Un nuevo viaje (I)

Jonathan Martell
Jonathan Martell
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4 min readJun 30, 2021

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Mi sala, julio 2017.

“Todos los viajes tienen destinos secretos que el viajero desconoce.”

Martín Buber, filósofo austríaco.

Siento mi respiración. Va y viene mientras mi pecho se infla y vuelve a su estado natural. Se escucha cada vez más cerca el sonido de los pájaros en la calle. ¿Qué estarán haciendo? ¿Estarán en una bandada o volarán en parejas?¿Quizás alguna se haya perdido? ¿O quizás es el chirrido de alerta?, me pregunto.

Abro los ojos, el blackout, las paredes y el techo negro, permiten que la habitación esté casi a oscuras. Miro alrededor y ya casi no encuentro nada. Solo cajones, estantes y armario vacíos. Esos muebles son lo único blanco de la habitación. Miro el techo y aprecio por última vez los dos focos dicroicos que me alubraron a lo largo de los años.

Vuelvo a cerrar los ojos, algo dentro de mí quiere no moverse, quiere quedarse ahí. Quiere volver al sueño que tuve aquel día, quizás para sentir como si el tiempo no ha transcurrido. Pero la razón, me indica que es hora de levantarme. Giro y me paro de la cama que se encuentra al ras del suelo.

Camino lentamente al baño, paso de una habitación negra a una muy blanca, con colores plomos y mucha luz. El resplandor de los rayos de sol caen en el espejo, el cual rebota y alumbra mi rostro. Sería el momento perfecto para una foto. El agua recorre mis manos y mi rostro, lo hago de manera lenta mientras disfruto una paz sorpresiva que apenas he encontrado.

Luego de terminar de asearme, camino al segundo piso, escucho voces que me saludan, luego abrazos y palabras de aliento. Me siento en el comedor, comienzo a degustar lo que había en la mesa, apreciando los detalles de aquel momento. Llegan más palabras, más preguntas, más respuestas mías. Miro a mi alrededor, sonrío.

Pero también siento una presión en el pecho. ¿Será que los volveré a ver? ¿Estoy haciendo lo correcto?¿Hubiera hecho algo diferente? Me tomo fotos, sigo comiendo. Agradezco por el tiempo y el desayuno a todos los presentes, mi familia.

Es momento de volver a subir y alistarme. Primero, debo entrar a la ducha. Siento cómo cada gota de agua recorre mi cuerpo, toco las paredes y miro al piso. Sonrío por quinta vez en el día, me muevo y salto de alegría. El entusiasmo había vuelto a mí, un mar de energía había llegado repentinamente. Miro al techo, levanto las manos y me doy ánimos para seguir. Tan pronto mi cuerpo queda seco por los movimientos continuos entre la toalla de baño y mi piel, decido ir a mi cuarto.

Antes, paro a observar a mi alrededor, en la sala de paredes plomas y muebles negros. Se me viene a la mente diversos recuerdos: personas que conocí en los últimos meses y años, mis ex parejas, mis amigos y amigas, la última fiesta. Retrocedo en el tiempo y recuerdo cómo diseñé cada detalle del espacio años atrás. Cómo pasó de ser un techo a convertirse en mi hogar, o el búnker como algunos le llamaban. Respiro lentamente, esta vez con mayor nostalgia.

Vuelvo a escuchar los pájaros y a preguntarme qué estarán haciendo esta vez. Saber que pueden ir a cualquier lugar sin problemas, sin ataduras y con una completa libertad. ¿No sería genial ser como uno de ellos? Luego recuerdo que viven muchos menos años y se me quita la idea de formar parte de su banda.

Me siento en el puff en forma de pera gigante y material de cuerina. Cojo el celular y respondo unos mensajes. La mayoría de ellos despidiéndose de mí. “Que te vaya muy bien”, me decían. Pienso qué será de ellos ahora que me voy, cómo seguirán sus vidas, o si seguirán en ese continuo bucle de dejarse llevar por los días, el trabajo o los miedos por hacer algo nuevo. O es que seguirán disfrutando de la vida al máximo. Pienso que será más de lo primero, ya que no encuentro motivos que me hagan reflexionar sobre lo contrario. De todas maneras, espero que puedan encontrar la felicidad de esa manera o quizás algo inesperado suceda y las cosas cambien. El haber compartido momentos juntos, me deja tranquilo y muy agradecido.

Vuelvo a mi cuarto, me cambio. Camisa rosada y pantalón negro, el reloj listo y el perfume que se siente en todo el piso. Grabo el último video para que quede en el recuerdo. Me agradezco por tan gratos años. Tomo las llaves del carro, que van directo a mi bolsillo. Antes de tomar mi carry-on y despedirme de mi familia, doy una última pausa. ¿Estaré haciendo lo correcto? “Claro que sí”, me digo mientras cae una lágrima.

Una nueva aventura está por comenzar y los últimos días no dejaba de pensar en aquel nuevo viaje. Pero ahora — ya a pocas horas de comenzar — uno tiene una mezcla de sensaciones: adrenalina, ansiedad, excitación, miedo y nostalgia. Aquella mezcla de sensaciones, una vez miradas en el pasado, nos forman como persona, dan vida a los modelos mentales que formamos y a la manera en cómo reaccionaremos en el futuro.

Sonrío por última vez, había llegado el momento de empezar el viaje, esta vez a tierras europeas un agosto del 2017.

“El único viaje imposible es el que nunca comienzas”.

- Anthony Robbins, autor estadounidense.

¡Que tengas un buen día!

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