Una nueva historia — Capítulo 4

Vera Ricerca
El juego del paquete
5 min readApr 11, 2021

Agustín me mandó un mensaje cuando llegó a la casa después de nuestra cita diciéndome que la había pasado muy bien y también me escribió hoy para hablar de pavadas y para coordinar nuestra cita al aire libre de mañana.

Ya sé que parece que me conformo con poco pero no estoy acostumbrada a tanta presencia.

Yo también la pasé muy bien ayer con él hasta que me dijo que se iba porque tenía que darle de comer a los gatos y me volvieron todos los fantasmas e inseguridades juntos.

Pero parece que todo bien encaminado. A lo mejor tiene gatos muy hambrientos que comen muy seguido.

A las 4 pm del domingo estoy parada en la esquina de la plaza de Belgrano en la que quedamos encontrarnos. En la mochila tengo un tupper con florentinos que me dio mi mamá para que me lleve después de almorzar hoy en su casa. Si supiera que los voy a compartir con un hombre me hubiera dado siete docenas.

4:10 él aún no llegó y empiezo a sentir que esto de llegar tarde es un patrón que se repite.

4:20 me llama.

— Verita, dónde estás?

— En la esquina que quedamos.

— No te veo, estoy desde las 4 en la esquina que quedamos.

La cuestión es que él pensó que la “esquina que quedamos” era la que está en diagonal a la que realmente habíamos arreglado.

Aparece abriendo los brazos y sonriendo (siempre sonriendo) y se ve que yo no luzco tan feliz porque me grita desde varios metros:

— No te enojes! Te juro que estoy desde las 4 allá.

Y cuando termina de decirlo ya está a pocos centímetros y me abraza fuerte y me besa el cuello. Y me quedo ahí cómoda como si fuera una cuevita del amor.

Nos echamos sobre la lona que llevé, en unas lomitas lejos de los juegos infantiles y los skaters.

Desde que nos sentamos no paramos de hablar. Me cuenta que vivió varios años en Montevideo durante la primaria, que jugó al rugby en la adolescencia y que tuvo nos noviazgos muy largos con convivencia.

Tiene una manera especial de contar las cosas, como si de cada anécdota, por más simple que sea, tratara de resaltar los detalles más divertidos, o más específicos, como para que sea imposible no sentirse dentro del espacio/tiempo que está relatando.

— Y qué es lo que más querés de tu próxima pareja?

Me sorprende de la nada con esa pregunta mientras estoy abriendo la mochila para sacar el tupper.

— Cha chan!, le digo mientras lo abro y le muestro los florentinos.

— Ah bueeeee, que pinta tiene eso! Los hiciste vos?

— No, mi mamá, a ver si te gustan.

Se come los dos primeros en pocos segundos y aún masticando el segundo me interpela:

— No me olvidé de mi pregunta eh!

— Yo tampoco… sin ánimo de asustarte, busco muchas cosas pero si tuviera que resumirlo… busco alguien que sea compañero.

Me mira un poco extrañado y sigue indagando:

— Ok…… y qué significa eso para vos?

— Que seamos compañeros el uno con el otro, que realmente compartamos una vida juntos, estemos para el otro, además de que cada uno tenga sus intereses, sus actividades, su individualidad, me explico?

— Algo, jajaja

— No te asustes! Jajaja

— No, para nada, es que no sé qué tiene de especial eso, como que si uno elige estar con alguien lo elige para compartir en serio, o no? con tu ex no era así?

— Mmmmm, no. Es como que había cosas que no fluían.

Me metí sola en este lío. Prefiero no ponerme a dar ejemplos o hablar mal de mi ex, no es el momento ni me gustaría que él lo haga con la suya. Tampoco tengo del todo claro qué significa en acciones o conceptos eso que estoy buscando, pero estoy segura que cuando llegue, la sensación de haberlo encontrado va a confirmar que eso que yo busco, existe.

— Ok, un poco entiendo y un poco no pero supongo que ya iré entendiendo.

— Jajaj, si, tranqui, no es para meter presión.

Las horas pasan y la estoy pasando muy bien. Los florentinos ya desaparecieron y nos agarra mucha sed. Vamos a un supermercado que está a media cuadra a comprar agua y pienso que quizás la cita ya se termina, que charlaremos un poco en la puerta del super y chau.

Entre las góndolas me hace chistes como si estuviéramos casados y estuviésemos haciendo las compras para nuestra casa. Me hace reír, mucho. Y por un instante, que trato de sacarme de encima como un perro que acaba de salir del mar y se sacude el agua del cuerpo, me ilusiono con esa posible escena tan cotidiana.

Cuando salimos, señala unos bancos que hay del otro lado de la plaza:

— Nos sentamos ahí? Ya no me da la cintura para seguir en el pasto.

Ya es de noche y la plaza se ilumina.

Cuando hablamos de lo que hacemos fuera del trabajo, me cuenta que colabora con una ONG que apoya económica, anímica y logísticamente a jóvenes que vienen del interior a estudiar a Buenos Aires.

Me conmueve que dedique tiempo a ayudar a los demás y más me moviliza cómo habla de los dos chicos que tiene asignados en este momento, las cosas que ellos le consultan, el sustento emocional que intenta brindarles porque la mayoría está solo en la gran cuidad y muchas cosas que para los que nacimos acá son fáciles u obvias, para ellos son un mundo nuevo de dudas y desafíos.

Me doy cuenta que no puedo dejar de mirarlo y pasa algo muy particular sobre todo cada vez que me hace reír: mientras hago una carcajada por alguna pavada que acaba de decir, él también sonríe pero más se queda mirándome y le brillan los ojos, ya lo hizo un par de veces sin decir nada hasta que esta vez lo pone en palabras:

— Me gusta mucho hacerte reír.

— Que bueno porque me hacés reír mucho!

— Si por ahora sí, pero hay que ver si estoy capacitado para todo ese tema del compañerismo…

Nos abrazamos y transformamos las duras y rígidas tablas del banco de la plaza en el sillón más cómodo del mundo.

Con sus brazos alrededor de mi espalda y sus besos en mi cuello pienso que lo que él no se da cuenta es que dándole más valor al hecho de hacerme reír que al de decir algo gracioso per se, ya está siendo un gran gran compañero.

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Soy Vera y publico esta y otras historias en mi blog El Juego del Paquete. Te invito a leerlas desde el comienzo, aquí.

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Vera Ricerca
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Soy feliz a pesar de saber que en el mundo hay reptiles, medias sucias y mermelada cítrica. Escribo en el blog El Juego del Paquete. elblogdevera@gmail.com