Minutos

Jonathan Martell
Jonathan Martell
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6 min readJul 4, 2021
Piso 5 — San Isidro, julio 2014.

“El amor es una palabra. Lo que importa es la conexión que implica la palabra “.

-Rama-Kandra, ‘Matrix Revolution’.

Para que andar pensando en soluciones

Para que andar pensando en opiniones

Si es tan fácil esperar y ser paciente

Porque esperando hay resultados sorprendentes

Porque desde que yo te conocí

He vuelto a sentir lo que es vivir

Minuto a minuto a tu lado

Me he dado cuenta, que eres perfecta para mí

¿Reconoces la canción? ¿Cuánto tenemos que esperar para que esa persona especial llegue? ¿Es que realmente tenemos que esperar? ¿O debemos ser proactivos y buscarla activamente? ¿Realmente es necesario que llegue? Quizás ser pacientes nos ayude, tal cual lo dijo Winnie-the-Pooh: “A veces, cuando voy a algún lado y espero, algún lugar viene a mí”.

Ocurrió mientras trabajaba en el área de Procesos y Proyectos Estratégicos de una conocida aseguradora. Me gustaba recorrer los diferentes cubículos del piso, saludando y preguntando cómo estaban, qué hacían o cómo pasaban el día. Conocer las historias de las demás personas, cuáles eran sus sueños, sus miedos y sus pensamientos, formaban parte de mi experiencia de trabajo. No todas las actividades debían girar en torno a estar frente a una computadora o tomar decisiones en diferentes reuniones. Aquellas conversaciones eran las que me dotaban de esa energía extra para llegar todos los días a las 9:00am y algunas— o muchas — veces quizás más tarde.

Al final de cada jornada, en la línea con crear una gran experiencia de trabajo, solía preguntar a mi alrededor si alguien quería que lo jale — acerque — por el camino hacia sus casas. Conforme pasó el tiempo, terminé convirtiéndome en una suerte de Uber, que iba dejando amigos y amigas en el camino. “Shonny, ¿vas para tu casa? ¿Me jalas?”, eran los mensajes que recibía entre 5:00pm y 5:30pm.

Yo feliz aceptaba.

Pero hubo un día donde las cosas cambiaron. Un día donde le pregunté a una de las nuevas practicantes si iba hacia su universidad, ya que me encontraba más o menos en camino. La recuerdo con su chaqueta rosada, cabello lacio, su infaltable taza de café y algún postre que solía comer por las tardes. Aquel postre que siempre me invitaba con gran gentileza. Ella, asintió con la cabeza y con un agudo sonido me dio a entender que iba conmigo. Sonreí, ya que su gesto significaba que no estaría solo en el tráfico infernal de San Isidro.

Veinte minutos más tarde, mientras nos encontrábamos en la avenida Javier Prado, me contó distintas anécdotas sobre su vida, los planes que tenía y sus experiencias en la universidad. Acompañaba sus historias tarareando alguna canción transmitida por VivaFm y con movimientos sutiles con sus brazos.

Llegando al centro comercial Jockey Plaza, le pregunté si bajaría para acudir a sus clases. A último minuto ella decidió no ir, por lo que me comentó que quería ir directamente a su casa. Como antes había jalado a otras amigas en ese escenario, le propuse que podría acercarla más adelante.

Total, me gustaba manejar y estaba disfrutando la conversación. Además, vivía en una zona que conocía a la perfección, la cual me traía buenos recuerdos. Tomamos la calle Manuel Olguín, luego Cruz del Sur, llegamos al Golf de los Incas, para subir el cerro por Raúl Ferrero. Al pasar el Corregidor, lo inesperado sucedió.

Minutos y horas, bastaron para enamorarme de ti

Y busco, razones,

Que expliquen por qué fue tan rápido así, amor.

Dejaré llevarme por las ilusiones

Es ahora o nunca así que no me ignores

Se que es rápido pero es que ya no me aguanto

Este amor que siento está descontrolado.

Llegando a los Fresnos, le pregunté si volteaba a la derecha o hacia el óvalo. Inesperadamente, ella tomó la palanca del asiento, la levantó con fuerza y su sitio cayó rápidamente, quedando en posición horizontal. “Maneja a donde quieras, anda de frente”, me dijo. Quedé sorprendido, realmente no me esperaba esa propuesta. Mi plan era dejarla en su casa y regresar cantando como lo solía hacer en otras ocaciones al jalar a otras amigas. Pero ese comentario, despertó algo en mí que quizás lo tenía dentro pero en ese momento se hizo más evidente. “¿Entonces voy de frente?, ¿qué hago?”, le pregunté. “Sí”, me respondió.

A partir de ese instante, mi manera de verla cambió radicalmente. Mientras hablaba, su rostro se iluminaba. Su sutil sonrisa, creaba una sonrisa en mí. Era una sensación rara, algo que difícilmente había sentido antes. Decidí subir el volumen de la música y solo ir de frente.

Al pasar el Wong de La Planicie, decidí doblar a la derecha para entrar a Las Lagunas. Pasamos la tranquera y avanzamos sin rumbo. Se me ocurrió estacionarme en cualquier lugar, buscaba encontrar algún espacio libre fuera de alguna casa. La miré, ella me miró. Sonreímos. “¿Qué?”, me preguntó. “Nada, tú eres la que me mira”, le dije. “No”, me respondió mientras sonreía.

Porque desde que yo te conocí

He vuelto a sentir lo que es vivir

Minuto a minuto a tu lado

Me he dado cuenta que eres perfecta para mí.

Ya estacionados, abrí el sunroof. Bajé mi asiento para estar a su nivel y — ambos echados — conversamos mientras veíamos el cielo oscuro con apenas algunas estrellas. La luz tenue de los postes alumbraban aquel momento, las cuales se encontraban en armonía con la luz azul del equipo de sonido del carro.

Verla y escucharla me seguía produciendo diferentes sensaciones, entre un hormigueo en el estómago, ganas de sonreír y quedarme observándola. Siento que ella sintió lo mismo, era evidente en su mirada, en cómo se iluminaban sus ojos. Era una conexión muy rara, pienso que basada puramente en química. Si bien antes había sido parte de diferentes relaciones de pareja, esa sensación era nueva para mí. Solo quería parar el tiempo y quedarnos de esa manera.

Pasaron los minutos, y la situación me llevó acercarme e intentar darle un beso. Es que no había otra opción, el momento había sido mágico, había mucha conexión. Ella dejó que me acercara pero a pocos centímetros, me detuvo y abrazó con mucha fuerza. Me susurró que aún estaba con enamorado, que no iban bien pero que no era justo. Que debía solucionar eso primero. Valoré su sinceridad y su manera de llevar la situación. La tomé de las manos y abracé más fuerte. Cerré los ojos y su olor corporal aportó ese ingrediente adicional al mágico momento.

Minutos más tarde, la dejaría en su casa. Levanté la mano despidiéndome de ella. Regresaría manejando con la música a todo volumen, cantando, extasiado, feliz, sorprendido, satisfecho, ilusionado y con mucha curiosidad por saber lo que luego podría pasar.

“¿Qué rayos había ocurrido?”, me pregunté. Mi intención fue llevar a una nueva amiga a su universidad y terminé con el corazón latiendo a mil por hora y creando historias en mi cabeza sobre ambos.

Un minuto bastó y sobró pa’ darte mi corazón

Un minuto bastó pa’ enamorarme

Un minuto bastó pa’ ilusionarme

Así como dice la canción de Victor Muñoz ‘Minutos’, solo un minuto bastó para enamorarme, para despertar algo dentro de mí. Esa mirada me marcó, me marca y seguro que seguirá marcando en un futuro.

¿Cómo terminó la historia? Pues sería el comienzo de una de las mejores historias de mi vida. Claro, como toda buena historia, todo tiene su final, ¿o quizás no…?

“Las cosas que la gente realmente quiere son amor, conexión y propósito”.

Mallika Chopra, autora estadounidense.

PD: Puedes escuchar la canción completa aquí:

¡Que tengas un buen día!

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