Una chispa que no enciende ningún fuego

Vera Ricerca
El juego del paquete
6 min readNov 8, 2017
Imagen: www.freeimages.co.uk

Joaquín me aburre.

Es un ingeniero que conocí por Happn. Habíamos chateado hace un tiempo y ahora que volvió a hablarme recordé que ese es el motivo por el que nuestra charla se había disuelto rápido: Joaquín me aburre.

Ocupa muchas líneas de chat en hablar del clima, de si acaba de dejar a su “hermosa princesa” en lo de la ex o si hay tráfico en la calle. No se por qué le sigo contestando. Quizás ya estoy aburrida desde antes y él no hace más que sumarle otra mancha al tigre de mi monotonía sentimental.

Viene insistiendo en que vayamos a tomar algo y tengo muchas dudas sobre si aceptar o no así que lo someto a debate en el grupo de whatsapp que tengo con Lau y Josefinita:

A pesar del voto unánime del jurado, yo sigo pensando si aceptar o no.

A veces siento que una cita es super importante y tengo que cuidar mucho con quién comparto ese momento, y otras me parece que es sólo una oportunidad más de conocer a alguien y no debería darle demasiada importancia y sí permitirme transitar el momento sin cargarlo de tanta expectativa.

Finalmente acepto y a Joaquín no se le ocurre dónde podemos ir. Volviendo al tema de darle importancia a cosas que quizás no la tienen, para mí es muy poco estimulante que un hombre no pueda proponer un lugar donde ir a tomar algo en la primera cita. No estamos buscando una Universidad donde vamos a estudiar un posgrado, genio! ES UN BAR. No se te ocurre UN BAR donde encontrarnos un rato a charlar y ver si pegamos onda??? (Tranquila-Vertita!,-no-era-que-ibas-a-bajar-las-expectativas???)

Termino proponiendo yo una cervecería cerca de mí casa. El viernes a las 23 hs nos encontramos en la puerta.

Joaquín es mucho más lindo personalmente que en las fotos que tiene en su perfil de Happn. Nos sentamos en una mesa en la terraza de la cervecería. Pedimos papas con queso cheddar y dos cervezas. Me pide que le cuente mejor de qué se trata mi trabajo porque confiesa que no entiende bien en qué consiste. Hablamos un rato de eso y yo aprovecho para preguntarle por el suyo. La ingeniería siempre me pareció un universo tan complejo y lejano como Jupiter o Marte.

Empieza a hablar de “watts”, “hertz” y otras palabras que me son imposibles de retener. Por lo que entiendo, se dedica a armar grandes plantas eléctricas en distintas provincias. Menciona que vivió seis años en Ushuaia y trato de cambiar el rumbo de nuestra conversación para ese lado:

— Waw! Debe ser interesante vivir ahí, no?

— Si… no se. Yo trabajaba muchísimo así que mucho más no hacía.

— Ah, bueno, pero tenías amigos? Salías? ibas a comer afuera?

— Poco, a veces íbamos a tomar algo con mi socio, que sigue viviendo allá, pero no mucho más.

— Ah, qué lástima, debe ser un lugar hermoso…y por qué te volviste a vivir a Buenos Aires? (Me-parece-a-mí-o-la-estás-remando-en-dulce-de-leche,-Verita?!)

— Porque surgieron proyectos acá y decidimos con mi socio que cada uno maneje las cosas desde distintos lugares.

— Y estás contento con haber vuelto? (Obviamente mi pregunta hace referencia a cómo se siente él con el cambio. Trato de sacarle algún rasgo personal, algo que me muestre que hay alguna chispa en Joaquín).

— Estoy contento porque mi hija está acá y la puedo ver más seguido pero por el resto no mucho.

— Por qué??

— Porque a nivel impositivo es desfavorable para nosotros abrir una sucursal de la oficina acá.

Si. Dice “impositivo”.

Y también “tributario”, “contable”, “regalías”, “patentes” y muchas palabras más en un monólogo de más de quince minutos sobre las consecuencias de abrir una oficina en Buenos Aires, tema que evidentemente me interesa CERO. Los primeros dos minutos trato de ponerle onda pero me es imposible concentrarme en lo que me cuenta. Además me llama la atención que no registre que no es un tema muy atrapante para una primera cita y que yo estoy mirando más a las papas con cheddar que a él.

Además de lo de mi trabajo, Joaquín no pregunta nada más sobre mi vida.

NADA.

Mi sistema inmunológico parece ponerse a la defensiva y empiezo a bostezar sin freno. Trato de disimular pero un poco me sirve de excusa para dar por finalizada la cita cuando él me pregunta:

— Estás cansada, no?

— Ay, si, perdón, es que fue una semana muy pesada en el trabajo.

— Bueno, pido la cuenta y te llevo.

Insiste mucho en llevarme a casa pero le digo que gracias pero me tomo un taxi. Vivo a diez cuadras de la cervecería pero no quiero transitar la situación de estar solos en el auto y que exista la mínima posibilidad de que intente besarme al momento de despedirnos (Pará,-irresistible!-Quién-dijo-que-Joaquín-tiene-pensado-besarte???).

Apenas caminamos unos metros al salir de la cervecería, veo venir un taxi y lo llamo con un gesto exagerado con el brazo, como si fuera el último de la tierra. Le agradezco la invitación, le doy un beso fugaz en la mejilla y chau.

No hay ninguna chispa entre el ingeniero y yo. Joaquín no me interesa.

Llego a casa con ganas de hablar de esto con alguien y sé que la única que se duerme a cualquier hora es Eloísa, así que la llamo directo:

— Cómo va Veru? Qué hacés llamando? No sabés que no se usa más llamar por teléfono?

— Lo se yeeegua! Pero esto es importante, vengo de la cita con Joaquín.

— Contame todo ya!

— Fue la cita más aburrida del mundo. Nunca me pasó algo así, en serio. Y el pibe era re lindo! Pero viste que a veces salís con uno que no es muy lindo y resulta que el pibe es super interesante y al rato lo empezás a ver hermoso??? Bueno, todo lo contrario!

— Y por qué fue TAN aburrida?

Le hago el relato minucioso de la cita. Ella se divierte con mi versión de los hechos y yo a medida que hablo me bajoneo cada vez más.

— Ya fue, nena, es una anécdota más, no le des importancia.

— Si, tenés razón, pero creo que lo que me pone mal es que esta haya sido mi última cita con 35 años…

— Bueno, tomalo como un “borrón y cuenta nueva”. Pensá que en el último año tuviste un montón de experiencias copadas y conociste un montón de tipos distintos. Ya se que ninguno te duró pero todo eso suma para conocerte mejor vos y estar más preparada para cuando llegue EL indicado.

— Ay! Elo, sos muy tierna, creo que a esta hora sos mejor persona que durante el día.

— Yo también te quiero, nena. Que descanses. Besotes!

Mientras me saco el maquillaje pienso que no es lo de mi cumple lo único que me moviliza de esta situación. Me hace ruido que en esto de conocerse a través de las app de citas no haya un “de a poco”, todo es ahora o nunca.

Me agarra nostalgia de lo lindo que era cuando no había obligación de que el otro te guste en una sola vez. Cuando de a poco y casi sin percibirlo ibas sintiendo una lucecita que se prendía cada vez que un compañerito de colegio decía algo gracioso, o te miraba de una manera distinta, o lo veías tocar la guitarra en un asalto. Cada pequeña y casi imperceptible sensación que se sumaban para que un día te dieras cuenta que tenías cosquillas en la panza cuando pensabas en él o lo veías.

Conociendo a alguien por una app parece que estuviéramos obligados a dar en el blanco teniendo una sola flecha.

Ya acostada y a metros de cumplir 36 años me pregunto: ¿Podré empezar a vivir más livianamente la instancia de conocer hombres? ¿Será éste el año en que Cupido se acuerde de darme un cuento con final feliz? ¿Llegará el momento de no preguntarme tanto todo?

Leé mi historia anterior aquí

¿Querés saber quién soy y por qué escribo? Leé Yo soy Vera

--

--

Vera Ricerca
El juego del paquete

Soy feliz a pesar de saber que en el mundo hay reptiles, medias sucias y mermelada cítrica. Escribo en el blog El Juego del Paquete. elblogdevera@gmail.com