La fiesta en la Bombonera (I)
“Para mí, el campo de Boca es la esencia del fútbol”.
-Vicente del Bosque, entrenador de fútbol español.
Era un sábado 16 de julio. Laura había insistido en ir a ‘Caminitos’ toda la semana. Le dije que el lugar era muy turístico. Ella comentó que me gustaría, que estaríamos bien y que también aprovecharía para tomarse varias fotos y ver qué se podía comprar.
Aquel día nos levantamos tarde y nos dirigimos a desayunar a un restaurante de parrillas en Palermo. Las últimas semanas, habíamos pasado por ahí cada día, al regresar al Airbnb que habíamos alquilado en ‘Cañitas’, al frente del Hipódromo en Buenos Aires, Argentina. El lugar, quedaba a solo 4 cuadras del departamento.
Ya en el restaurante, comimos una buena carne para luego alistamos para tomar el bus que nos llevaría a ‘Caminitos’. En unos 40 minutos estaríamos por allá.
Al llegar, noté colores llamativos en las paredes, lugares para tomarse fotos y muchos turistas, como lo había imaginado. Pero también sentía un frío que solo daban ganas de ponerme los guantes y entrar a alguno de los lugares que ahí estaban abiertos para seguir comiendo algo más.
Luego de varias fotos y comer unas infaltables garrapiñadas, Laura propuso ir a la Bombonera, el estadio del famoso Boca Juniors de Argentina. Horas antes, me había comentado que Boca jugaba — por el torneo local — con Talleres de Córdoba.
¿Sería lindo no? Pensé. Claro. De niño vi jugar a Solano, el ‘chino’ Pereda y, mucho antes, me habían comentado de Julio Meléndez. Además, del año 2000 hacia adelante, los había visto ganar varias Copas Libertadores. Tenían un gran equipo.
Sin embargo, años atrás, cambié mi simpatía por el clásico rival: River Plate. Entonces, ir ahora al estadio de Boca, era más que nada por un tema cultural, el saber cómo era. El amor, ya lo tenía por River. Equipo al cual volví a ver una semana atrás, historia que luego contaré.
Es así que terminada la sesión de fotos en ‘Caminitos’, decidimos dirigirnos al estadio. Solo quedaba a unas cuadras de ahí. Laura, había estado conversando con varios hinchas en algunos grupos de Facebook. Si bien podían ser confiables, los precios no nos convencían. Estaban unos 7,000 pesos cada una para entrada popular. El de River, nos había salido más barata y en una mejor ubicación.
Claro, encontrar una entrada para ambos equipos es una tarea nada fácil. Todos los socios buscan ir al estadio, por lo que no suelen quedar entradas extra para los que, por ahí, se les provoca ir a ver a estos dos grandes equipos de Argentina.
Sin embargo, la lógica era la siguiente: seguro algunos socios no quisieran o pudieran acudir ese día, por lo que estarían afuera del estadio vendiendo sus entradas. Motivo por el cual decidimos rodear el estadio y ver qué sucedía.
Esta vez, Laura, estaba perdiendo la motivación, sentía que no la íbamos a conseguir. Actitud que fue muy diferente cuando fuimos al estadio de River. Esta vez, fui yo el que le comentó que seguro por ahí encontraríamos algo.
Luego de caminar por más de 20 minutos, un grupo de hinchas caminaban a nuestro costado. Todos con camisetas de Boca y muy entusiasmados por ingresar. ¿Será la barra? Pensé. No se veían para nada intimidantes.
De pronto, pararon y comenzaron a esperar señales de uno de los señores que ahí se encontraban. Se me dio por acercarme a él y preguntarle si podía conseguir unas entradas. Le comenté que había venido de lejos a ver a Boca. Me dio un monto por las dos entradas. Regateamos, llamó a uno de los chicos que por ahí se encontraba y nos rebajó unos 1,000 pesos. No se podía más. Comentó que le quedaban pocas.
¿Cómo íbamos a entrar? Pues nos iban a dar dos carné de socios de Boca y que, a su señal, ingresaríamos con ellos. Que nadie iba a verificar que los nombres ni el sexo, correspondieran con nuestro DNI. Una vez adentro del estadio, debíamos devolver los carnés.
¿Confiamos? Sí. Algo nos decía que funcionaría. Otro señor se nos acercó y nos dijo que les había comentado lo mismo. “¿Crees que entraremos?”, me preguntó. Le respondí con un sí, muy seguro. Claro, una semana antes había vivido algo similar en otro estadio, el de River, y pude entrar sin problemas.
Esta vez, era diferente pero confiaba en los aficionados del fútbol. El señor me comentó que venía del interior, de una provincia de Argentina. Que hace muchos años que no venía a ver a Boca pero justo había coincidido con su visita a la capital. Estaba muy entusiasmado por ingresar. Sonreí y le dije que todo estaría bien, que ingresaríamos sin problemas.
Acto seguido, perdí de vista al señor que me vendió las entradas y a su ayudante. Parece que se dirigieron hacia las entradas al estadio. Por unos segundos, imaginé que se iban corriendo y me quedaría ahí parado. Esa negatividad se fue rápidamente, al recordar que eran varias personas las que estábamos ahí, sería difícil que nos estafaran.
Además, esta tenía que ser una fiesta. Minutos después, el señor volvió. Esta vez, me dijo que nosotros entraríamos primero, que era hora de avanzar hacia el estadio. “Tengan sus carné en la mano, nos la devuelven en las gradas. ¡Vamos!”.
El momento había llegado. La adrenalina por saber si ingresaríamos subió. Percibí a las demás personas entre tensas y emocionadas. ¿Será que no saben si entrarán?
Realmente el motivo principal era otro y lo iba a descubrir luego, al ingresar al estadio. Aquel lugar donde presencié una de las actividades futboleras más emotivas que había presenciado en mi vida.
Esta historia continuará…
Lee la segunda parte aquí.
“Cuando dicen que la Bombonera tiembla, es verdad”.
Hernán Crespo, exfutbolista y actual director técnico argentino.
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¡Que tengas un buen día!