La señal que esperaba

Vera Ricerca
El juego del paquete
5 min readSep 26, 2018
Imagen: metroquest.com

¿Qué pasa con lo que me pasa? ¿O con lo que no me pasa? Qué difícil es decidir sobre algo que solo depende de mí, aunque debería ser lo más fácil.

Igual no se por qué exagero así, tampoco es que tengo que resolver si inseminarme de trillizos o dar un discurso en la ONU. Solo intento darme cuenta si tengo que darle otra oportunidad a Chelo, con quien acabo de tener una poco afortunada salida (Vos-sí-que-tenés-dilemas-graves,-no,-Verita?!).

No la pasé mal, pero más allá de su caballerosidad y de que parece ser buena persona, no hubo nada en él que me inspire a querer seguir conociéndolo. Y si eso fuera suficiente? Debería ser un buen puntapié para, al menos, probar? Tengo estas dudas porque de verdad veo algo potable en él o porque siento que no voy a encontrar algo mejor? Es necesario que lo decida ahora o puedo irme a dormir y seguir pensando mañana?

Agarro el celular para apagarlo y veo un mensaje de Chelo:

Me siento mal por pensar esto pero me incomoda que ponga en evidencia si nos reímos porque además yo no siento que haya sido una noche divertida.

Qué? Para qué entré en un dilema mental eterno si al final mis dedos decidieron por mí en un abrir y cerrar de chat???

Qué es lo que está todo bien? Por qué necesita reafirmar todo el tiempo si la pasamos bien? Seré yo una desalmada que no sabe apreciar las buenas intenciones de Chelo? Racionalmente pienso eso pero mis dedos tienen su ideología propia y avanzan en sus determinaciones:

Porqué el gerundio, Chelo? Solo salimos una vez! Veamos qué pasa en una segunda cita sin sacar conclusiones de algo que todavía no empezó.

Nos despedimos amablemente y apago la luz para tratar de dormir y no soñar con dilemas existenciales. Pero antes de cerrar ambos ojos me invade el terror: Y si yo soy siempre la Chelo de las relaciones y todos me huyen porque doy por sentado que todo está bien usando muchos gerundios y proyectando un futuro donde no lo hay?

El domingo me encuentra más relajada de lo que supuse que iba a estar: me levanto tarde, leo un poco en el balcón, hago compras por el barrio, veo tres capítulos de La casa de las flores y no pienso en la cita hasta que en el grupo de “Las sueltas” me preguntan cómo me fue. Quiero seguir con la línea zen de este día así que decido no entrar ni en detalles ni en debates:

— Tranqui, nada destacable, fuimos a tomar algo. Es amable. No hubo beso.

Las chicas se quedan conformes con mi telegrama y yo con que mi día esté atravesado por un tácito “lo que tenga que ser, será” y acompañado por un estribillo de Carla Morrison que no puedo sacarme de la cabeza desde que me levanté:

Yo mejor así, aunque siento raro aquí

¿Dónde palpita el corazón?

¿Dónde descansa mi pudor?

¿Dónde guardé todo mi dolor?

¿Dónde nace y muere mi amor?

A cinco minutos de entrar el lunes al trabajo, Elo aparece en mi oficina, me saluda y extiende primero su dedo pulgar y después el índice, acompañando dos temas pendientes que quiere enumerar:

— Uno: cómo te fue con la presentación???? y dos: hoy cumple años Marce así que vamos a pedir empanadas, hagamos listita de sabores que sino él va a pedir todo caprese y yo si no hay de carne no como!

Me rio recordando las caras de asco de Chelo por la carne picada y abrazo a Elo mientras empiezo a contestarle:

— Ay, amiga! A mí también me gusta la empanada de carne, pero quizás tenemos que ser más comprensivas con los que quieren solo caprese…

Elo me mira sin entender y le cuento la historia de mi cita del sábado. También le digo que me cuesta mucho saber si lo quiero volver a ver y, cuando le estoy por decir que no quiero que sea un tema de debate nacional, me interrumpe:

— Qué parte es la que te hace dudar? No te gustó, Vera! Aprendé a decir que no antes de que te plante él y vengas llorando por alguien que ni siquiera te interesa.

Marcelo nos llama para que definamos todos juntos los sabores a pedir pero la que ya tiene sabor amargo en la boca soy yo. Creo que Elo tiene razón, Chelo no me gusta. No es un monstruo, ni mala persona ni nada terrible pero NO ME GUSTA. Creo que el motivo por el que no termino de aceptar lo que (no) me pasa se llama soledad y no suele ser buena consejera. Así que mejor le hago caso a mi amiga.

Al mediodía nos atracamos de empanadas. Elo come en orden capicúa: jamón y queso/carne/carne/jamón y queso y yo hago una degustación de todos los sabores presentes: carne/jamón y queso/pollo/caprese. Marce sopla la velita sobre la ya clásica chocotorta de la oficina y brinda mirándonos a todos:

— Porque cada día sean un poco más felices que el anterior.

— Pedazo de desafío ese deseo!, -le grita Elo mientras chocan sus vasos a modo de brindis.

Yo casi no puedo hablar de lo llena que estoy de tanto repulgue. Me limito a disfrutar de la idea de poder ser un poco más feliz cada día. O al menos intentarlo.

Cuando estoy volviendo a casa me llega un mensaje de Chelo preguntándome qué tal mi día. Le respondo de un modo que podría denominar “cordial”. Me manda un audio extenso contándome de un conflicto laboral que tuvo hoy pero que finalmente se resolvió. No es una conversación que tenga ganas de tener así que le digo que estoy manejando y que mejor hablemos en otro momento.

— Dale, hablemos en estos días así organizamos salida al cine, beso!!

No se a qué llama él “estos” días porque ya han pasado más de cinco y no tuve noticias de él. Al contrario de lo que vaticinó Elo, estoy aliviada por el silencio de Chelo. Parece que ambos leímos por igual la señal del universo que ahora nos dice que no deberíamos volver a vernos.

Leé cómo fue mi salida con Chelo aquí

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Vera Ricerca
El juego del paquete

Soy feliz a pesar de saber que en el mundo hay reptiles, medias sucias y mermelada cítrica. Escribo en el blog El Juego del Paquete. elblogdevera@gmail.com