a-hiperventilar-que-después-se-te-rompe-la-burbuja-y-terminás-llorando-en-un-rincón).

Mientras hablamos sobre dónde vivimos, me sorprende con una propuesta:

— Cuándo tomamos algo por Almagro?

Me gusta que rápidamente proponga vernos y me encanta que ofrezca que sea por mi barrio. Quedamos en encontrarnos el martes a las 19 hs. Me manda dos opciones de lugares y propone que yo elija cuál prefiero. Facundo ya suma puntos valiosísimos:

Punto 1 _ Propone cita sin dar muchas vueltas.

Punto 2 _ Piensa en mi comodidad ofreciendo que sea cerca de casa.

Punto 3 _ Sugiere posibles lugares para concretarla y me da a mí la decisión de a cuál ir.

Y eso sin contar los puntos que ya tenía por su barba, jopo, tatuajes y demás características Trending Topic.

Ok, ok, me calmo. Hasta que no lo vea no lo creo.

Seguimos hablando por horas. Me está resultando atrapante nuestra conversación compuesta por una ensalada de frutas de temas diversos en la que me hace reír permanentemente (Basta de sumar puntos, Facu!).

Siento que esto fluye. Aunque el verbo fluir suele darme urticaria, en este caso no encuentro otro que lo sustituya.

Los días subsiguientes, antes de nuestra primera cita, me saluda cada mañana, siempre con algún comentario divertido y haciendo alusión a que pronto nos vamos a conocer.

Mientras espero que llegue ese día, mi vida sigue como antes y mis necesidades básicas necesitan estar cubiertas. Después del trabajo, me apuro a llegar a la carnicería antes de que cierre. Allí siempre me atiende Aníbal, que tiene más claro el marketing que las cadenas norteamericanas de café en vaso de plástico. Cada vez que llega un cliente, lo saluda por su nombre (No recuerdo nunca haberle dicho el mío pero que lo sabe, lo sabe) y le pregunta por algún aspecto de su vida: “Se recuperó tu hija del resfrío?”, “Te resolvieron el tema del radiador del auto?” y así con cada uno.

Yo hace casi dos meses que no vengo así que cuando Aníbal me ve me saluda con efusividad, en parte por su buena onda de siempre y también porque sabe que cuando voy, compro un poco de todo para llenar el freezer y tener resuelta mi alimentación por varias semanas.

Mientras pesa las milanesas de pollo que le pedí, me mira y pregunta:

— Cuántos hijos tenés ya, Vera?

— Cero, Aníbal.

— Toda esta carne para una sola comensal?

— Así es, podrías hacerme un casting vos acá entre los clientes, al menos vamos a saber que vive cerca, no es vegano y que le alcanza la plata para comprar unos bifes…

— Yo no se qué pasa ahora, no hay más paciencia, ni en los solteros ni en los casados. Hay alguna pavada que no te gusta del otro y chau, si te he visto no me acuerdo!

— Tal cual, hay mucho de eso, es una lástima.

Mientras me habla, escribe delicadamente algo que no llego a leer sobre la bolsa de las milanesas. Pone todas mis compras en una bolsa más grande y le pago. Tiene esas cajas registradoras antiguas que hacen ruidito cuando se abre el cajón inferior de los billetes. Me gusta ese sonido, me gusta el ruido a barrio.

Me da el vuelto y mirandome fijo afirma:

-Vas a ver que pronto va a llegar, vos sos muy linda y muy simpática, todo llega a su tiempo, Vera.

Ya en mi cocina, ordenando las compras, me sorprendo y sonrío al descubrir lo que escribió Aníbal en mi bolsa de milanesas:

Aníbal es lo más, en un ratito me abasteció de carne para un mes y de esperanzas para unos días.

Y además se tomó el tiempo de ponerle buena onda a UNA BOLSA CON MILANESAS DE POLLO. Cuánto más valoro en una persona que tenga una pequeña gran acción como esa a que me cuente que va a correr un maratón de 42k. (Dale-con-el-temita-del-maratón,-Vera!-No-será-que-le-tenés-envidia-a-los-que-pueden-darle-al-trote?).

Llega el martes y mientras me preparo un té en la cocina del trabajo, pienso qué ponerme a la noche. Vamos a ir a un bar cerca de casa y él es más alto que yo así que puedo ponerme unas botitas con un poco de taco.

En general cuando salgo con alguien del que desconozco la altura, me pongo zapatos bajos para no pasarlo. Ya se que Facundo es más alto y eso me entusiasma. No se si alguna vez superaré la obsesión de evitar salir con hombres más bajos que yo.

Me siento en el escritorio para mandar 132 mails que tengo pendientes y me escribe mi cita de esta noche:

Qué estimulante es sentir el entusiasmo del otro en sus palabras y el propio en la panza.

Llego a casa y tengo los minutos contados para bañarme, cambiarme, maquillarme y bajar espléndida a mi encuentro semi-glamour.

A las siete de la tarde en punto me llega un mensaje:

— Hola! Estoy abajo. Auto negro enfrente en doble fila. Te espero.

Me miro por última vez en el espejo del ascensor. Sonrío pensando qué lindo es este momento lleno de expectativas e ilusiones. Tengo ganas de pasarla bien, de mover las neuronas y la boca, de que lo nuevo sea sinónimo de bueno.

Leé aquí cómo conocí a Facundo

¿Querés saber quién soy y por qué escribo? Leé Yo soy Vera

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Vera Ricerca
El juego del paquete

Soy feliz a pesar de saber que en el mundo hay reptiles, medias sucias y mermelada cítrica. Escribo en el blog El Juego del Paquete. elblogdevera@gmail.com