Creando nuestro camino

Jonathan Martell
Jonathan Martell
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5 min readMay 16, 2022
Regent’s Park, setiembre 2017.

“Construye una mejor ratonera y el mundo abrirá un camino hasta tu puerta”.

— Ralph Waldo Emerso, ensayista y conferencista estadounidense.

Unas aves sobrevuelan mi cabeza. Me encuentro recostado en el pasto. Cuento con una pequeña mochila azul que me sirve de apoyo para la cabeza. Saco mi cuaderno para tomar unos apuntes que daban vueltas en mis pensamientos desde hace unos minutos.

Escucho un grito, giro a mi derecha. No era un grito, era realmente una risa producida por dos chicas. Ellas, altas, cabello rubio, escarcha en la cara y una zapatillas blancas. Parecía que venían de algún festival cercano.

Vuelvo a retomar concentración en mi proyecto. Había salido a tomar un poco de aire a Regent ‘s Park. Es el lugar ideal para obtener ideas frescas, despejar los problemas dela mente e inspirarse por las personas que pasaban por ahí.

De pronto, recuerdo a las chicas que conocí hace poco. Pienso por qué terminaron siendo unas experiencias fugaces. Siento que ellas lo querían de esa manera. Por lo menos, en gran medida. Claro, si luego de un intercambio físico y emocional te dicen: “Por si acaso tengo novio. Fue una gran experiencia”. Entonces queda claro que aquella nueva relación creada horas antes, no tenía futuro.

En el fondo, me sentía aliviado. Involucrarme en una relación en esos momentos no era para mí. Llegué a la ciudad con el objetivo de conocer diferentes perspectivas de vida y sentía que estar en una relación iba impedir alcanzar ese objetivo.

Antes, había salido de una relación de casi dos años. Antes, de una de 6 meses. Antes, salidas por algunos meses. Antes, de una relación de 3 años y medio. Antes, de una relación de también 3 años. Mi primera relación romántica la tuve a los 15 años.

15 años más tarde, solo quería conocer personas. No involucrarme solo con una. Pero de todas maneras, me llamaba la atención que las chicas que iba conociendo pensaban igual. De dónde venía, era diferente. Tan pronto conocía a alguien, inmediatamente se creaba una posible oportunidad para entablar una relación.

Me pasó en aquella fiesta de arquitectura o cuando conocí a una amiga de unos de mis amigos de la universidad. Un beso, una caricia, una mirada, un coqueteo, prendía inmediatamente esos deseos — casi naturales— de proyectarse a crear una relación.

¿A mí me pasaba? Quizás un poco. No lo veía como algo malo. Había que probar y ver si realmente se podría entablar una relación. Lo que sí, cuando ya me encontraba en una relación, nunca me imaginé en un futuro infinito con esas personas. No porque no fueran las correctas, sino porque sabía que estamos destinados a estar con muchas personas. Se me hacía difícil imaginar que íbamos a estar toda la vida juntos.

Y en parte, eso me ayudó a vivir mucho más el presente. Sabía que tendría un fin pero no sabía cuándo. ¿20 años?, ¿2 meses?, ¿1 año? No lo sabía pero estaba seguro que nuestras acciones, ganas y motivaciones — tarde o temprano — nos terminarían por decir ‘hasta acá nomás’ o a continuar por un tiempo más.

Algunas amigas se han sorprendido por mi pensamiento. “Qué malo”, “es que tú no quieres casarte”, “es que aún no ha llegado la correcta”, “quizás es madurez”. Conversamos sobre las diversas alternativas sin decidirnos por una. Yo lo asigno a mi personalidad y visión de vida. Como no busco casarme ni tener hijos, entonces vivo la experiencia, la aventura, saco lo mejor y a seguir. Si alguien suma a mi vida y yo sumo, entonces a estar juntos. Si no es así, entonces mejor cada uno por su lado.

Si dos personas, o 3 o 4, se encuentran y crean una relación es para sumar totalmente a las vidas de cada uno. Sumar siempre sumar. Entiendo que hay problemas y caídas y que en base a la reflexión, uno puede generar aprendizajes. Pero al sumar y restar, el saldo debe ser positivo.

¿Puedo cambiar de opinión? Seguro que sí pero aún no he llegado a esa fase de cambio. No lo siento para nada cercano. Es más, cada vez lo veo más lejano de volverse realidad. ¿Será una ilusión?, ¿una historia que yo mismo me creé?, ¿será una manera de protegerme?, ¿egoísmo? No lo sé. Quizás el tiempo lo dirá.

Por ahora, me encuentro tranquilo. Pero claro, de vez en cuando se prende en mí, esa llama interna de en algún momento tener un hijo. El saber que será ‘algo mío’ con el que interactúe, el saber que lo ayudaré a navegar por este mundo.

Luego pienso en todas las actividades que me gustaría hacer y esa pequeña llama o chispa, se desvanece. “No es lo mío”, pienso. No creo que seguir ese camino sea incorrecto, todo lo contrario, es admirable. Simplemente, yo no le encuentro sentido si lo intento conectar con mi manera de ver el mundo. Quizás algún día lo conecte.

Aún tengo curiosidad por las distintas alternativas de relación que se pueden crear. Por ahora, en mi entorno, encuentro las clásicas relaciones: de a dos, monógamas e influenciadas por la religión católica. Me parece genial pero me gustaría ver una mayor variedad, algo diferente o distinto que rompa el status quo.

¿Por qué? Simplemente porque al ver personas tomando caminos diferentes a los ya establecidos, me inspira, me llena de energías, me permite soñar, me permite tener confianza de que no hemos llegado a este mundo para seguir el mismo camino que todos recorren. Por el contrario, cada uno crea el suyo propio.

Aquel camino que puede ser difícil o fácil de crear. Lo realmente importante es que al final de nuestros días, recordemos cada día recorrido con una sonrisa. Recuerdos sin la desdichada frase ‘qué hubiera pasado si’. ¿Lo intentamos?

“Caminamos por el mismo camino, pero calzamos diferentes zapatos. Vivimos en el mismo edificio, pero tenemos diferentes vistas”.

Lil Wayne, rapero americano.

¡Que tengas un buen día!

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