Robocop usa camisa escocesa

Vera Ricerca
El juego del paquete
5 min readOct 25, 2017
Imagen de internet

Tengo ganas de que alguien me movilice. Y tengo ganas de dejarme llevar por eso.

Miguel logra algo parecido, pero por el momento solo en el plano virtual. Me divierte, tenemos mil temas de conversación y aparentemente mucho en común.

Hace dos años que compartimos más silencios que palabras pero parece que eso ahora se revirtió: desde que reapareció hace algunas semanas está intentando convencerme de mil maneras distintas de que concretemos el encuentro que nunca fue.

Todavía en nuestras charlas no se puso en evidencia su estado civil, aunque para mí es obvio que se separó así que respondo así a sus provocaciones:

Lo cierto es que yo ya había aceptado la propuesta desde el día uno, el ciclotímico de la virtualidad fue, es (¿y será?) él.

Después de hacerme (un poco) la difícil, acepto su propuesta de hacer algo el sábado a la noche. Me invita a cenar pero le digo que por ahora no merece tanto, que solo tengo tiempo para un helado.

Lo toma literalmente y dice que va a llevarme a una heladería de esas que están de moda porque hacen helados de palito gourmet. Me advierte que con lo de su triple fractura y posterior operación (se cayó en la calle y se quebró el brazo en tres) está tan dócil como Robocop.

Me pasa a buscar por casa. Cuando lo ví en la librería y en casi todas sus fotos usa camisa escocesa, y hoy no es la excepción. Dice que tiene que ir a cargar nafta, que priorizó llegar puntual por sobre llegar con el tanque lleno. Le digo que priorizó bien. Nos reímos desde el principio.

Cargamos nafta y emprendemos el viaje a la heladería, que está a veinte minutos de distancia. La charla es relajada y tenemos una sensación de familiaridad que los dos mencionamos.

Parece que toda la ciudad tuvo la misma idea porque la heladería explota de gente. Vamos a otra que está a una cuadra y pasa lo mismo. Hay un Mc Donalds enfrente y le digo:

— Yo con un Sundae de chocolate soy feliz!-

Me mira con ilusión. Como si hubiera encontrado a una cómplice ideal para sus aventuras.

Volvemos al auto y hacemos automac. Un helado para cada uno y una coca light grande. “Te doy todos los gustos, viste?”, bromea. Nos divierte la austeridad de nuestra primera cita. Nos quedamos un rato largo charlando en el estacionamiento dentro del auto.

Ya volviendo propone ir a su casa. “A ver una película, nada más”, me provoca.

Dudo por un instante pero me parece buena idea y en el fondo me dan ganas de conocer su lugar después de dos años de imaginarme su mundo.

Su departamento es muy lindo, hay muchos cuadros, libros y dibujos de su hija en la puerta de la heladera. Miguel tiene un hogar y eso me transmite una linda sensación.

Nos sentamos en el sillón del living, cerca pero no pegados. Vemos una película que pretende ser romántica pero carece de todo sentido. Cuando faltan quince minutos para que termine, me pregunta si puede reclinarse sobre mis piernas. Lo dejo y le acaricio casi superficialmente la cabeza.

Con los títulos del final empieza a tocarme intensamente y bastante después a besarme. Me llama la atención que me toque antes de besarme por primera vez, nunca me había pasado.

Los besos derivan en sexo y el sillón deriva a la cama. Me sorprendo por la buena química que tenemos y por sus habilidades físicas. La estoy pasando mejor de lo que esperaba, sobre todo teniendo en cuenta que él tiene un brazo casi inmovilizado.

Miguel no es demasiado cariñoso post sexo pero se muestra contento de que yo esté ahí y me ofrece quedarme a dormir. Acepto, aunque lo de dormir en mi caso es un decir, porque no pego un ojo en toda la noche, lo que implica que memorizo todos y cada uno de los objetos presentes en la habitación: un cuadro con un mapa de América Latina intervenido tipo collage (supongo que lo habrá hecho su hija), una cómoda estilo nórdico con tres pilas de libros acumulados arriba. Una silla con un jean y dos camisas escocesas apoyadas. Dos mesas de luz con más libros, biromes, despertador a pilas y una latita con caramelos de dulce de leche.

Él duerme apaciblemente boca arriba durante toda la noche, con el brazo averiado sobre su cuerpo y el otro sobre el mío.

Al despertar, confirmamos que nuestra química sigue aún de día.

Cuando nos levantamos prepara café de cápsulas y no ofrece nada para comer. Tengo hambre. Mi único alimento en las últimas catorce horas fue un sundae de Mc Donalds.

Le digo que me tengo que ir porque almuerzo con mis padres y ofrece llevarme a casa. Me gusta ese gesto. Todos los gestos post sexo suman el doble de puntos que los de antes del acto (EL-ACTO!?-Ya-estás-para-escribir-en-una-revista-científica,-Verita!).

Vivo cerca de su casa así que hacemos un viaje corto que finaliza con un beso largo. Subo rápido a casa pensando si ese habrá sido el último o si vendrán más.

A los veinte minutos mamá y papá me tocan el timbre. Sí, todavía tocan el timbre. Vamos caminando a la parrilla frente a la plaza del barrio. Provoleta, ojo de bife y ensalada completa ayudan a que mi organismo se recupere de la inanición de las últimas horas.

Mamá trae una inquietud liviana a la mesa familiar de domingo:

— Cuál de mis hijos me va a dar un nieto?

Yo me atoro con un tomate cherry y papá se muerde el labio inferior y baja la mirada.

— Creo que Javi y Fermín pueden ser muy buenos padres, -afirmo sacándome el bombo de encima.

— Sí, pero… yo quiero un nieto acá, para llevarlo a la plaza, comprarle regalitos-, casi se emociona mamá.

— Todo eso podés hacerlo por un perro.

Papá larga una carcajada y mamá le da una palmada en el brazo.

Los miro con amor y cierro la escena con un contraataque:

— Y por qué no tienen otro hijo ustedes?

Me acompañan de vuelta a casa y me doy cuenta que extraño a mi hermano así que le escribo por whatsapp:

Enterate aquí cómo conocí a Miguel
Enterate
aquí cómo reapareció Miguel

¿Querés saber quién soy y por qué escribo? Leé Yo soy Vera

--

--

Vera Ricerca
El juego del paquete

Soy feliz a pesar de saber que en el mundo hay reptiles, medias sucias y mermelada cítrica. Escribo en el blog El Juego del Paquete. elblogdevera@gmail.com