Todo lo que quiero está en vos

Vera Ricerca
El juego del paquete
6 min readFeb 28, 2018
Imagen de Pinterest

Mi vida con Sergio es toda felicidad.

Si, digo mi vida como si lleváramos juntos más de una hora y media.

Desde que tuvimos nuestra cita, tan express como inolvidable, todo es fácil y emocionante. Y mi mente es un mar de exageraciones incontrolables: Sergio es TODO lo que quiero en un hombre (Traaaaaaanqui,-Verita!!!!-No-será-una-conclusión-DEMASIADO-apresurada?!).

Al día siguiente de nuestro primer beso, propone nuestro próximo encuentro. No solo eso sino que organiza “nuestra” semana:

— Qué te parece si el miércoles cuando salgo de trabajar te paso a buscar y venís a dormir a casa? Va a ser medio tarde pero así no pasa toda la semana hasta que nos podamos ver. Y después el sábado podemos hacer alguna salida linda.

— Dale! Genial.

— Y yo el domingo tengo que trabajar desde casa pero si tenés ganas podés traerte la compu, un libro o lo que tengas ganas de hacer así igual pasamos el día juntos. Te parece?

— Si, me encanta la idea.

— Perdoname si sueno muy embalado, no quiero que te asustes, es que tengo muchas ganas de conocerte.

Increíblemente no fui yo la que dijo todo eso, FUE ÉL. Aplausos de pie para este hecho histórico.

Y piel de gallina como respuesta a todo.

Los dos comentamos la conexión que sentimos el otro día y la sensación de tener mucho en común y más aún por descubrir.

— Sabés qué? Estoy contento, ilusionado y depilado.

— Sabés qué? Estoy ídem, ídem e ídem.

Nos reímos. Me hace reír. Siempre. Y por siempre me refiero a las últimas 48 hs, desde que dejé la pileta de una quinta para encontrarme con la inmensidad de sus ojos color mar.

Releo diez veces cada cosa que me dice, entre incrédula y entregada. Me habla de ilusiones y yo me derrito a sus pies. O a sus chats. Yo también soy pura ilusión. Me siento despierta, viva y ansiosa de por fin encontrar alguien con sensación de futuro.

Me pregunta qué me gusta desayunar para cuando me quede a dormir. Desde mi perspectiva es como si me hubiera preguntado “Dónde nos vamos de vacaciones?”. Extraño tanto las escenas cotidianas de estar bien con alguien que su preocupación por ese detalle me deja al borde de las lágrimas. Por suerte todo eso en el chat no se ve así que respondo, como si nada:

— Café con leche y tostadas untadas hasta el borde, obvio!

Son las 22:30 hs del miércoles y pasa a buscarme en un taxi. Me espera en la puerta de casa con esa sonrisa segura y exultante.

Me besa en la boca y me acaricia el cuello. Agarra mi mochila y hace un gesto para que suba primera al auto. Estamos abrazados durante todo el camino, hablando de nuestro día y de lo que vamos a cenar. Le digo que estoy contenta porque mañana retomo Pilates y me dice que él está contento porque todavía falta un montón para mañana y todo ese tiempo lo vamos a pasar juntos.

Todo es tan normal. Todo es tan único.

Llegamos a su departamento, pone una playlist de jazz y sugiere que me relaje en el living mientras abre una botella de vino en la cocina. Vuelve con dos copas llenas de Malbec y propone mostrarme su casa.

Hay fotos de él y su hija en la playa, las mallas de natación de ambos colgadas en el balcón, un changuito para hacer las compras, una vela en el escritorio, libros en todos los rincones, latas de té de una colección que era de su mamá, biromes de todos los colores. Me gusta el recorrido por su hogar de padre separado. Me gustan los hombres con cama cómoda y biblioteca tupida.

No tiene mesa de comedor así que nos sentamos en el sillón y comemos sushi en la mesa ratona, en la que también apoya la vela, ahora encendida y con aroma a vainilla.

Entre bocados de nigiris y makis nos comemos también con la mirada. Y un poco a besos.

Este es el momento en que me pregunto si la misma química que tenemos con ropa se trasladará a la extensión de toda nuestra piel. Cada vez hay más besos y menos sushi. Me gusta la ansiedad del descubrimiento. LA previa de todas las previas.

Me agarra la mano y vamos juntos a la habitación. Todo lo que sucede ahí durante la noche es mágico. Nuestra conexión se potencia, no porque todo sea perfecto, sin porque hay ganas de más.

Me abraza mientras dormimos. Me despierto con el amanecer porque en la habitación no hay persiana y entra mucha luz. Lo miro abrazarme y siento como si nuestros cuerpos se mimetizaran, como si fuera uno el molde perfecto del otro.

Que alguien me abrace mientras dormimos no es algo de todos los días. Me emociono de ver que esas cosas que siempre siento que le pasan solo a los demás, por fin me está pasando a mí también. Estoy como en un Disney emocional, con pase libre a todos los juegos.

Preparamos juntos el desayuno. Me hace un chiste por mi pelo revuelto y escupo un poco de tostada. Se rie más fuerte y me da un beso en el hombro.

Todo es tan normal. Todo es tan único.

Me doy una ducha rápida y salgo para ir a pilates, a la clase de la mañana, aprovechando mis últimos días de vacaciones.

Aunque en su edificio hay seguridad, me acompaña hasta abajo para indicarme dónde tomar el colectivo. Nos despedimos con un beso que se transforma en abrazo y que vuelve a ser un beso.

Nunca valió tanto la pena madrugar.

La profesora abre la puerta en pilates, entro sonriente y está Marta sacándose las zapatillas. Cuando me ve, pone cara de asombrada, sonrie y exclama:

— Dios mio, Vera! Estás de novia.

Tiago aparece corriendo y se me pone de frente. Me mira serio y le responde a Marta:

— Confirmado, Martita. Esta chica pegó chongo.

— Qué hacen ustedes acá?, — pregunto haciéndome la relajada.

— Dale, Verita. Contanos todo que lo más emocionante de mis vacaciones fue cambiarle las dos ruedas a la bici. Y a Marta no le pregunté pero no creo que sus “Jueves de burako” tengan mucha adrenalina…

— Se los resumo para que no me torturen durante toda la clase: conocí a alguien y estoy contenta. Más que contenta, pero también asombrada y cautelosa. Es demasiado bueno para ser verdad. Listo, podemos empezar la clase.

— No te asustes, así debería ser! Cuando la cosa empieza bien, termina bien. Y cuando empieza mal…dificilmente llegue a buen puerto.

— Gracias Marta, ojalá sea como vos decís.

— Eso era antes, Martita — acota Tiago- Ahora cuando empieza mal, termina mal y cuando empieza bien, también termina mal.

— Y… a mí últimamente me pasa un poco eso: SIEMPRE termina mal. Y esto es tan lindo que lo quiero cargar de energía 100% positiva, pero el miedo a que se pinche la burbuja siempre está…

La profe pide que nos concentremos en los ejercicios y yo trato de aprovechar la clase para no pensar. Cuando salgo, tengo un audio de Sergio:

— Te quería contar algo gracioso: acabo de salir de terapia y el psicólogo me retó, dice que tuvimos sexo demasiado rápido. Que ya que nos caímos bien tendríamos que haber aprovechado para conocernos más profundamente, aunque sea unos días más. Que ahora todo es YA YA YA y no le damos lugar al deseo.

Me río por cómo me lo cuenta y toco el iconito del micrófono de whatsapp para contestarle impulsivamente. Lo suelto un segundo antes de empezar a hablar. Y si su psicólogo tiene razón? Si ya no le damos el tiempo suficiente a saber quién es el otro? Si nos conformamos con hacer un rápido collage mental con lo poco que conocemos, o incluso percibimos, de él o ella? Si posponemos un poco el placer y generamos mayor deseo, ayuda a afianzar la relación?

No entiendo porqué tengo que estar cuestionándome todo eso cuando solo debería estar disfrutando de todo lo lindo que me está pasando. De que mi vida con Sergio sea tan normal y tan única.

Leé aquí cómo conocí a Sergio

Leé aquí cómo fue mi primera cita con Sergio

Leé aquí cómo continúa la historia con Sergio

¿Querés saber quién soy y por qué escribo? Leé Yo soy Vera

--

--

Vera Ricerca
El juego del paquete

Soy feliz a pesar de saber que en el mundo hay reptiles, medias sucias y mermelada cítrica. Escribo en el blog El Juego del Paquete. elblogdevera@gmail.com