El último día (I)

Jonathan Martell
Jonathan Martell
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4 min readSep 22, 2022
Miraflores, Lima. Julio 2022.

“La mayoría de los problemas en la vida se deben a dos razones: actuamos sin pensar o seguimos pensando sin actuar”.

— Zig Ziglar, autor estadounidense.

Te despiertas. Son las 8 a.m. Coges el celular, ves que no llega el mensaje que tanto esperabas. Respondes mensajes de trabajo y, con unos emojis, los memes que te enviaron tu familia. Luego de cambiarte y desayunar, sales para el trabajo.

Vas en tu carro, caminando o en transporte público. O hasta quizás ni sales y solo te conectas por Zoom. Lo que te provoca en el día. Luego de un par de horas, sientes cansancio. Te abruma el ida y vuelta de los correos.

Tu jefa te da una llamada. Pasan más de 10 minutos pero no logran entenderse. Solo quieres cortar y acabar con la conversación lo más rápido. No lo logras. Intercambias ideas por otros 10 minutos sin que realmente entienda tu punto.

Almuerzas. Quizás el momento más relajante del día. Claro, hasta que llega ese colega tuyo el cual ‘no vibra en tu misma energía’. Según te explicaron hace poco en tu última sesión de alineación de energías. Intentas no darle importancia pero logra incomodarte con ciertos comentarios sobre otras personas. No te gusta que hablen mal de los demás, así sea justificado.

Te vas. Te encierras en el baño por 15 minutos para que nadie interrumpa tu tranquilidad. De pronto, un recuerdo viene a tu mente. Un problema que creías haber superado, saca una lágrima. Piensas que deberías ser fuerte, que todo se puede. Te limpias la cara, vas al lavamanos, un poco de agua y listo. A continuar con el trabajo.

Las horas pasan y te toca volver a casa. Luego de más de 45 minutos de tráfico, por fin llegas. Cenas. Te provoca ver la serie de moda en Netflix, nada más. Los minutos transcurren hasta que una llamada te despierta. Sí, te despierta porque habías dormido por horas, no minutos. Es tu mejor amiga queriéndote contar uno de sus últimos problemas con su novio.

Luego de terminar, te diriges a tu cama para finalmente dormir. Piensas en todas las cosas que hiciste o que pudiste hacer. Te sientes mal. No importa, es hora de dormir. Ya es madrugada, toca descansar. Apagas todo e intentas dormir.

Es el día siguiente. Te despiertas, son las 8 a.m. Coges el celular y todo el ciclo se vuelve a repetir.

Continúas las mismas actividades hasta que llega el fin de semana y rompes la monotonía de los días anteriores. Sales a bailar y — entre al alcohol, la bulla, el desenfreno y las personas que te hablan — te olvidas de todo lo que pasó durante la semana. “Shots, shots”, gritas con euforia. Una euforia que muchos piensan que es de alegría pero que solo tú sabes que es realmente de liberación, es un grito de auxilio.

Al día siguiente con la resaca, solo atinas a pedir un delivery con una hamburguesa gigante. Es lo único que puede calmar tu dolor de cabeza. Pasa el tiempo y el dolor físico se transforma en un dolor emocional. Sientes que algo te falta. Coges el celular y luego de estar 50 minutos viendo reels en Instagram, tomas una siesta.

Te levantas y el remordimiento vuelve a ti. Quieres cambiar las cosas en tu vida pero no sabes cómo. Solo sientes que debes cambiar porque algo en ti no se siente bien. Te frustras. Quieres volver a la noche anterior y pasarla bien con tus amigos, volver a tomarte esos shots para olvidarte de todo. Pero se te van las ganas cuando el dolor de cabeza vuelve.

Llamas a un amigo para contarle cómo te sientes. No te contesta. Ves una película para calmarte un poco. La disfrutas, te inspira. Piensas que puedes estar encontrando un posible camino para solucionar tu problema.

Quizás debas hacer más actividades, hacer ejercicios todos los días o tener un perro. Ideas que te dan esperanza para cambiar tu rutina y, sobre todo, tu mood. ¿Realmente funcionarán? En el pasado, lo intentaste pero solo te duró un par de semanas para luego volver a tu mismo estado.

Te vas a dormir, el día siguiente es lunes. Toca repetir el mismo comportamiento otra vez.

¿Sientes que esta historia resuena contigo, sientes empatía y puede ser tu caso?

En un próximo artículo reflexionaremos alternativas para romper esta rutina en la que solemos caer sin darnos cuenta. Por ahora, quizás un cambio de hábito o el liberarte de tus pensamientos puede ayudarte.

Lee la segunda parte aquí.

“Disfruta de las pequeñas cosas de la vida porque un día mirarás hacia atrás y te darás cuenta de que eran las grandes cosas”.

— Robert Brault, autor norteamericano.

¡Que tengas un buen día!

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