maquetas de los emplazamientos

pfc 02: Lo bueno se contagia

El emplazamiento

arQtistic
Historia de un proyecto
7 min readNov 24, 2013

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Esta es la segunda parte, la historia empieza aquí

El siguiente paso era analizar los cinco emplazamientos propuestos en el enunciado y decidirse por uno. En realidad, desde el principio me atraía la cubierta de los Edificios Luz, en la zona de Jaime Roig, muy cerca de donde vivo. Así que, sinceramente, no había que analizar para decidirse, sino analizar para soportar mi decisión. Es necesario aclarar esto, porque no es lo mismo analizar para reafirmarse, que analizar para interrogarse. Para esta parte del trabajo, trabajé con un compañero, José, que además de tener sus propias obsesiones, tiene la necesidad de llevar hasta el final todo lo que se plantea. Eso permitió que hiciéramos lo que teníamos pensado para el día de la corrección; sin abandonarlo en el proceso. Lo que teníamos pensado era hacer una maqueta de cada uno de los emplazamientos, que resumiera lo más importante que habíamos encontrado allí, y que utilizara siempre el mismo material (la madera). Las cuatro tenían que tener el mismo tamaño, pero distinta escala si hiciera falta. La madera se trataba en cada caso de una forma distinta, acorde a lo que habíamos encontrado en cada lugar. Pretendíamos contar el emplazamiento no solo con las piezas, sino también con la manera en qué estaban cortadas, o talladas. Además, de tres de ellos, los que más nos interesaban, hicimos un pequeño dossier recogiendo información interesante que habíamos hallado sobre ellos. Fotografías, planimetrías, dibujos, esquemas, etc. Todo ello, apilado con cuidado, se transformaba en un cubo de madera con tapa de cartón. Dentro de la tapa colocábamos los pequeños documentos, también cuadrados, pero más pequeños (mitad). Era al mismo tiempo análisis y juego, como esos juegos que nos había traído uno de los profesores a principio de curso. Si sabíamos montar cada “puzzle” sin mirar ningún plano, significaba que habíamos entendido el lugar. A todo esto, le añadimos tres propuestas, muy esquemáticas pero para mí interesantes, que respondían a cada emplazamiento teniendo en cuenta la información que habíamos recopilado. Para no extenderme demasiado, pasaré directamente a hablar del lugar que elegí definitivamente a raíz de esa entrega, que era el mismo que desde el principio tenía pensado (lógicamente).

Información relacionada, dossier de emplazamientos: Edificios Luz | Ruzafa | El Saler

Empezaré diciendo que lo bueno se contagia. El barrio de Jaime Roig se propone 1946, con el Plan General de Ordenación de Valencia; cuando allí no existía más que huerta, para que la ciudad salte con seguridad al otro lado del río Turia. Sorprenden ciertos documentos en los que se reconoce el colegio Alemán aislado entre las plantaciones, cuando hoy en día es sin duda uno de los barrios más consolidados de la ciudad. En aquel momento se planteó la ocupación de las manzanas con la tipología de edificación abierta; algo que se hace evidente tras un primer paseo por la zona. El colegio es la primera edificación que se construye, y a mi juicio la primera en tomar una decisión muy importante, que se contagia en gran medida a los edificios que se erigen a su alrededor. Los arquitectos deciden, en un destello de inteligencia, retrasar el edificio respecto a la calle. Se puede pensar que el modelo de edificación abierta ya estaba planteado, y que este desplazamiento era evidente en una zona con esta tipología; pero yo quiero creer que la dilatación del espacio entre la entrada y la calle es mucho más generosa de lo que se podría esperar, y que esa distancia permite generar un umbral, un recorrido que nos aleja con mucha eficacia de la calle, y nos prepara para entrar en el edificio, que además estaba abierto en su planta baja, y proyectado con excelencia en su espalda. Es una de las obras más maravillosas de la ciudad por ésta y por muchas otras razones, pero creo que si hay algo que se contagia es ese distanciamiento, o espacio de quietud como dirían otros.

El siguiente edificio que se construye (que nos interese), es el que se sitúa justo al lado del colegio. Una serie de personas con ganas de salir de la ciudad a lugares menos ruidosos y ocupados, pero cercanos; se agrupa y compra una parcela que hace esquina con Jaime Roig y Álvaro de Bazán. García-Ordóñez y Juan María Dexeus Beatty son los encargado de proyectar otro edificio, éste exquisito, por el cuidado con el que se construye; además de maravilloso; en el que se repite un distanciamiento parecido (pero menor). No es concretamente el distanciamiento lo que es interesante, sino el hecho de entender que a tu casa no se entra por una puerta desde la acera, sino que es necesaria una preparación, una transición entre dos espacios muy distintos (privado-público, concurrido/tranquilo, ruidoso/en quietud). Este mecanismo se repite aquí de manera evidente, y no sólo quedan libres las plantas bajas, sino también queda el zaguán levantado, alejándose de la calle y disponiendo bajo el primer forjado una sala común, de descanso, de pequeñas dimensiones (y muy bien amueblada). Estos edificios, para mi, son un ejemplo evidente de algo que afirmaba Sota sobre el pabellón de Barcelona de Mies. El decía que no puede entrar un desaliñado en el pabellón, porque la arquitectura crea un ambiente, y un ambiente es conformador de conductas. Creo que aquí ocurre lo mismo.

El mismo grupo de personas decidirá más adelante comprar también la parcela adyacente (mucho más grande), para evitar que se construyera allí un edificio que atentara contra la manera de vivir que deseaban. El encargado de la redacción del proyecto vuelve a ser el estudio GODB, que ha realizado durante muchos años una gran labor en la ciudad de Valencia. Ese proyecto es justamente el que se proponía en el enunciado, concretamente su cubierta, vacía y de gran extensión. Aunque explicaré más en profundidad este proyecto, ahora diré que eso que había empezado con el colegio Alemán, se extiende a través del proyecto anterior hasta éste. En éste, además, la distancia entre la calle y el edificio se dilata mucho más, y se llena de contenido con un pasaje comercial. Asustan algo los materiales con los que se resuelven techo, paredes y suelo, por resultar algo “vulgares”, y sorprende como la aparente vulgaridad de la zona pública contrasta con el refinamiento de cada uno de los zaguanes de los edificios. Me gusta pensar en los zaguanes como en los cofres de un tesoro, ejecutados con cuidado. Se encuentra en estas características algo de lo que tenía ese zaguán elevado del proyecto anterior; pero sobre todo ese umbral dilatado tan interesante. Al fin y al cabo, hay muchas maneras de hacer edificación abierta, pero es curioso que justamente las tres que he explicado compartan tantas cualidades. Lo que yo digo, lo bueno se contagia. Para terminar (por el momento) con este proyecto, que se llamaría “Edificios Luz”, comentaré que me he sorprendido pensando varias veces en lo bien que está, y he lamentado que se usaran los materiales que se usaron, que le dan ese aspecto casi de ruina y le restan virtudes que en cambio el otro conjunto (los Cadahia) ha mantenido. Pero por otra parte, también he llegado a pensar que a Sota le gustaría este proyecto, porque además de estar bien resuelto, plantea, por una parte, más programa del que se exigía, en una cubierta muy interesante; y por otra es valiente y utiliza unos módulos de amianto-cemento que sirven además de jardineras y que resuelven todas las fachadas, que aunque no han dado buenos resultados, no dejan de ser una buena manera de construir los edificios. Creo que él diría: “Prefabricación, en nuestra acción, es una manera de pensar; como dicen los poetas, un estilo de vida.”

Edificios Luz

Termino con el último proyecto en el que creo que lo bueno se contagia, aunque en este caso también queda un poco aguado. Años más tarde Antonio Escario realizaría, compartiendo esquina con los Edificios Luz, un proyecto muy parecido en muchos sentidos, como en la idea de un zócalo que recupera la escala urbana, y unas torres que surgen de él, pero muy diferente en otros. Escario se contagia del mismo virus que trajo el colegio Alemán a Valencia, y vuelve a subrayar la distancia entre el edificio y la calle, obligando al peatón a circular por unas galerías escoltadas por unos jardines preciosos (debajo tienen curiosamente un aparcamiento) pero mucho más privados que el pasaje de los edificios Luz. Se opta en este proyecto por proyectar ese espacio como perteneciente a los habitantes de los edificios, no a la calle, y creo que ahí pierde ese punto de desfachatez que tienen los luz, y que los convierten (para mi) en un mejor proyecto de arquitectura, aunque posiblemente no en un mejor lugar para vivir. Esa última frase asusta, pero, definitivamente, lo bueno se contagia. Insisto tanto en esa idea, porque he descubierto que analizar lo que hay a tu alrededor puede ayudarte a mejorar lo que hay debajo de ti. Pero también porque estoy convencido que la buena arquitectura sólo tiene como consecuencia otra arquitectura buena. Una buena manera de que mejore la arquitectura, es esforzarnos en hacer bien la nuestra.

Los cuatro emplazamientos

El día de la entrega conté estas ideas, y profundicé en los edificios Luz, avanzando una propuesta. Nuestra intención era que a través del análisis en profundidad de los emplazamientos, y de un trabajo de lectura y conocimiento, el proyecto surgiera con suavidad, sin necesidad de grandes tirones.

La historia sigue aquí: 03_La Luz.La propuesta

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Historia de un proyecto

Le gusta el silencio que se esconde entre las notas del piano más dulce, el blanco y negro de la fotografía de época y el cinemascope de las películas antiguas.