De la imaginación a la realidad (II)

Jonathan Martell
Jonathan Martell
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5 min readDec 8, 2022
Fiesta Latina, Residencia Goodenough College. Londres, marzo 2018.

“Las únicas cosas reales en la vida son las cosas inesperadas. Todo lo demás es solo una ilusión”.

Watkin Tudor Jones, músico sudafricano.

Lee la primera parte aquí.

3 de marzo del 2018. Había llegado a mi residencia, era de noche y salía de la ducha. Me miré al espejo y me dije: “hoy será una gran noche”.

Días atrás, la había visto caminar por la residencia. Tenía una sonrisa que llamaba poderosamente mi atención. Me la había cruzado unas cuatro veces luego de verla por primera vez en el restaurante. Estaba esperando el momento adecuado para entablar una conversación, realmente quería que se diera de manera natural.

Finalmente, el momento y día había llegado, ¿el lugar? la fiesta latina. Uno de los eventos más esperados del año. Me contaron que la fiesta era divertida y muy diferente a las que se hacían durante el año.

¿Quién creen la organizaba? Pues ni más ni menos que la chica que había llamado mi atención las últimas semanas. Ella definitivamente tenía que estar ahí.

Luego de cambiarme, procedí a hacer lo que siempre hacía antes de salir a una fiesta: tomar un shot de pisco y una pinta de cerveza. Me grabé tomando el shot para enviarle el video a Chino y Javier. “Salud putos, tomo por ustedes”, les alcancé a decir.

Marzo 2018.

Acto seguido decidí acudir a la fiesta. Para ser sincero, horas antes había dudado. No sabía si ir a una fiesta donde no conocía a muchas personas. Para ese entonces, pasaba más tiempo en mi universidad y no en mi residencia. Finalmente, decidí ir. Total, conocía a algunas personas y seguro estarían ahí.

Luego de echarme perfume y verme al espejo para los ajustes finales, tomé la llave de mi habitación y salí hacia el great hall, lugar de fiestas de la residencia.

Menos de un minuto más tarde, la música se escuchaba con más fuerza y era claramente latina. Era raro, en todo ese tiempo no había escuchado una fiesta así en Londres. Pero, a la vez, se sentía cercano, familiar, como si estuviera en casa.

Me encontré con unos amigos, tomamos algunas fotos y luego se perdieron. Los que ya conocía estaban ‘en otra’ por los efectos del alcohol. Fue ahí donde encontré a mi amigo de Pakistán. Sí, el mismo amigo que, meses después, me presentaría a la encantadora Leire.

Él me compró unas bebidas y nos quedamos hablando un buen rato hasta que preguntó si me había llamado la atención alguna chica o si pensaba quedarme ahí parado toda la noche. Acto seguido, me comentó que no me preocupara, que él me ayudaría. Sería mi wingman. Él ya casado, estaba ahí solo para pasar el rato. Y fue ahí donde me dio el mejor dato de todos: “Jonathan, esa chica que está ahí, te ha estado mirando mucho, deberías hablarle. Es muy linda”.

Marzo 2018.

Casi en cámara lenta volteé a verla. ¿Quién era? No podría ser otra que la chica que tanto había esperado conocer. Los ojos se me abrieron y sentí que el momento había llegado. Sin embargo, tuve un freno. No sabía si buscarla. Para ser sincero, no es mi estilo aproximar a las chicas, más bien disfruto lo contrario.

Pero había que intentarlo, variar un poco. Fui por un trago más y, ya decidido, mi amigo me llevó a la pista de baile con otros amigos y amigas. Fue ahí donde ella entró al círculo en el cual nos encontrábamos. Como organizadora, parecía conocer a todos. Naturalmente, nos fuimos acercando, hasta que en un momento nuestras espaldas chocaron mientras nos movíamos al ritmo de reggaeton.

Great hall.

Le sonrío, ella me sonríe. La tomo de las manos y comenzamos a bailar. Nos pegamos cada vez más, bailamos sensualmente hasta el piso. Le digo que baila muy bien, ella sonríe coquetamente. Ambos tomamos un sorbo de nuestros tragos. La tomo de la cintura, ella me rodea con ambos brazos. Con la canción que resuena a todo volumen, la luz medio oscura y con nuestros cuerpos en total conexión, nos aproximamos y sellamos ese momento con la unión de nuestros labios, de nuestras energías.

Nos miramos complacidos. La tensión por el primer beso se había disipado. Ahora bailábamos con alegría, dábamos vueltas, mientras los besos iban y venían subiendo la temperatura del momento.

Me contó que era de Malta, que le encantaba organizar eventos y que estaba haciendo una maestría sobre su especialidad en odontología. Pasaron los minutos y me preguntó si íbamos a continuar con la celebración luego de la fiesta. Por la hora, ya quedaba poco para que sean las 2 a.m. y apaguen todo. Lo normal era terminar las fiestas temprano.

Le dije que me encantaría. Le pregunté si íbamos a su habitación o a la mía. Eligió la mía porque yo contaba con algo de pisco y ella tenía la curiosidad de probarlo.

De la mano, nos dirigimos a mi habitación mientras nos reíamos por lo bien que la habíamos pasado. Habíamos bailado casi toda la noche. A medio camino paré. Me coloqué al frente suyo, le sonreí y le di un gran beso. Acto seguido, ella me empujó para acelerar el paso y llegar a rápidamente a nuestro destino.

Horas más tarde, antes que ella saliera hacia su habitación, volvimos a sonreír. Esta vez, ambos dimos un gran suspiro. Ella me dijo que no quería acelerar las cosas pero que se sentía muy bien, le respondí que yo también. Que veamos como resulta todo. Nos reímos mientras nos abrazamos. Nos despedimos y ella se fue, mientras le dije que tenga cuidado con los fantasmas de la residencia.

A los minutos, me escribió por iMessage:

— “No ghosts. I made it up in 1 piece.”

— “Hopefully! No ghosts. You’re really lucky. Because of me.”

— “Because of you?”

— “ Yes. I have good vibes.”

— “That’s very useful.”

— “Can I be honest again?”

— “Of course…”

— “I miss you here already.”

— “:) It was pretty good company!!”

¿Qué sucedió luego? Quedará para una tercera parte.

Esta historia continuará.

“Debes pasar un buen rato conociendo gente si esperas que ellos pasen un buen rato conociéndote”.

Dale Carnegie, escritor estadounidense

¡Que tengas un buen día!

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