La suma de todos los nudos

Vera Ricerca
El juego del paquete
8 min readMar 14, 2018
Imagen: Pixabay

El regreso al trabajo post vacaciones nunca es fácil, pero este año vuelvo con otro espíritu, super animada y con una liviandad inusual en mí. Organizamos un after office en la terraza de la oficina para ponernos al día entre los compañeros. Hacemos tragos y compramos empanadas.

Marcelo cuenta que fue veinte días a Necochea, a la casa que era de su abuela: “Mi mujer, la nena, el violín y mucho viento, con eso me alcanza”. Yeye no aguanta la ansiedad de contarnos que fue por primera vez a Disney. Como si no nos hubiéramos dado cuenta cuando entró el primer día con las orejitas de Minnie. Relata casi sin respiro cada parque que visitó y todo lo que compró. De pronto me mira fijo y se queda callada unos segundos hasta que estalla:

— Veruch, estás de novia??? Te veo espléndida… brillás más que la bola de Epcot!

Si, ahora todas sus analogías tienen que ver con Disney.

— Algo así, Yeye.

Para mi sorpresa, asumo mi relación en público y hasta le cuento -a ella y Marcelo que levanta la oreja para enterarse de todo- algunos detalles más sobre Sergio.

Elo me mira frunciendo el seño y levantando una ceja. Inventa una excusa para apartarme y hacerme algo similar a una escena de celos:

— Así que ahora le contás más a Yeye que a mí?

— Obvio, ella es mi mejor amiga desde que me trajo de Disney el lápiz gigante con los dibujitos de Nemo.

— Jaja! Dale, poneme al día por favor!

— Estoy tan contenta… disfrutando de cada cosa, dejándome querer, siento como si de a poco me estuviera sacando un peso que cargaba hace tiempo

— El peso de la soledad no deseada, decimelo a mí…

— Qué pasa? Si estabas genial con Rodri!

— Naaaa, que se yo, genial es otra cosa. La pasamos bien, pero la diferencia de edad se siente mucho, hasta sexualmente, es como que tenemos otro tiempos.

— Ufff, bue, en ese aspecto nosotros seguimos con fricciones

— Bueno, mientras haya fricción hay esperanza!

— Jaja! Lo digo en el sentido de que seguimos con diferencias.

— Si, no es un tema fácil. Yo no entiendo: ellos no tienen miedo de contagiarse algo o dejar embarazada a la mujer con la que están? Priorizan el placer por sobre todo eso???

— No se, pienso lo mismo que vos y en el momento se lo hago notar, pero después, en frío estamos tan bien que me cuesta romper el clima planteándolo.

— Re difícil, te entiendo. Bueno, seguramente van a encontrar el momento para charlarlo.

Justo me llega un mensaje de Sergio:

— Hola bonita, ya planeaste nuestra super noche de mañana?

Le cuento a Elo que como siempre propone él las salidas, quedamos que yo organice la de mañana, y ya reservé en un restaurant de sushi que al terminar de comer, te hacen pasar a un salón secreto que está detrás, ambientado como en la New York de los años 20 y en el que parece que hacen tragos riquísimos.

No le cuento a él a dónde vamos, me divierte que sea una especie de sorpresa. Me pasa a buscar en taxi por casa y le digo al conductor a qué dirección ir. Sergio está intrigado y entusiasmado, me gusta que disfrutemos juntos hasta de cosas tan simples como esta.

El restaurant le gusta, no así la mesa que nos reservaron, pero eso lo soluciona rápidamente hablando con el encargado del lugar. A mí me incomoda un poco que sea un comportamiento reiterado en él y se da cuenta:

— No te pongas mal, me encanta el lugar pero si nos dan una mesa que no está buena, porqué no reclamar una mejor, no?

Pide un muy rico vino que, sumado al ceviche y al sushi, hacen un menú genial. Aprovecha cada oportunidad para tocarme la mano. Comentamos lo sabroso que está todo y me dice:

— Que buena elección hiciste, me encanta. Y estás tan linda!

En ese instante, y mientras me inclino para besarlo, se me cruzan infinitos pensamientos: era cierto que tiene que ser fácil, que el amor difícil no es amor; que hay un hombre al que le gusto no solo intelectualmente sino como mujer y… que lindos son nuestros besos!

Terminamos de cenar y lo sorprendo contandole que aún queda otra parte de la cita. La moza nos acompaña al salón secreto al que se accede por un pasillo casi laberíntico. Yo voy adelante y él, por detrás, acaricia mi espalda de tal manera que hace que me cueste concentrarme en lo que nos cuenta nuestra guía, que está relatando algo sobre la ley seca en los Estados Unidos y no se qué más.

El lugar es genial, los tragos son deliciosos y nosotros estamos como encendidos (Se-dice-calientes,-Verita,-C-A-L-I-E-N-T-E-S!!!).

Hablamos sobre los viajes que hicimos y los que nos gustaría hacer. Nos reimos de todo, un poco por el alcohol y otro poco porque somos felices juntos. Se siente tan bien percibir la seguridad de que el otro es feliz con uno y no saber sólo una versión de las cosas y conjeturar permanentemente sobre la otra, como me venía pasando hasta ahora con los hombres de los últimos tiempos.

Durante el camino de regreso menciona varias veces lo buena que estuvo nuestra salida y me alienta a organizar más sorpresas como esta.

Dormimos juntos en su casa y compartimos todo el domingo intercalando trabajo y lectura desde el sillón, interrumpidos por una siesta que potencia nuestra química y nuestras diferencias.

Cuando me estoy yendo le digo:

— Yo se que te jode lo de usar forro, pero recién nos conocemos y para mí esto ahora no es negociable.

— Todo bien Vera, no busques problemas donde no los hay.

En la semana él está con una entrega importante de una nota para un periódico del exterior y no propone vernos. Yo casi que le insisto para “pasar a visitarlo” un día a las 11 pm. Me recibe muy cariñoso pero también muy cansado y me arrepiento de haber forzado un encuentro sin demasiado sentido.

Los siguientes días hablamos poco pero quedamos en salir el sábado. A la tarde de ese día me avisa que va a trabajar bastante y que porqué mejor no cenamos en mi casa. Le digo que me parece bien y que entonces cocino algo rico. Insiste en que no hace falta, que pidamos algo y listo.

Le repito que quiero cocinar. Para mí es una gran demostración de amor cocinarle a un hombre. Me estresa hacerlo y solo lo hago por alguien que me parece que vale la pena y él para mí lo vale.

Me dice que haga lo que quiera al respecto y parece más preocupado por si tengo el canal que a las 8 am del domingo va a pasar la carrera de fórmula 1 porque cuando le confirmo que lo tengo, lo celebra con emojis varios.

Anuncia que va a traer un vino pero no trae nada. Cocino revuelto de verduras y pollo al curry. Dice que está riquísimo. Me cuenta de una discusión que tuvo con la hija y charlamos largo rato sobre eso. Le planteo mi punto de vista y me escucha atentamente. Se siente bien ser adultos. Se siente bien, entre comida casera, charlas sobre la vida y miradas cómplices, ser una pareja.

Dormimos abrazados hasta que empiezo a escuchar el crujir de las ruedas de los autos de Fórmula 1 sobre el asfalto (No se si las ruedas crujen o cómo se le dice, no sé nada sobre autos y menos sobre automovilismo). Vuelvo a abrir los ojos, son las 10 am y la carrera sigue. Le digo que tengo hambre y propongo desayunar en un barcito lindo que hay cerca de casa. Pone cara de que prefiere quedarse en la cama hasta que el último corredor se haya ido a boxes, sacado el traje antiflama y lavado el auto pero dice:

— Dale, si querés ir a desayunar afuera, vamos.

Entro primera al bar y me siento en una mesa, él se queda parado y me hace un gesto para indicarme que mejor vamos a otra que está al lado de la ventana. Es simpático con el mozo hasta que nos traen el café y las tostadas acompañadas por dos ínfimos potecitos con queso y dulce.

— Pero con esto no cubro ni una tostada!

El mozo lo mira incómodo y yo me siento igual e intervengo:

— Si no nos alcanzan después nos traen más, no te preocupes.

Le guiño el ojo al mozo para calmar las aguas y para que aproveche para alejarse.

Ahora Sergio le saca una foto a los pobres potecitos y me cuenta que está tuiteando sobre la desproporción tostada-queso/dulce.

Miro por la ventana, sigo incómoda.

Se da cuenta que generó un momento raro, deja el teléfono y mientras me acaricia la cara me dice:

— Ya está, perdón, sabés que soy un poco exigente con las cosas

Agarramos el diario y mientras miro el suplemento de turismo le hago una broma sobre algún posible lugar al que podríamos ir en ese hipotético viaje del que siempre hablamos. Se ríe y mira por la ventana. Ahora el inómodo parece él. Yo cambio de página y no digo nada.

Me acompaña a la puerta de casa y me cuenta que a la noche va al teatro con un grupo de amigos. Le escribo tipo 23:30 para ver si la pasó bien.

— Estuvo bueno. Ahora estamos cenando.

Le digo que genial, que disfrute y le mando muchos besos.

Me manda una manito de esas con el dedo gordo levantado, a modo de ok.

No me dice nada más. Ni “Besos”, ni “Que descanses, bonita”, ni nada.

Nada tampoco el lunes.

Ni el martes.

Es miércoles y ya no se qué hacer. Si, claro, le puedo escribir, llamarlo o lo que sea pero tengo miedo. No quiero enterarme que es momento de despertar de este sueño.

Me quiero hacer la relajada, la distraída, pero no son características que domine bien. Si noto indicios no puedo parar de pensar en ellos. Y estos más que indicios son carteles luminosos en la Avenida 9 de julio (Calmate,-Verita-que no-tiene-porqué-haber-cambiado-algo-de-esta-novela-romántica-de-la-que-estás-siendo-protagonista!).

No lo hablo con nadie, no quiero suposiciones ni conjeturas, solo mi silencio abrumador y mi nudo en la garganta. Este nudo atado ahora por él pero que es la suma de los nudos de cada uno de los hombres que alguna vez me dejó en espera.

Leé aquí cómo conocí a Sergio (parte 1)
Leé
aquí cómo fue mi primera cita con Sergio (parte 2)
Leé
aquí cómo siguió mi historia con Sergio (parte 3)
Leé
aquí cómo siguió mi historia con Sergio (parte 4)
Acabás de leer la parte 5 de la historia
Leé
aquí cómo terminó mi historia con Sergio (parte 6)
Leé
aquí mis últimas reflexiones sobre mi historia con Sergio (parte 7)

¿Querés saber quién soy y por qué escribo? Leé Yo soy Vera

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Vera Ricerca
El juego del paquete

Soy feliz a pesar de saber que en el mundo hay reptiles, medias sucias y mermelada cítrica. Escribo en el blog El Juego del Paquete. elblogdevera@gmail.com